sábado, 10 de septiembre de 2022

Gnosis III


I

En el mundo exterior ¿qué hay? En el mundo interior ¿qué hay?

El espacio es lo exterior; lo interior, un país psicológico.

Estamos relacionados con un cuerpo planetario

Con el mundo exterior y con nosotros mismos

¿Qué trascendencia tienen cada una de estas relaciones?



II

En el exterior está la sociedad y el planeta Tierra

En nosotros, los límites de nuestro cuerpo.

En el hogar, nuestro gimnasio psicológico

En nuestro interior, la correcta relación entre personalidad y esencia.



III

Vibramos en consonancia con la calidad de nuestra energía.

Cambiar la forma de pensar equivale a transformar las impresiones;

Sentir, sentirnos a nosotros mismos;

Actuar, esgrimir la fuerza.



IV

Las impresiones no transformadas

Se convierten en agregados psicológicos.

A través de la comprensión de las impresiones,

Se puede revelar la luz de la esencia.



V

Equilibrar el mundo de nuestras relaciones implica

Estar llamado a morir una muerte psicológica

Nacer en un nacimiento interior de nuestro ser

Luchar en sacrificio por la humanidad.

Revisar nuestro día a día,

Pensamientos, emociones, palabras, actos

Como quien practica el control,

Como quien realiza un arte

Como quien medita sobre sus pasos y sus visiones.


Actuar, esgrimir la fuerza.

viernes, 9 de septiembre de 2022

El uróboro de Chile en los escombros de Valparaíso

Una figura de una serpiente uróboro con la forma de Chile fue instalada días antes del Plebiscito de salida en Valparaíso, en la esquina de la extinta Cruz Verde, entre Bellavista con Condell. Nadie sabe quiénes fueron los responsables ni por qué motivo la colocaron ahí. Lo único que se puede dilucidar, por el momento, es su simbolismo, bajo un contexto particularmente crítico. Aldo Meneses, profesor de historia, señaló que el uróboro ha estado presente en prácticamente todas las mitologías ancestrales y que tiene “relación directa con el tiempo y la infinidad del tiempo”. Representaría, en este sentido, la naturaleza cíclica de todas las cosas, pudiendo simbolizar un eterno retorno de lo mismo o bien una continuidad y un renacer. Para Meneses, una significación que se le puede dar al símbolo es que “el tiempo siempre vuelve (…) y que siempre va a estar presente”. O sea, tenemos que el uróboro vendría a simbolizar esa posibilidad de algo que vuelve o de algo que está pronto a cambiar. La serpiente, Chile, sería la encarnación de esa posibilidad, de ese devenir.

Ahora, si leemos la figura a la luz del contexto político, todo se refracta y entonces la serpiente se volverá el espejo sobre la cual se reflejará la posición vital de una determinada visión. Para quienes abogan por recobrar un estado de cosas previo al Chile de la asonada de octubre, la serpiente uróboro invocará el retorno de un tiempo perdido o destruido por una ola inusitada de violencia e insurrección. En cambio, para quienes impulsan un cambio radical y están comprometidos con el proceso revolucionario que se ha vivido, la serpiente grafica un nuevo comienzo, muy analogable al propósito de la Constituyente; o, ante los resultados del plebiscito del domingo, una denuncia artística contra un país que no ha hecho otra cosa que “morderse la cola”, en un ciclo permanente de autosabotaje.

Pese a estas consideraciones, el profesor Meneses llamó a considerar esta figura más como un símbolo y no como un augurio sobre lo que pasaría a nivel histórico con Chile de aquí en adelante. El símbolo por sí mismo es atemporal, y perfectamente puede evocar algo que ya fue y que puede volver a ser, o pronosticar lo que podría llegar a ser, a partir de lo que ya está siendo. Su aparición sobre las ruinas de la Cruz verde de Condell habla, en términos de Walter Benjamin, de la rememoración del pasado, que puede hacer de lo inconcluso, algo concluso, y de lo concluso, algo inconcluso. Pero, el solo hecho de situarse frente a esos escombros abandonados a su suerte, deja entrever que el tiempo mítico solo puede perdurar sobre el desastre de un destino mortal, sometido al arbitrio de las voluntades humanas.

El uróboro, así, continúa comiéndose a sí mismo, cada vez que recordamos aquellos momentos en que usábamos esa esquina estratégica como punto de encuentro y de reunión para luego sumergirse en la noche porteña. Tras cada engullir y cada ciclo, revive en nosotros el recuerdo de aquellas jornadas de placer, tragedia y desenfreno, pero también, la señal sobre una revuelta que nunca alcanzamos a avizorar y que abrió la puerta para el protagonismo de las nuevas fuerzas de la historia.

Sergio Fritz, al analizar la serpiente, dijo que empezaron a movilizarse estas fuerzas en un plano sutil, desde el esoterismo, tras la asonada de octubre. La serpiente que es Chile habría “despertado”, aunque ese despertar fue traicionado, por lo que el uróboro, bajo esta mirada, conllevaría un espíritu de revancha, posiblemente, en la forma de un “estallido 2.0” o en la forma de un retorno a un estado caótico, como si se tratase de un curso reprobado, un síntoma del Kali Yuga, una auténtica resonancia de la guerra espiritual que se está librando en el mundo, que no es otra que la crisis de Occidente.

La serpiente, finalmente, mudaría su piel, siendo el ocaso de sí misma o su propio renacer. Dicho esto, Chile ha tenido que aprender la lección con pundonor: dejar de devorarse a sí mismo y eliminar la piel seca. Sin embargo ¿cómo distinguir el espíritu de disolución del de regeneración? Se trata de que la serpiente manifieste su ciclo para pavimentar el camino de los hombres a través del tiempo, y en ese tiempo, cabe el nacer y el morir en cuanto estados de la consciencia.

Sin duda, algo murió aquel 18 de octubre y, a su vez, algo volvió a vivir. Hoy por hoy, pareciera que algo está a punto de renacer, algo latente ¿otra Nueva Constitución? ¿Otra “revuelta”? ¿Una nueva traición? ¿Un nuevo orden de cosas, a través del desorden? Nadie lo sabe, así como tampoco nadie supo qué pasó con la figura de la serpiente, ya desaparecida del plan de Valparaíso. Puede que ese haya sido el acto definitivo: simplemente desaparecer, porque el tiempo desaparece de golpe, como los hombres, y luego trasciende en la memoria y en lo absoluto.


Le pedí a una alumna, la poeta del curso, que escribiera un poema inspirado en una imagen. Prometió hacerlo y hoy me trajo su obra que paso a compartir con ustedes. Esta cabra es realmente buena:

Amor atómico

Respóndeme, amor
¿Hubiéramos sido explosivos juntos?
¿Hubiéramos sido tan locamente letales como un misil?
¿O hubiéramos sido una bala loca
Disparada contra la vida de los otros?
Yo sé bien lo que hubiéramos sido:
Hubiéramos sido una bomba contra el tiempo
Breves, pero eternos.
Habríamos iniciado una aventura
Sabiendo que ya tendría un final
Pero el corazón humano
Es realmente caprichoso
Y lo entendí por lo que sentí
Al verte por última vez
Y ahora pienso, pienso en lo que debimos haber hecho:
Fundirnos de una sola vez, el uno junto al otro
Antes de que nos consumiera la historia, con su fuego.

"La inminente ruptura mundial", Entrevista a Michael Hudson

"Los propagandistas estadounidenses llaman «autocráticos» a los gobiernos que mantienen los monopolios naturales como servicios públicos. Ser «democrático» significa dejar que las corporaciones estadounidenses controlen estas alturas de mando, estando «libres» de la regulación gubernamental y de los impuestos al capital financiero. Así, «izquierda» y «derecha», «democracia» y «autocracia» se han convertido en un vocabulario de doble lenguaje orwelliano patrocinado por la oligarquía estadounidense (que eufemiza como «democracia»)."

Para el crítico Jesús G Maestro, la literatura es la lucha por la libertad humana, y hay más actualidad en ella que en la prensa digital publicada hace sesenta segundos.

jueves, 8 de septiembre de 2022

Bizarras sincronicidades: el mismo día en que el escritor nortino Hernán Rivera Letelier recibe el Premio Nacional de Literatura, la Reina Isabel II de Inglaterra fallece.

miércoles, 7 de septiembre de 2022

-Pucha profe, me siento mal-, me dijo un cabro en la mañana, después de terminada la clase. Estaba apoyado sobre la baranda, mirando hacia el patio. -¿Qué le pasó?-, le pregunté preocupado. -Me gusta una niña de otro curso, y no cacho cómo declararme-, me dijo. -¿Qué hago?-, preguntó, solicitando mi ayuda. Francamente, no sabía qué decirle. Por mi momento, pasó por mi mente la idea de "estudie mejor", pero sabía que, por muy irónico que fuese, sería anticlimático, así que opté por darle un consejo al uso. -Juéguesela-, le dije. -Vaya y converse con ella primero, a ver cómo le va-. El cabro asintió mi consejo, no demasiado convencido, aunque agradeció el gesto final. Quién sabe si ese dicho tan genérico le haya servido de algo, porque, a la larga, para él, la niña, en ese instante, era más que el solo deseo: era, tal vez, su posibilidad romántica y, por qué no, su experiencia iniciática en la turbulencia sentimental. Le tocará a él darse cuenta de aquello que está del otro lado de la mera pasión: dolor y aprendizaje.

¿Quién ganó con el Rechazo?, Nicolás Tobar

“i) el Rechazo no es un viraje conservador, sino una expresión del descontento con el sistema político en su conjunto;

ii) lo que triunfa es la anomia. Es decir, la incapacidad de la sociedad para consolidar un orden con mínimos grados de acuerdo;

iii) se configura el escenario de una sociedad fragmentada, con gobernantes determinados a no poder sintonizar con su pueblo.

(…)

El Rechazo tiene una connotación negativa: se trata del descarte de una propuesta ofrecida por los gobernantes a los gobernados. No es un apoyo a las voces disidentes de la centroizquierda ni a las de la derecha, sino una muestra de descontento ciudadano con cómo se están haciendo las cosas en el sistema político en su conjunto. Los errores de la Convención y del gobierno en estos meses —y es innegable que han sido muchos— son la punta del iceberg, pero hay algo más profundo, y que no tiene relación con el desprestigio de los constituyentes extremistas, sino de todas las autoridades políticas en su conjunto. El resultado del plebiscito viene a demostrar lo aguda que es la crisis de legitimidad que tenemos sobre nuestras instituciones políticas. Lo que favorece el voto obligatorio es que aquellos grupos de mayor desafección política, lo hagan ver con su voto.”

martes, 6 de septiembre de 2022

Nueva Constitución: debut de un éxito editorial y despedida de un experimento democrático.

La Nueva Constitución ha sido rechazada. Y de manera contundente. Ahora, la gran incógnita –resultados aparte- la comprenden su calidad de texto y su alcance lector. A menos de un mes del plebiscito, cabe recordar que la propuesta había sido catalogada de best seller. Se había sostenido, con ahínco y orgullo, que rompió récord en ventas, transformándose, así, en el libro de no ficción más vendido en el país (ojo, según un ranking elaborado por el diario El Mercurio). Entonces ¿Cómo es posible que un texto constitucional tan vendido y tan exitoso en su momento haya sido rechazado de manera apabullante durante el plebiscito de salida? En esto entran en juego muchas variables, pero creo conveniente centrarse en el aspecto de la lectura.

El diario español El país destacó el hecho de que el texto habría revivido en los ciudadanos el hábito de informarse sobre los asuntos del proceso constituyente, dejando entrever una suerte de espíritu cívico dormido, tanto así que la demanda por el texto habría desencadenado colas inmensas en las librerías y un verdadero mercado negro que competía con las grandes editoriales en su lucha por la distribución del mamotreto. Lo sé de primera fuente, porque, días previos al plebiscito, algunos ambulantes en la Avenida Valparaíso vendían la propuesta de Nueva Constitución a viva voz, junto a ejemplares de Dan Brown, de autoayuda financiera o clásicos de la literatura universal.

Había un ambulante que prefería vender ejemplares de la Nueva Constitución por su cuenta, ofreciendo el producto como una primicia. Su slogan publicitario hablaba de comprar el texto para “hacer un cambio”, aunque nunca especificó cuál. Será porque la publicidad del nuevo texto constitucional solo podía persuadir a la gente mediante palabras símbolo y tópicos vigentes. Otro vendedor decía que el texto, fuera cual fuera el resultado, ya había cumplido su función: la de revitalizar la lectura de educación cívica en la población, en un contexto particularmente convulso en materia política. Y he aquí el punto realmente crucial. O sea, en qué medida el texto, efectivamente, movió a una importante masa crítica, más allá de su forma y contenido ideológico.

El escritor Juan Cristóbal Peña había señalado que el “boom” sobre el nuevo texto constitucional se debió “al interés por informarse, por tener elementos de juicio para pronunciarse de una u otra forma”; pero también decía que “el ejemplar impreso de la propuesta representa una suerte de fetiche coleccionable. Un fetiche para la historia". En efecto, lo que ocurrió durante ese proceso de éxito de ventas, fue que se abrió un nuevo nicho de marketing, un nuevo stand para las ferias del libro, dedicado a los textos institucionales de la nación, sobre todo, aquellos que comulgan con la corriente principal del pensamiento hegemónico.

Para sectores del oficialismo, el texto representaba la posibilidad de partir de foja cero, reescribir un nuevo Chile, releer la historia desde la óptica de los nuevos iluminados, procesando todo lo vivido desde el 18/10 mediante un ejercicio mallarmeano de “hoja en blanco”. Sin embargo, nada de eso habría sido posible ni habría podido sobrevivir sin los propios medios de producción editorial que el sistema a combatir ofrece. El texto, en definitiva, estaba llamado a cambiarlo todo, a invocar un estado de cosas radicalmente nuevo e incluso “opuesto” al “modelo” (como si se tratase de un manual revolucionario y no propiamente un texto jurídico) pero acabó trascendiendo, más bien, como un texto que supo apuntar a un target específico, a un público objetivo, con tal de “abrir la puerta” hacia un prometedor campo editorial de intentonas refundacionales, de proyectos escritos con pluma colectiva y con prosa tecnicista. Podríamos decir, sin ánimo de dudas, que un nuevo género se fundó, desde el seno de la Convención: el artefacto constitucional, la proyección prosaica de un Chile imaginario, con tinta de utopía y adynaton, tópico del “mundo al revés”.

No nos equivoquemos: las conclusiones de Juan Cristóbal Peña fueron acertadas, aunque no por los motivos esperados. La gente efectivamente compró el texto a raudales. Hizo de la Nueva Constitución su fetiche literario. Ciertamente, muchos lo leyeron, lo que no implica de inmediato su comprensión cabal (esto lo debería saber cualquier jurista o profesor de lenguaje), pero sí que tuvieron los suficientes elementos de juicio como para inferir sus implicancias y con ello, interpretar la realidad país. La “mayoría silenciosa” leyó silenciosamente la propuesta y salió en masa a votar, como nunca antes, obligada por las circunstancias. El resultado del día domingo fue categórico en ese sentido, y la población lectora, informada a su manera, con un sentido crítico inusual, supo actuar en consecuencia.

La ciudadanía consiguió hacer de sí misma una gran editora, al rechazar un texto que lisa y llanamente no llenaba sus expectativas o que derechamente encontró defectuoso por diversas razones. Así, por primera vez en la historia de Chile, los convencionales sintieron, en parte, lo que siente un escritor al enfrentar las limitaciones de su propio trabajo. Aun así, esto no debería desanimar a los verdaderos entusiastas. Es muy posible que en un futuro, la Nueva Constitución pueda ser revisitada en cuanto rareza editorial, en alguna biblioteca perdida o en alguna feria de viejos, rematada a precio razonable, para regocijo de los futuros exegetas de la patria y para deleite hermenéutico de los trasnochados de siempre.