La muerte de Hugh Hefner divide las aguas en el mundo. Unos lo alaban como héroe, ícono de la revolución sexual, precursor del erotismo gráfico, el "hombre con más suerte del mundo", una leyenda, como diría el ex jugador colombiano Faustino Asprilla en un paródico homenaje en el que aparece vestido con una bata y un pucho. Otros, en cambio, lo critican como el machista número uno, especulador económico, cosificador de la mujer, haciendo de todas las chicas sus "conejitas", reduciéndolas a categoría de mascota o adquisición. Tras la caída del fundador de Playboy no hubo medias tintas. O lo amaron o lo odiaron. Miradas de complicidad y envidida solapada, o bien miradas de acusación contra quien se sabía el máximo representante del materialismo sexual. Así como Luis XIV señalaba enfático "El Estado soy yo", Hefner no reconocía otro Estado ni otra autoridad que su propio Imperio. Ahora que el Imperio ha quedado acéfalo, sin su cabeza visible, Playboy le sobrevivirá, subastando las fantasías del planeta entero, bajo la forma del principal afrodisíaco de nuestros días: el dinero.
jueves, 28 de septiembre de 2017
No sé por qué la otra noche soñé con algo parecido a una sala de clases o a una sala de eventos. Estaba encerrado o tal vez quería estarlo. Por fuera veía pasar un universo de gente. Solo una chica pasaba por el lado. Miraba sutilmente hacia adentro y seguía su camino. En un muro, o tal vez encima de una mesa, o un cuaderno, no recuerdo bien, estaba anotado lo siguiente: fate no more.
Mother!
La última de Darren Aronofsky, Mother. ¡Una locura! Darren nos tiene acostumbrados a simbolismos y a personajes trastornados. Esta película no es la excepción. Primero un thriller y luego una cuestión alegórica, visceral. Javier Bardem en el rol de un escritor venido a menos y Jennifer Lawrence en el rol de dueña de casa. El clásico conflicto entre el ego del escritor y el deseo de ser madre de la esposa, pero todo abordado de una forma tan rocambolesca que lleva al límite las interpretaciones, desatando un hervidero de pasión y de violencia. Creación literaria vs creación de la vida. Por un lado, un escritor que encuentra la inspiración en el amor pero se obsesiona luego con su ansía de reconocimiento, buscando alimentar su autoimagen a través de la adoración ajena. Y por otro, una mujer que solo desea formar una familia pero tiene que luchar contra la paulatina invasión del mundo externo propiciada por el propio escritor. Lo que parecía un amor auténtico se ve pronto amenazado por la sombra de la vanidad, manifestada en el fanatismo irracional de las visitas indeseables. De esa forma, el escritor se vuelve una especie de pequeño dios, sacrificando en el proceso su propio amor. La mujer, por su parte, se vuelve una madre estoica, combatiendo su condición de musa hasta el final, con tal de proteger la obra de sus entrañas. Se asiste así a un festín en el que la lectura bíblica del conflicto acaba sublimada en la sangre y la ruptura del antiguo orden. ¿Quién era realmente el creador? ¿El escritor obsesionado con su obra, o la madre determinada con su hijo?. Uno solo de ellos, o tal vez ambos. La película versa en el fondo sobre el doloroso proceso de la creación. Pero también sobre su última y magistral ironía. "Para el que crea nunca nada es suficiente".
martes, 26 de septiembre de 2017
Última cena
Una noticia actual revela la diversidad de platos que le sirven a los condenados a muerte en Estados Unidos. Un caso reciente refiere a este como la "épica última cena". Se trata de un tal Keith Tharpe, culpable de violación y asesinato, que el próximo martes recibirá la inyección letal en la penitenciaria de Georgia. El acusado, según la propia página de la penitenciaria, ordenó pechugas de pollo picantes, un sándwich de carne asada con salsa, un sandwich de pescado, aros de cebolla, ‘tater tots’, pie de manzana y un batido de vainilla. Una dieta abundante en azucares y calorías para esperar la condena capital. Estómago lleno, corazón contento, dirán los más irónicos. El exceso de calorías en la cena de Tharpe se dice que sorprendió a las autoridades, considerándola una severa "burla". El hambre del sujeto parece que supera su propia conciencia. Hay ahí una bizarra relación entre la comida, la ley y la muerte no del todo digerida. La culpa como la indigestión del espíritu. Vigilar, comer y castigar.
La conexión a internet cae. Doy con el dinosaurio pixelado en la pantalla. Símbolo de una comunicación extinta. Luego, por error, desplazo el cursor y el dinosaurio comienza a moverse a través de lo que parece ser un desierto. Un irónico juego offline. Perfecta metáfora de la realidad (virtual): un dinosaurio corriendo a través de un desierto infinito.
domingo, 24 de septiembre de 2017
viernes, 22 de septiembre de 2017
"En el colegio me dieron a elegir entre Hija de la Fortuna y La casa de los espíritus. ¿Cuál me conviene, profe?", preguntaba una chica en medio de la clase del preu. Planes lectores inesperados. Cada vez que sale Isabel Allende al baile, me sale esa parada media Bolaño, solo que con un ánimo impulsivo, salvaje, ya no tanto con una mirada atenta, rigurosa. A duras penas había leído La casa de los espíritus, así que le recomendé esa. La chica insistía que era la mejor opción, porque según ella Hija de la Fortuna tenía "muchas aventuras, y a ella le complicaban demasiado la lectura de las aventuras". Así no volvió a decir nada más. Solo dio las gracias y siguió leyendo el cuadernillo en la materia del Modernismo.
La bomba
A una cuadra de llegar a casa, en toda la esquina de Independencia con Edwards, el camino cercado, unas cuantas patrullas, pacos en la acera y un montón de gente mirando algo. Esta vez, no se trataba ni de un choque, ni de un muerto ni de un robo. Le pregunté al paco que vigilaba el paso de la gente. No quiso responder nada. Solo llamó la atención cuando intentaba cruzar sin estar al tanto de lo que ocurría. Le pregunté luego a una señora más atrás. "Vigilan algo. No se sabe qué". "¿Acaso será una bomba?". La señora solo alcanzó a soltar un gesto de forzosa preocupación, al oír sobre la posibilidad de un explosivo en medio de la calle. Aunque parezca increíble, ni siquiera se inmutó demasiado. Sujetos más atrás, mientras tanto, hablaban de un supuesto paquete con algo potencialmente peligroso dentro. La cuestión no parecía avanzar. De repente todo era el perímetro de los pacos ejerciendo su procedimiento inenarrable en torno al paquete misterioso; y la gente detrás de la acera, sin poder pasar ni entender nada pero, sin embargo, expectantes, a lo mejor ya no tanto por el contenido del paquete en sí mismo, sino que por la bochornosa situación inaudita que se generaba a su alrededor. Había y no había una bomba dentro. Fuimos y no fuimos fiambre. Era el maldito Schrodinger alertando a medio valpo en el plan. Di media vuelta entonces de regreso a la casa, bordeando el perímetro de la supuesta bomba. Muchos también lo hicieron, aburridos ante lo que parecía más bien una falsa alarma o una performance vandálica de mal gusto. A lo lejos desde la ventana del tercer piso se reflejan todavía las balizas de las patrullas. No hubo ningún peligro, solo una especulación constante, una maniobra de prevención parca pero intrigante. No hubo peligro alguno pero la verdadera bomba de tiempo ya comenzó su conteo regresivo, instalada en la mente de los espectadores, dispuesta a explotar luego en forma de miedo o de resignación. Un tipo al paso, luego de sortear la zona de emergencia, decía con total seguridad: "Qué más da una bomba wn, si nos explotan todos los días. Bombazo más. Bombazo menos".
jueves, 21 de septiembre de 2017
Según lo que vengo leyendo recién, corrían rumores de que el fin del mundo sería el 23 de Septiembre. Dicen algunos contactos, y parece que en los programas de nuestra querida televisión, que sería la predicción de una monja del año del cuete. Y por si fuera poco, asocian este hecho a una serie de síntomas mundiales, como la reciente y polémica declaración de Trump de acabar con Norcorea y de Kim Jong Un de estar dispuesto a lanzarse de cabeza (misil de por medio) contra Gringolandia. Noto que ya no es tanto el hipotético final en si mismo lo que marca tendencia, sino que cómo será lo que provoca una ola desatada de teorías y de ficciones dignas de anime futurista. Lo único cierto, después de todo, es que la empresa del entretenimiento tendrá material para rato. El fin del mundo siempre fue una historia rentable. Ahora, más que nunca, hay que sacarle el jugo. En una de esas hasta ya hemos cambiado de temporada, sin siquiera notarlo.
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