domingo, 25 de agosto de 2024

Video Guia: una vuelta por las videotiendas extintas de Valparaíso.

Hay un puesto de revistas antiguas en la feria del libro de la Plaza O Higgins. Se coloca todos los domingos frente al Colegio San Pedro Nolasco. Pasé hoy en la tarde y revisé algunos ejemplares. Había de todo. Desde Mampato a Semanario de lo Insólito, desde Dr Mortis a Conan, pasando por Revista Vea hasta TV Grama. Puros clásicos que serían la delicia para cualquier retrómano, léase para cualquier obseso por lo “retro”.

Lo que llamó mi atención poderosamente fue una revista llamada Video Guía, del año 1991. Se trataba de un completo catálogo de estrenos de todo tipo de películas de la época. ¿Y por qué me atrajo tanto? Porque, aparte de tratarse de una revista noventera sobre cintas en VHS, estaba en la portada aquella mítica película de Pepe Maldonado, “Hay algo allá afuera”, protagonizada por Luis Gnecco, Francisco Reyes y Luz Croxatto.

La había visto hace muchísimo tiempo en el Insomnia, y nunca más supe de ella, hasta hace poco que la encontré subida a youtube. Ahora tengo en mis manos una reseña sobre la misma, una reseña de aquellos años, que remarca el carácter experimental de la película, “escenas de gran sensualidad y situaciones abiertas”. Un hallazgo que atesoro con fascinación.

Seguí leyendo la revista Video Guía, única en su género, y me encontré con una sección llamada “Vacaciones de película”. Ahí había una lista de video tiendas de la Quinta Región y sus respectivas direcciones. Me fijé de inmediato en las direcciones de Valparaíso, aun sabiendo que dichas video tiendas ya no existen y solo figuran allí tal vez como un inútil dato historiográfico. De todos modos, me propuse dar un paseo en búsqueda de aquellas tiendas, como en un paseo por un lugar habitable solo en la memoria de un Valparaíso analógico.

Crucé por Pedro Montt y pasé por fuera del Edificio Montalbetti. Allí se encontraba el video club Magia, que tenía un salón repleto de VHS al fondo de un pasillo, club del cual mi viejo fue socio durante casi una década. Hoy se encuentra convertido en el local Arte Música. Luego, caminé un poco más, pasando Rodríguez, en 1942, local 6, y encontré la ubicación de la antigua Sandy MC.

Era el último video club sobreviviente de aquellos años. Murió después de la pandemia y se convirtió en un local para marihuaneros. El compadre que atendía el videoclub hacía traspasos de formatos entre VHS y DVD, y entre DVD y blu ray, como un viajero del tiempo que transforma los dispositivos con que visualizamos la ficción del mundo.

Continué mi recorrido por el plan de Valpo, en busca de la próxima video tienda perdida. El más cercano era el que indicaba la calle Salvador Donoso, al final, cerca de Bellavista. Allí se encontraba el extinto Musiteka. Lo genial de ese local, repleto de pasillos con VHS, era que tenía una caseta de lotería en la entrada y una mini sala de cine al fondo, donde se podían probar las películas que uno quería arrendar. Ese era, sin duda, su sello interactivo para los clientes. Ahora el local se transformó en una botillería.

Con cada paso que daba, en ese recorrido fantasmático, buscaba lo ausente, trataba de improvisar la ruta de una visión perdida. Seguí a paso firme rumbo a calle Esmeralda. La dirección de la video guía me indicaba que allí en esa calle se encontraba otra video tienda. Y efectivamente ahí había uno, de cuyo nombre no me acuerdo, en el lugar de la Librería Pacífico.

Recuerdo perfectamente sus anchas puertas. De chico creo que me marcó mucho, porque fue allí donde vi por primera vez las tapas de los VHS de dos grandes villanos slashers de los ochenta: Freddy Kruger y Jason. No arrendé sus películas ahí, pero el primer vistazo a sus figuras de pesadilla marcó a fuego mi imaginario. Había visto menos cine, estaba menos curtido en los avatares de la vida, por lo mismo, era más susceptible al asombro. Y era esa capacidad de asombro la que volvió a esa video tienda sin nombre una leyenda inefable.

Se agotaban las direcciones. Había que seguir con el recorrido a como diera lugar. Así que me devolví. Crucé la Aníbal Pinto y caminé tranquilo por Condell hacia la Plaza Victoria. El destino final era una video tienda que se encontraba cercano a Ripley, donde antes estaba el Teatro Valparaíso. Ahora hay allí un local de comida rápida.

No tengo recuerdos de esa video tienda, como tampoco recuerdos del antiguo teatro, al cual no alcancé ir. Me invadió un vacío por una antigua vida, allí donde hoy solo prolifera la venta de retail y el consumo barato. Era un Valparaíso atomizado, fracturado en su tradición cultural y arquitectónica. Mi recorrido fue el recorrido a través de una ciudad fantasma.

En ese trayecto, había varado en un imaginario de los noventa, y no podía volver a arrendar películas en esos nichos de arqueología cinéfila. Sin embargo, improvisé una ruta, un camino posible, inspirado tan solo en una reminiscencia. “Hay algo allá afuera”, sin duda. Un escenario abierto, repleto de misterio, un atajo a través del tiempo roto, para rescatar la historia del celuloide porteño, enterrada por un progreso sin arraigo y una anomia sin visión de futuro.



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