Karl Ove Knausgard en la presentación de su última entrega Tiene que llover: “Solo los fracasados se convierten en escritores”.
miércoles, 28 de junio de 2017
Uno de los ritos para la noche de San Juan consistía en esperar las doce para derramar tinta negra sobre una hoja de papel en blanco. Luego se doblaba lo más posible hasta reducir la hoja a su mínima expresión. La idea era que al abrir la hojita al otro día debería interpretarse la mancha de tinta que se formó, la cual tendría que contener alguna clase de mensaje de vida o algo por el estilo. Se me imagina que el que pensó en ese rito seguramente debió ser algún incipiente escritor, trasnochado o procrastinador, que prefirió echar mano de una creencia pagana a enfrentarse a la hoja en blanco con un par de líneas. A esa anti técnica displicente tendría que llamársele, en jerga literaria, "hacer la de San Juan".
lunes, 26 de junio de 2017
domingo, 25 de junio de 2017
Fome
Fome, lo equivalente a lo aburrido, lo insustancial. Se dice que el origen de la palabra es impreciso. Unos lo asocian al vocablo en portugués que significa "hambre". El filólogo Pedro Urbina Urquieta sugería que era un ilógico derivado de la palabra "fósil"; para referirse a algo a todas luces defectuoso, malo, o decisivamente, sin vida. Se podría deducir que Alvaro Henriquez llamó así al disco de Los Tres en forma de ironía, o en forma de una crítica poética al estado de la música chilena. Leí por ahí la interpretación de un amigo, que decía que el sentido de la palabra fome era más bien un sentido político, aludiendo de manera implícita a los años del gobierno de Eduardo Frei. Un gobierno fome, con todas sus letras. En la portada del disco se deja ver también una foto sacada de un anuncio publicitario de la enciclopedia por fascículos Monitor de Salvat, que data de los años sesenta y que, en algún momento, el baterista Pancho Molina explicó como una de las situaciones más “fomes”: un papá con este libro educativo mostrándole a su hijo el proceso evolutivo de la naturaleza. La metáfora sobre la "fomedad" en su faceta más cotidiana. Lo fome entonces no sería necesariamente lo insignificante, ni tampoco lo angustioso. Lo fome en cuanto palabra coloquial, en cuanto concepto, solo tendría sentido en nuestras latitudes. De esa forma, sería algo propiamente chileno. Nuestro propio "spleen". Cada una de las canciones del disco de Los Tres crean el cuadro sarcástico desde el cual se dibuja este imaginario de lo fome como estética y también como canto a ratos desesperante, a ratos iluminador. En los últimos minutos de la canción Restorán, por ejemplo, se puede escuchar lo siguiente: "ríe cuando todos estén tristes/ríe solamente por reír", a modo de mofa de la vieja canción de Happening con Ja. El nuestro es el tiempo donde el espectáculo lo legitima prácticamente todo (Guy Debord). Una necesidad de satisfacción constante. Deseo neurótico. Placebo sin efecto. Es así que lo fome expresa nuestra condición más íntima tras bambalinas. Se acaba el show, se apaga la tele y todos revelan su verdadero rostro, sin máscara. Acaso también, sin otra ideología que la banalidad. A 20 años del clásico disco de Los Tres, nada más contingente, nada más significativo, nada más real que lo fome.
sábado, 24 de junio de 2017
Alien: Covenant
Alien Covenant: No es tan terrible como se cree. La atmósfera de las precuelas a la Alien original hay que entenderla más bien desde un trasunto filosófico: la invencible pregunta sobre la creación, de la mano de los xenomorfos. Así como ellos en la primera saga eran creaturas sin una motivación racional, seres de pesadilla acechando en medio de la nada del espacio exterior, en esta precuela se deja ver que son parte de algo mucho más grande. Eso se puede explicar en la historia de los androides, en particular, David, el sobreviviente a la última expedición. Su razón de ser se va haciendo notar de a poco, de manera terrorífica. Busca a toda costa entender su origen, su propósito como creación y luego como creador, en un oscuro proceso de vida y muerte. Así evoluciona hacia una especie de nihilista romántico, que comienza a ver en la raza humana el signo de la aniquilación. Creaturas indignas de su creación, como él mismo confesaría a Walter. En una parte David evoca el Ozymandias, poema de Percy Shelley, haciendo referencia a Ramsés II, un faraón poderoso de Egipto reducido luego a una estatua en el desierto. Es con ese poema apocalíptico que el androide simboliza el deceso de sus creadores, los humanos. La muerte de los padres, para dar lugar a las creaturas, los androides, los xenomorfos. Luego de citar ese poema, sin embargo, David se equivoca y lo atribuye a Lord Byron. Posteriormente, Walter le corrige y le señala el verdadero nombre del autor del poema, Percy, el hombre de Mary Shelley, la autora del Frankestein o el moderno Prometeo. La metáfora entonces habla del proceso de humanización del androide; su error inicial es la prueba decisiva. ¿Tienen la voluntad para seguir viviendo o merecen morir? Esa quizá es la interrogante que de manera solapada se preguntan los creadores respecto de sus creaturas, las cuales, a su vez, se rebelan haciéndose ese mismo cuestionamiento respecto de sus creadores. ¿Quien sobrevive: la obra al creador, o el creador a la obra? Toda esta disputa viene a ampliar el universo previo del alien original. No superará al primero en la mística, pero sí crea otra ficción posible.
viernes, 23 de junio de 2017
Después de la hora de permanencia, se armó una conversa con el colega de historia y de inglés. Surgió de repente el tema de los concursos para hacer clases en la Antártica, en específico, en la llamada Villa Las Estrellas. El profe de historia remarcaba que los sueldos, considerando el tiempo de estadía y los riesgos que implica hacer "patria" a la cresta del mundo, son significativamente más elevados que en cualquier otra zona del país, alcanzando incluso los tres palos mensuales. -No estaría nada mal por todas esas lucas, aunque olvídate de la ciudad y de todo-, repetía el colega de inglés. Le asentí agregando que era demasiada plata para un profesor, como debería ser realmente, aunque a cambio de dejar atrás todo el esquema citadino y, de hecho, todo nuestro esquema de vida actual durante un largo período de tiempo. Un tanto intrigado con nuestro temprano entusiasmo, el colega de historia continúo explicando que, sin embargo, había un gran requisito excluyente, o, mejor dicho, un gran inconveniente. El concurso solo llamaba a parejas de profesores. Idealmente, a casados. Ni por asomo a profesores solteros. "Chucha, entonces ahí sí que estamos cagaos", replicó el de Inglés. Risas. Le decía que habría ya que pensar en casarse con tal de hacer clases allá. Por supuesto, se lo decía en broma. El colega de historia permanecía con una sonrisa corta, aunque escuchando las tallas. En su silencio, él, un tipo casado, con hijos, quizá no podía entender cómo sus compañeros de trabajo todavía presentaran ese obstáculo invalidante, esa condición de soltería y que incluso se mofaran de ello con tanta liviandad, pero con una cierta resignación oculta. "Voy a empezar a llamar a mis ex compañeras, a ver si alguna cae, y está dispuesta a casarse y cagarse de frío por casi tres palos", seguía el colega de inglés, aludiendo aún más a la irónica posibilidad. La palabra matrimonio, después de esa simpática charla, saliendo por el pasillo inundado por la lluvia, empezó a teñirse luego de una escarcha helada. De un aire abismal. El colega de historia desapareció de repente una vez que entró al baño. El de inglés iba a conversar algo con el director. No se sabía qué. Solo una cosa era cierta, saliendo del instituto: Una cuantiosa cantidad de dinero y unos cuantos grados bajo cero nos separaban de la posibilidad remota de sentar cabeza.
miércoles, 21 de junio de 2017
La niña fantasma
La Hermandad, el programa sobre fenómenos paranormales de CHV, relató ayer, en una parte, el extraño caso de la niña fantasma del Bar la Playa. Según se cuenta, apareció en una fotografía del año 2001 tomada por Pablo Alarcón. Lo más intrigante de todo fue cuando el equipo experto bajó al sótano para comunicarse con la entidad mediante aparatos psicofónicos, en el mismo lugar donde se encontraron antaño sus restos mortales. En el lapso de unos minutos, la niña fantasma respondía a las preguntas del equipo. -¿Te quieres ir de aquí?-. -No-. -¿Eres feliz aquí?-. -Sí-. Allí donde se escondía la niña fantasma, el sótano del bar, casualmente se había lanzado un libro de poesía, hace ya casi ocho años. En otras ocasiones, se habían hecho peñas y una que otra tocata. Pero en ningún instante, se advertía siquiera una intuición de su presencia. No era la circunstancia propicia, a pesar de la oscuridad. El jolgorio de ocasión, la ebriedad, el ritmo desaforado, todo ocurría en el mismo sitio donde aquella niña mantuvo contacto con los comensales. Un alma que quizá, robando las palabras del señor Hugo Zepeda, no había podido todavía "pasar al otro plano", so pena de algo que la vincula con este mundo, y en particular, con el local, (un trauma, un recuerdo), o bien, por la confusión de este plano de realidad con el otro. Como sea, los relatos, su proliferación, su infinitud, pueden hacer hablar hasta a los muertos. "El universo es el esfuerzo de un fantasma por convertirse en realidad", decía Juan Luis Martínez, porque así como existen relatos del más acá, también pueden existir relatos del más allá, del más allá del plano formal del lenguaje y las leyes materiales, incluso coexistiendo en tensión o en completa integración, sino pregúntenle al escritor Néstor Flores Fica, que, a propósito, profundiza en este hecho paranormal con su novela El fantasma del Bar la Playa, la cual espero leer pronto, de modo que el puerto se reviste ahora, en sus días invernales, de una atmósfera de misterio y de opacidad, ya que la literatura también es, a su manera, un asunto de fantasmas.
martes, 20 de junio de 2017
Buenos para nada
Muchos se jactan de ser tal o cual cosa. Es de lo más común del mundo. En cambio, pocos se jactan del hecho de ser unos verdaderos "buenos para nada". No veo allí nada vergonzoso. Sino que, por el contrario, motivo de orgullo. Incluso, de cierta condición de privilegio. Hay todo un arte, hay toda una ciencia en no ser nada. (Léase, "El hombre sin atributos" de Robert Musil).
Sala cero
Hay una sala desocupada junto a la puerta de la secretaría. Una sala que hasta el momento no tenía ningún uso en particular. La directora del año pasado la llamaba la "sala de reflexión" con una sonrisa irónica. La llamaba así porque no hallaba de qué otra forma llamarla (o porque, para ella, inconscientemente, la reflexión no conduce a nada). Una sala dispuesta en un principio para clases pero que quedó a la deriva y, por tanto, disponible para cualquier otro motivo de alternativa o emergencia. Allí, en esa sala cero, se realizó uno que otro consejo de profes. También allí se dejaba a los pendientes que debían notas o trabajos. Algunos se metían allí durante el recreo para ponerse a jugar a la pelota. Incluso se realizó allí una convivencia exprés para el día del alumno. La mayor parte del tiempo funcionaba como una especie de bodega de libros o materiales en desuso. En ciertas ocasiones, cuando ya no quedaba nadie, la sala permanecía completamente vacía, incluso libre de objetos inertes. La sala de clases que nunca lo fue. El viernes en la mañana, sin embargo, al cruzar por el pasillo lateral a esa sala vacía, se podía divisar a través de las ventanas a un montón de gente sentada, mirando de frente una diapositiva y atenta a lo que parecía ser una profesora o coordinadora de algo. Una tipa fumaba afuera de la entrada a la secretaría, cerca a la puerta de la sala cero. Le pregunté a la secretaria quienes eran todas esas personas desconocidas. Ella dijo que eran del SENCE. Eran cesantes que asistían a un curso de capacitación laboral del SENCE. Por x motivo, confidencial, oculto al profesorado, la directiva había decidido habilitar de un día para otro esa tan pintoresca sala vacía para algo más que un fin vicario o residual. Los cabros, ni tontos ni perezosos, notaron el hecho. Una de ellas preguntó quienes eran. Otro qué hacían allí. El director había dejado en claro que no podían tener contacto con los cesantes invitados, a fin de evitar inconvenientes. Recuerdo que un alumno en recreo tiró una talla de antología al respecto: "¿Nos están acaso mostrando indirectamente nuestro futuro?". La directiva, como siempre, con sus decisiones a puertas cerradas, había dejado el instituto, que no es ni de los profes ni de los alumnos, a disposición de agentes extraños, con el fin de "abrirle las puertas" a los cesantes al universo laboral, tal cual como solía repetir la encargada del curso. Buscar una oportunidad de capacitación laboral en el interior de las dependencias de un instituto dos por uno. No deja de parecer irrisorio y anecdótico. La sala cero se volvía así la metáfora del universo laboral; uno que solo se abre en la medida de la necesidad de los otros, y que, sin nadie adentro, no revela otra cosa que el vacío de su utilidad.
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