jueves, 14 de agosto de 2025

Apuntes y digresiones sobre escritura narrativa de no ficción.

I


En la “crónica y relación copiosa y verdadera de los reinos de Chile” de Jerónimo de Vivar, hay una frase que reza: “por mis ojos vi, por mis pies anduve y con la voluntad seguí”. De lo que se sigue que el cronista debe estar ahí, en calidad de testigo de lo que escribe, y tiene que hacer el trabajo de campo que sea necesario. En buen chileno, ir donde “las papas queman”. Tiene que estar dispuesto a “quemarse” o ensuciarse. En cuanto al tiempo, puede, de hecho, “llegar tarde” y merodear, atestiguar, encontrar un foco y contar una historia única, que será, a la larga, la suya propia y la de otros. Tal como en las primeras Crónicas de Indias, se puede extrapolar esa sensación de asombro a lo desconocido, hacer de cada nuevo evento una experiencia irrepetible, dotarla de un registro inaudito, describir aquello que se quiere describir como si no hubiera sido conquistado nunca antes, como si apareciera ante uno con todo su salvaje esplendor.



II

Si así se lo propone, el cronista emprende un viaje “a la americana”, que puede ser también el propio objeto de su historia. Puede contar allí qué dificultades encontró en el camino y evaluar si realmente había un destino más allá de la ruta. Dejar plasmada en esa escritura la “ilusión de vida” como dijo Juan Villoro, porque “cuando hablamos de una historia viva, hablamos de una historia de la cual formamos parte, una historia que palpita, que nos tiende un puente”.



III

Se dice que el cronista no solo llega tarde, sino que siempre “sueña con ser el último en llegar”. Escribe a destiempo a propósito, o quizá sea inevitable hacerlo de esa forma. Escarba en el tiempo de la historia como quien se propone reconstruir los relatos sobre un edificio quemado y cerrado, sin testigos ni culpables.



IV

Se pretende escribir un “libro mausoleo”, uno con el que “se pueda morir tranquilo”.



V



El profesor de Escritura de no ficción dijo que “en la crónica se puede hacer de todo, hasta mentir”. La referencialidad no es garantía de veracidad absoluta, tampoco de objetividad, pero en ese contrato tácito entran los matices, los recovecos, los intersticios, donde se puede decir y no decir, hablar o callar, tomar la decisión de contar o no contar determinadas cosas o determinados hechos. Hay en ello una voluntad de apertura y de hermetismo, saber calibrar lo que entra y lo que sale, so pena de expulsar ciertas sombras y de esconder con llave determinados tesoros.

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