viernes, 5 de abril de 2024

Cuarenta aniversario del diario de Winston Smith

Un 4 de abril de 1984, Winston Smith en la novela 1984 de George Orwell, escribió la primera entrada de su diario: "Y se le ocurrió de pronto preguntarse: ¿para quién estaba escribiendo él este diario? Para el futuro, para los que aún no habían nacido". En un rincón, escondido del Gran Hermano, Smith escribió a mano limpia como forma de resistencia. Cuarenta años de este hito en la ficción orwelliana. ¿Seremos acaso, los escritores de diarios, los blogueros, los cronistas anecdóticos, los que escribimos a pulso, la resistencia de una época distópica, aquel futuro presente?

jueves, 4 de abril de 2024

Penumbra de provincia I: De la vida te vas

"Alguna vez fue que planeamos
Hacernos todo el daño de una vez
Dictando una sentencia desafiante". Soda Stereo, No existes.

El set televisivo se sumió en un silencio incómodo, mientras las cámaras continuaban grabando, capturando la desconcertante revelación que estaba ocurriendo en tiempo real.

-Entrevistador: (mirando a la cámara) A veces, las sombras son más reales que la propia gente. Pero hablemos de ti (dirigiéndose a Miranda) ¿Cómo es sentirse manipulada, Miranda? ¿Cómo es ser parte de una historia que no controlas?

-Siempre será difícil lidiar con la verdad. Supongo que para eso existe la poesía: para expresar lo que tememos conocer-, dijo Miranda, en vivo, sin tapujos.

Ella ya estaba enterada sobre el mantra de las conspiraciones en el terreno político, pero nunca se imaginó que estas pudieran desatarse en un medio en apariencia tan virtuoso, tan puro: el literario. Quizá sea porque nunca fue realmente tan virtuoso, tan puro. De todos modos, Miranda se sonrío. Sabía que estaba a salvo y que sería respaldada, pasara lo que pasara.

Las sombras, hasta entonces ocultas entre las páginas de su libro y los murmullos de la ciudad, se proyectaban en las pantallas de los espectadores.

Por su parte, Ángel se vio obligado a confrontar los secretos de Miranda. En ese momento, la visión de un terrible crimen que involucraba a una antigua pareja de poetas del puerto se le reveló en pesadillas. Dicha visión, que ya había adivinado luego de ver la película “Hay algo allá afuera” de Pepe Maldonado, se convirtió en un reflejo distorsionado de su romance, en un auténtico pandemonio amoroso.

No podía creer lo que había escuchado, ni tampoco podía imaginar su papel en la revelación.

La noche caía, pero no traía consigo la calma. En el rincón de un café, Ángel y Miranda se encontraron, no como amantes que danzaban entre las sombras, sino como dos adversarios enemistados a muerte.

—No puedes seguir evitando la verdad, Ángel. Di la verdad. —dijo Miranda, con mucha frustración.

Ángel frunció el ceño.

—¿De qué verdad me estás hablando? -

Miranda soltó un suspiro.

—Esta farsa, Ángel. No se puede continuar así. No es vida. Tenemos que enfrentar la verdad-.

Ángel se levantó de su silla con un gesto brusco.

—¿Y qué esperas que haga, Miranda? ¿Que lo revele todo? Estás loca.

La poeta levantó la mirada. Sus ojos chispearon con una mezcla de dolor y desafío.

—No te estoy pidiendo que confieses todo, pero esta fachada nos está destruyendo. Mi vida se está yendo a la mierda, entiende. Y tú no puedes seguir haciendo como si nada, hueón.

Las palabras resonaron en el café como un eco discordante. Los clientes cercanos se sumergieron en sus propios murmullos, inconscientes de la tormenta que se libraba.

—Esto es lo que soy, Miranda. No puedes pedirme que renuncie a lo que soy —replicó Ángel, obstinado.

Miranda se puso de pie. Su figura tembló bajo la presión.

—No te estoy pidiendo que renuncies, Ángel. Te estoy pidiendo que enfrentemos la verdad juntos, incluso si eso significa perderlo todo.-

La discusión continuó, sin aparente fin. En aquel rincón, Ángel y Miranda se enfrentaron a la encrucijada de sus emociones. El café envolvió las palabras no dichas, las lágrimas no vertidas y los demonios que, por un momento, parecían querer liberarse.

Ángel, confundido y herido, buscó respuestas en los ojos de Miranda, pero encontró solo un abismo lleno de desconfianza.

—Si hay algo que debas decirme, hazlo ahora. No podemos vivir en las sombras para siempre —exigió Ángel, agitado.

Miranda se volvió hacia la ventana y miró por un momento al exterior, bajo un atardecer implacable

—Ángel, hay verdades que nunca podremos entender. Valparaíso nos ha marcado desde siempre. Quedamos solos, quiltros, sin metafísica. Lo que queda de nosotros es la intuición de un oscuro desenlace.

—¿Pero cómo pudiste formar parte de esta mierda? ¿Que sacabas con ser parte de la conspiración? — se cuestionó Ángel.

Miranda, seria, dio vuelta la mirada, otra vez.

—¿Y acaso tú no eres parte de la conspiración acaso? No tienes idea, Ángel. La literatura no es un juego, es un campo de batalla.-, le dijo a Ángel.

Ángel la miraba extenuado.

-A veces, para ganar la partida hay que sacrificar algunas piezas en el tablero. Con nuestro sacrificio ganaba todo Valparaíso-.

—¿A qué te refieres, Miranda, con que todo Valpo ganaba? Los únicos que ganaron fueron nuestros verdugos en las sombras-.

Miranda le observó con una mirada repleta de incertidumbre.

—Valparaíso es un poema inacabado, Ángel. Nuestras vidas fueron la materia prima . Pero ten cuidado, porque la verdad que ansías te puede dejar sin palabras-.

El sueño se desvaneció lentamente. La plaza, que había sido testigo de muchos dramas, ahora se sumía en el silencio nocturno.

Miranda, con la mirada fija en Ángel, se le acercó.

—Ángel, tus palabras pueden ser convincentes, pero las sombras que te rodean no son simplemente material para tus textos. Hay verdades que no puedes eludir —replicó Miranda, sosteniendo un ejemplar de su primer libro en la mano.

-Léelo de nuevo y date por enterado-, repitió ella. Le entregó el libro, aquel viejo libro a Ángel, una vez más. Al hojearlo, le indicó una página específica. Había unos versos ilegibles. Decían: "De la vida te vas, y de la muerte no vuelves".

Al leer esos versos, Ángel vio en su mente cómo una pareja en la Plaza Victoria estaba matándose a golpes. Fue corriendo a detenerlos, gritando con todas sus fuerzas, sin ser escuchado. Tan pronto como la pareja desapareció en la bruma de la noche, Ángel sintió algo caliente en la cabeza. Un golpe que jamás logró advertir, un golpe que vino como el karma desde un pasado remoto.

Ángel, atrapado, cayó al suelo y recordó a Miranda, quien observaba impotente cómo la historia de Valparaíso se desvanecía frente a él.


miércoles, 3 de abril de 2024

Encuentro con Carlos Johnson Bordalí y su libro sobre Quetzalcóatl

En la librería Mar de libros, me encontré a un caballero bien vestido que llevaba tres libros en sus manos.

“Los estoy vendiendo, joven”, me dijo.

“¿Son suyos?”, le pregunté.

“Sí señor”, me respondió.

De inmediato, me mostró sus libros. Se trataba de una trilogía de poemas temáticos en torno a la figura de Quetzalcóatl.

“Una tetralogía, porque falta uno en la lista”, afirmó el caballero.

“Me llamo Carlos Johnson Bordalí y no es por creerme, pero ningún poeta en Chile se ha propuesto una tetralogía como esta”.

Fueron las palabras del poeta, muy seguro de sí mismo y del impacto de su obra, luego de reseñarme un poco su biografía al vuelo. Me pregunté de inmediato si ubicaba a algunos de los poetas porteños que pululan por ahí.

“Depende de a quién te refieras”, dijo.

“¿Ubica a Juan Cameron, por ejemplo?”.

“Claro que sí”.

Don Johnson se veía más o menos de la misma edad de Cameron, así que debe ser de la misma generación. Lo raro es que nunca había escuchado de Johnson pero sí de Cameron, en mis tiempos de andanzas poéticas, por lo que este encuentro resultó ser uno de aquellos encuentros fortuitos a la manera surrealista de Lautreamont.

Me fijé en la portada de uno de los libros. Figuraba en ella la bomba atómica, y llevaba por título, “Quetzalcóatl. La serpiente de pluma preciosa. Los Soles o Edades del Mundo”. Don Johnson se acercó un poco más para mostrarme la edición.

“Aquí represento la edad del Quinto Sol, de acuerdo a la leyenda azteca. Sería el Sol bajo el cual vivimos, y se trata de una época convulsa. Aquí hablo de criaturas que se van a devorar a los hombres, los monstruos del crepúsculo”, explicó Don Johnson, muy entusiasta.

“Se parece mucho al Kali Yuga, era en la cual también nos encontramos”, le aclaré, subrayando la analogía.

“Algo así”, confirmó el poeta, “aunque acá profundizo en la mitología nahual. Si lo lees podrás leer en clave poética la realidad”.

Capturó mi atención aquel libro con la bomba atómica y la alusión a estrellas y dioses antiguos, primero, porque no se estila esa clase de temáticas en la poesía porteña; y segundo, porque encuentro en la propuesta de Johnson un paralelo muy significativo con la obra de otro porteño más joven: “Escatología. Poemas para un holocausto nuclear” de Vladimir Boroa. Advierto un diálogo posible, ahí, en la lectura mítico poética de nuestros tiempos que parecen cada vez más la antesala de una nueva Guerra Mundial post atómica.

Impulsado por esta analogía, le compré el ejemplar de su libro Quetzalcóatl a Carlos Johnson. Me ofreció una tarjeta de presentación en caso de querer sus otros libros.

-Analista de sistemas y poeta-, le dije, antes de irse.

-Así es. Mis pasiones-, aclaró.

Sabía que el analista de sistemas era un profesional dedicado al mundo de la informática. Sin embargo, la asociación era demasiado fuerte. A su manera, un poeta también podía ser un analista del sistema, un analista que indaga en sus voces enterradas, en sus relatos escondidos, en sus palabras vaciadas de significado, para retrotraerlas al mito y darles una forma nueva.

Abrí el libro de Don Johnson y, en su prólogo de Sergio Infante, decía: “Lo sagrado y lo profano se tocan mutuamente”.

lunes, 1 de abril de 2024

“Destinos del alma” y el legado macabro de los libros de piel humana

La Universidad de Harvard ha retirado de su biblioteca un libro encuadernado con piel humana. El libro es del siglo XIX, se llama “Des Destinées de l' Ame” (Destinos del alma) y fue escrito por Arsene Houssaye. Durante el año 2014, se descubrió que el libro estaba revestido con la piel de una mujer mentalmente enferma que había fallecido de un ataque al corazón. Houssaye le habría regalado una copia a su amigo, el doctor Ludovic Bouland, y este habría usado la piel de su paciente con la excusa de que “un libro sobre el alma humana merecía tener una cubierta humana”.

La Universidad tomó esta decisión en respeto de “la dignidad de las personas”. Hay que considerar, sin embargo, que el libro estuvo allí más de noventa años. No fue hasta el 2014 que recién decidieron sacarlo, cuando se realizó un análisis científico que confirmaba el hallazgo de piel en su cubierta. En el año 2022, Harvard confirmó además la existencia de más de veinte mil restos humanos en su colección, desde esqueletos hasta dientes y pelos.

La práctica de encuadernar libros con piel humana era llamada “bibliopegia antropodérmica” y se remonta al siglo XVI. Era una práctica muy frecuente entre los médicos que tenían acceso a los cuerpos para realizar disecciones. Por eso, la Universidad advirtió el problema ético que implicaba contar con semejante material y actuó en consecuencia.

Al investigar un poco más sobre este extraño caso, se destaparon otros hallazgos de libros cubiertos por piel humana. Lo más escalofriante de todo es que “Destinos del alma” solo sería un libro entre muchos otros. Existe un libro que data de 1821 y documenta el asesinato de Eliza Balsum por parte de John Horwood. Se habría usado la piel del asesino para tapar el libro sobre su caso. Los familiares del occiso alegaron que dicho encuadernamiento era un acto de venganza post mortem.

Existen otros libros que también están hechos de la piel de asesinos. Uno de ellos versa sobre William Burke, quien mató a más de quince personas, solo para poder vender sus cuerpos. El libro es de bolsillo y está compuesto de notas personales. En su interior está registrada la fecha de la ejecución de Burke: 1829. Otro asesino cuya piel cubrió el libro sobre su crimen, fue William Corder, quien mató a una mujer llamada María Marten, en un caso conocido como “El asesinato del granero rojo”. La historia de este caso llegó a inspirar algunas canciones y obras dramáticas, de modo que el asesino, paradójicamente, acabó inmortalizado. Qué irónico: matar para luego morir condenado y vivir eternamente en la piel del libro sobre tu vida que otros leerán con morbo.

Nunca se supo cómo fue que la piel del asesino fue usada para encuadernar estos libros. Se trata de un misterio solo equiparable a un relato digno del universo de Lovecraft: las bibliotecas como portales hacia el terror materialista. Ahora ¿Quién puede asegurar, a ciencia cierta, que algún libro de nuestra propia biblioteca personal no contenga un mínimo residuo humano? ¿Se ha hecho acaso, al momento de adquirir los libros de la colección, algún examen riguroso de bibliopegia? La sola idea de que, al menos una vez en nuestra vida, hayamos tenido en nuestras manos un libro con materia humana, resulta espeluznante. De seguro, caro lector, para la próxima vitrina tendrá más cuidado al consultar de qué material está hecho el libro que le interesa.


domingo, 31 de marzo de 2024

¿Por qué los huevos para celebrar la resurrección de Cristo? Existen varias explicaciones y se remontan casi a los orígenes de la civilización. En Egipto, el huevo era sinónimo de vida. Se cuenta que Osiris y Tifón lucharon y encerraron todos los bienes y males del mundo en un huevo, en un paralelo con la caja de Pandora. Durante la antigua Germania, incluso, celebraban a la diosa Estre porque traía fertilidad, y los conejos representaban la abundancia. Los cristianos primitivos, por su parte, se abstuvieron de comer carne y huevos durante la Cuaresma, por lo que, al llegar el día de la Pascua de resurrección, festejaban y salían a repartir huevos decorados entre los suyos. Si vamos más allá en la simbología, el huevo en sí mismo tiene una relación metafórica con el sentido de "vida nueva" que Cristo representaba al vencer a la muerte y despertar glorioso. Me permito citar en este punto un clásico fragmento de la novela Demian de Herman Hesse que, si se aguza la mirada crítica, guarda una analogía curiosa: "El pájaro rompe el cascarón. El huevo es el mundo. El que quiere nacer tiene que romper un mundo. El pájaro vuela hacia Dios. El Dios es Abraxas".

sábado, 30 de marzo de 2024

Con la polola hicimos un ejercicio de definir al otro, en una sola frase. Ella dijo de mí: "Un hombre culto que le gusta disfrutar de la vida". El prisma con que definimos a los otros depende mucho de cómo cada quien se define a sí mismo. Al definir al otro definimos muy bien nuestra propia idea. Nuestras palabras, nuestros dichos, hablan muy fuerte de lo que somos, a menos que desconfiemos demasiado del lenguaje y su capacidad interpretativa.
Mi madre ha dicho que, con sus penas a cuestas, ha comenzado a extrañar a Dios. Conmovido por sus palabras. Tristes pero bellas en su reflexión. Los existencialistas como Jean Paul Sartre y Albert Camus también renegaron de Dios en su momento, pero luego tuvieron una "conversión", aceptaron que no es posible renegar del todo de la dimensión religiosa, sin antes quedar un poco vacío, un poco huérfano, ante el absurdo de un mundo sin sentido trascendente, con pura inmanencia. En Camus, esto queda en evidencia tras las conversaciones que mantuvo con Howard Mumma durante sus últimos años. Aceptó su incapacidad para entenderlo todo sin considerar la religiosidad. Por su lado, en Sartre fue decisivo un diálogo que mantuvo con un marxista, pocos días antes de su muerte, diálogo recogido por Le Nouvel Observateur. En ese diálogo, el filósofo afirmó que no se percibía "como producto del azar, ni como una mota de polvo en el universo, sino como alguien que ha sido esperado, preparado, prefigurado. En resumen, como un ser que solo un Creador pudo colocar aquí". El escepticismo no tiene por qué estar reñido con el sentido de una trascendencia allende la física o una profundidad espiritual más allá de la materia. Al zozobrar la carne, al sentir la oscilación de la vida, suele ocurrir, en los espíritus sensibles y en las mentes reflexivas, un episodio que confronta los propios conflictos internos con la inmensidad de un absoluto inabarcable. Es allí donde inicia la posibilidad de Dios, o la posibilidad de plantearse su existencia, a través de la experiencia sensible de la vivencia humana. Hay todo un misticismo en esa "duda final", en ese umbral que conecta el sufrimiento terrenal con la creencia en un orden superior. 
Un sticker de San Pancracio cayó al suelo tras despegarse del ramo que mi polola colgó sobre el espejo. Si uno piensa en la causa lógica y científica, solo se agotó el adhesivo del sticker. Sin embargo, una lectura más poética y rica en simbolismo podría asociar la caída de la imagen del santo desde el espejo con el día en que Jesucristo permanece muerto, día de luto, de silencio y de espera vigilante. Día en que lo santo desciende al mundo de los muertos para luego ascender glorioso. La lectura mítica religiosa de este simple hecho cotidiano es tal que el espejo mismo podría significar algo trascendente: la proyección de la eternidad en la materia, de lo que se repite en el tiempo para luego volver a su verdadera identidad: “Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después veremos cara a cara. Ahora conozco todo imperfectamente; después conoceré como Dios me conoce a mí.” (1 Cor. 13, 12).

viernes, 29 de marzo de 2024

Viernes santo de reflexión. Cargo todavía con un dolor de cabeza producto de la caña de anoche, ese será mi viacrucis. La polola ya emigró con su familia. Mientras tanto, medito en la soledad de la pieza con un té de hierba, sobrio y penitente.

INRI

La inscripción INRI que fue colocada encima de la cruz de Cristo se traduce como "Jesús el Nazareno, rey de los judíos". Según el Evangelio de Juan, el acrónimo habría sido escrito por orden de Poncio Pilato para definir el motivo de la crucifixión de Jesús. Mucho tiempo después, se usaría la expresión en español "para más inri" con el mismo sentido de "por si fuera poco", es decir, para referir una situación que ya ha superado algún límite de absurdo, dramatismo o tragedia. En pocas palabras, "para más inri" equivaldría a una crucifixión metafórica, en virtud de un infortunio.

Ahora bien, hay otro significado de INRI que ha quedado relegado al plano esotérico. Aparte de su alusión a Jesús, las iniciales del acrónimo podrían significar lo siguiente, traducido del latín al español: “Por el fuego se renueva la Naturaleza”. Esta posible acepción me habla de un sentido más profundo. Puede ser el principio purificador del fuego, su ciclo de disolución y regeneración (cual Cristo crucificado y resucitado) y también puede ser el principio creador, la Palabra al comienzo, pronunciada por el Altísimo. De hecho, INRI puede tener otras combinaciones, alusivas al Reino Interior o al Nombre inefable al inicio de todas las cosas.

La cuestión es que el INRI me ha perseguido durante este último tiempo, a raíz de sus diferentes y potenciales significaciones. Bien podría entenderse que, "para más inri" hemos tocado fondo y no haya aparente salida, pero también podría ser que la fórmula "Inri" sirva para invocar el fuego que renueva, y la palabra para pronunciar las cuestiones elementales.