Premisa: Descreer de los dioses no te hace automáticamente más inteligente ni razonable, así como ser un creyente no te hace inmediatamente más místico ni espiritual. Otra más: promulgar lo uno y lo otro tampoco es garantía de nada.
miércoles, 18 de noviembre de 2015
martes, 17 de noviembre de 2015
He ido aprendiendo por pura experiencia que todo tiende a la entropía. Lo recordé después de la mudanza. Una pieza que se deja estar simplemente vuelve al polvo. El orden es arbitrario. Completamente personal. Una cuestión puramente voluntaria. Una muleta para la vida. El viento que entra desordena los muebles. Los libros apilados se van carcomiendo si no se leen. La lluvia humedece el techo. Todo se hace mierda. Asimismo en las clases, si el curso queda solo, si los alumnos intuyen una mínima cuota de improvisación queda la cagada. Vuelven a su estado normal. De libertinaje. Como todo. De esa forma, un poco de acción es siempre necesaria, pero nunca suficiente. Al menor atisbo de descuido, el mundo conspirará para hacerte sentir chico, para contradecirte, para volverlo todo desorden. Ese desorden es a simple vista la ruina de los planes pero no es más que el movimiento natural de las cosas. Digo esto mientras le saco el sarro a la taza de café dejada anoche para volver a planificar, en la que una mosca permanecía muerta, como burlándose de esta palabrería, de este intento de controlarlo todo, de ponerle bozal al caos...
domingo, 15 de noviembre de 2015
sábado, 14 de noviembre de 2015
A propósito de París, Celine diría (En Viaje al fin de la noche): "El mundo no sabe más que matar. Cuando el mundo se vuelve te mata igual que un durmiente mata a las pulgas. Lo que sería morir bien tontamente, me digo, como todo el mundo, quiero decir. Tener confianza en los hombres equivale a dejarse matar un poco."
jueves, 12 de noviembre de 2015
A menudo con el tiempo los libros que una vez se prestaron sin retorno se parecen a amantes que casi no alcanzaste a disfrutar lo suficiente, y que por esas cosas del destino acabaron en manos de otro simplemente por exceso de arrogancia o de generosidad. Lo peor de todo, sin embargo, no es el hecho de haber sido engañado, sino la pérdida de la confianza en la palabra empeñada, y sobretodo, la incertidumbre sobre qué estará haciendo aquel otro con el antiguo objeto de tu posesión. Es ese "quizá" el que, sin duda, quita el sueño.
miércoles, 11 de noviembre de 2015
Tres tipos de clases
A lo largo del año, en base a una relativa experiencia previa y alguna cuota de despropósito, he podido distinguir tres tipos de clases.
Primero, las llamadas anti clases, aquellas en las que se pierden los límites, donde no se sabe si el curso ha llevado al extremo el horizonte autodidacta o lisa y llanamente se ha perdido el control del timón.
Están además las clases en blanco, donde los estudiantes apenas esbozan uno que otro gesto dominados por la desidia o por alguna clase de apatía sin causa evidente, a pesar de estar todos los elementos dispuestos para que suceda algo.
Y, por último, las no clases, donde en estricto rigor no hay clase pese a la planificación previa, ya sea por inasistencia completa o por motivo de fuerza mayor.
Cada una de estas clases se pueden definir en analogía con actos artísticos de vanguardia. Una anti clase, por ejemplo, puede compararse con alguna obra excesiva, hecha así a propósito para joder al público, y "escandalizar a la burguesía (o al profesorado)".
La clase en blanco, la cual adquiere un tono más ceremonial pero en un sentido distinto, de falta de reverencia, de sentido, podría ser comparable a alguna obra existencialista, llena de asco y contemplación.
Y la no clase, más cercana a la obra en ausencia, puede llegar a ser un ready made dadaísta o alguna de esas performances en las que el autor no hace nada y solo por el hecho de que él dice que allí hay algo lo hay.
Sería la pura idea. La pura iniciativa. Y solo por el hecho de estar ahí el artista, suponiendo que el artista sea esta vez el profesor, y no necesariamente los estudiantes (ausentes de la clase). Algo más o menos así sucede cuando la pedagogía, como el arte en general, se desvía de la norma.
martes, 10 de noviembre de 2015
A propósito: ¿Qué hubiese dicho de las redes sociales Mc Luhan? Él escribió "el medio es el masaje" en los 60. El televisor era lo más revolucionario. Hoy la máquina virtual responde a otras necesidades. Cuando damos un like no estamos haciendo lo mismo que un zapping, aunque se trate solo de un movimiento de dedos. McLuhan se quedó atrás. Quizá William Gibson sea la respuesta...
lunes, 9 de noviembre de 2015
Sólo para fumadores
Ayer Hernán Rivera Letelier entrevistado en un canal de arte del cable, no recuerdo exactamente cuál, responde que uno de los libros que volvería a leer las veces que fuera necesario sería "Solo para fumadores" de Julio Ramón Ribeyro, precisamente porque no era una guía ni un manual para dejar de fumar, simplemente era una catarsis, la confesión cruda de un fumador empedernido. Decía así es como debe ser la literatura: una obsesión sobre una obsesión. Así, siguiendo la línea de Ribeyro, se podría escribir sobre casi cualquier cosa, obsesivamente, sin siquiera apelar a la odiosa moralidad.
El corazón en tus manos
Tarde anoche viendo uno de esos episodios de Mea Culpa. Era tenebrosa la atmósfera y la música. Sin embargo, los crímenes y los motivos parecían de lo más cotidiano. Quizá por eso mismo daban miedo. Se veía uno reflejado como si fuese de lo más miserable. El episodio de ayer: "El corazón en tus manos". Un tipo que luego de serle infiel a su esposa, comienza un romance con una cajera de supermercados. Arma todo un idilio, llegando a vivir una vida paralela. En su esfuerzo por hacer perdurar esa farsa amorosa gasta de los ahorros de su pareja y compra un departamento, roba un auto, se fuga a la playa, huye del compromiso como huyendo de la propia civilización, como a su vez huyendo de la obligación del amor. Pronto la cajera en su astucia lógica sospecha algo raro. Se aburre de la ambiguedad del tipo. Comienza a postergarlo. Sale con otro. La pareja del tipo se comunica con ella. Están de acuerdo en que el único equivocado de la historia es él. A su vez él mismo persigue a la cajera, celoso, confundido, y la liquida a vista y paciencia de todos. En calidad de comerciante, ella pedía algo que no podía darle: seguridad. A cambio de eso, el tipo mendiga una vida a través de la belleza de la amante. Le da la espalda al mundo. Su amor, o lo que él cree que es, resulta su coartada contra la realidad.
En la entrevista de Carlos Pinto, después de todo, lo que resulta más increíble es la tranquilidad del tipo luego de su crimen, luego de sepultar un proyecto de vida auto impuesto. Lo razona todo con la frialdad de un analista. Se abstrae pero muy en el fondo sigue más inmerso que nunca. La razón no alcanza a romper ese hielo. La razón no es suficiente, pero es necesaria. Es simplemente la careta para disimular un vacío. Los pedazos de un corazón ahora en manos de la ley. El amor como víctima y victimario. El crimen como máximo espectáculo.
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