lunes, 13 de enero de 2025

La Ateneo cierra sus puertas: ¿fin de una legendaria librería porteña?

Otra librería histórica de Valparaíso está a punto de cerrar. El dueño de Ateneo Libros, Juan Luis Benavente, quien lleva sesenta años con la librería, ha manifestado querer venderla. Su cansancio y su falta de adaptación al sistema moderno son algunas de las razones que esgrimió para dejar el negocio de su vida. Su familia tampoco tiene la intención de continuar con el legado, por lo que no tiene cómo mantenerlo en el tiempo.

Él mismo señaló que, si fuera por él, no cerraría nunca y que “solo Dios sabe cuándo”. Pese a todo, don Benavente se siente agradecido por el cariño de los clientes y, sobre todo, por Valparaíso, la ciudad que le ha “dado todo” (y que ahora se lo arrebata).

Ante la falta de algún comprador que desea continuar con el rubro, seguramente el caballero rematará y liquidará los libros de la Ateneo. Lamentable si así fuera. Hay quien afirmó ver en la librería una especie de “templo” al cual no se puede acceder, dada sus dimensiones, y que solo admite devoción y reverencia de sus lectores, como si fuesen los feligreses de alguna gruta perdida, impermeable a los avatares históricos.

Y es que la Ateneo, que remite a las sociedades de inspiración griega, donde se discutían “los problemas del cosmos”, se ha mantenido fiel a su noble visión, haciendo gala de un repertorio nutrido de clásicos, textos escolares, enciclopedias, joyitas literarias y libros de crónicas.

Hay quienes no pueden evitar la comparación con la enorme y majestuosa librería El Ateneo Grand Splendid de Buenos Aires, instalada en un antiguo teatro, a fines de los noventa, de dimensiones inmensas y siendo catalogada, por el periódico británico The Guardian, como una de las librerías más bellas del mundo. Sin embargo, nuestra Ateneo porteña es muchísimo más modesta, provinciana, diminuta, pero, no por eso, menos digna. Se parece más a un portal secreto hacia una dimensión desconocida, libresca, más que un paraíso barroco.

Nuestra Ateneo fue testigo del tiempo cambiante como el río de Heráclito. Vivió la época del régimen militar. Luego, el terremoto del 85, el convulso período de la Concertación, el cambio de siglo y de milenio. Mucho más tarde, lo que fue la asonada de octubre del 2019 y, para rematar, la pandemia orwelliana del coronavirus. En definitiva, la Ateneo se ha conservado como un faro de luz en medio de las tormentas de la época.

Pese a los contratiempos, se mantuvo estoica. Pero, como toda resistencia a un gran imperio, hay un momento en que se cumple un ciclo. En todo caso, lo ideal sería que se ciclo se cumpliera de manera orgánica, y no debido al abandono de las autoridades y los agentes de la cultura.

El cierre de la Ateneo, sin duda, es otro reflejo de ese abandono paradigmático que ya viene siendo parte del ethos profundo de la ciudad puerto, que alguna vez fue principal, que alguna vez tuvo ese carácter solemne del cual carece. Cada librería que cierra representa una derrota. Cada librería que se deja morir representa un triunfo para la indolencia. Pero tengo la convicción de que la historia sabrá velar a sus vencidos, y los lectores de la Ateneo sabrán preservar su memoria en el imaginario, porque el imaginario se sobrepone al presente y conjura otro tiempo, otra vida.

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