jueves, 31 de mayo de 2018

Una pareja de vagabundos borrachos echando la mona bajo la figura de la virgen y el niño dios, frente al que fuera mi antiguo colegio católico de básica. Cuando estaba por tomar la foto, un loco comentó al paso: "eso sí que es amistad wn". Otro compadre señaló: "Se van a achicharrar". El resto de los transeúntes pasaban por el lado mirando a la rápida, notando la extrañeza de la escena, pero sin prestar mayor atención. Una sola señora alcanzó a mirar a la estatua de la virgen y luego a los vagabundos como en una seña de incrédulo asombro. Miraba al cielo, advirtiendo el sol que los abrigaba, y, en cierta forma, al dios hipotético que los divisaba de reojo, encarnado en la figura estática de la santidad, cómplice del libre albedrío y el sueño etílico de estos cristianos anónimos.


Frío, sueño, antídotos existenciales...
Siempre supe que el apellido de Han, Solo, aunque parezca demasiado obvio, hasta fome, tenía que ver con su soledad.¿qué otro calificativo cabe para un forajido? ¿para el que no apoya a ninguno de los dos grandes bandos del universo moral y prefiere hacer de las suyas, siguiendo sus propios códigos al ritmo de la piratería espacial? Una frase me queda dando vueltas, una frase proferida por otro ladrón veterano: "nunca confíes en nadie". El acierto de la película fue plantear la problemática interna de esa afirmación, encarnada en nuestro devenido anti héroe. ¿Confiar o no confiar? ¿Se puede ser lo suficientemente independiente sin llegar a ser malo? ¿Se puede ser lo suficientemente autónomo como para tampoco llegar a ser de los buenos? La respuesta quizá la tenga el propio Han, en ese contraste de máscaras, entre los que creía sus yuntas o sus aliados provisorios, sin perder de vista el lucrativo objetivo de la supervivencia. ¿El amor, su ilusión, su proyección, podría haber sido esa respuesta? Vemos que los distintos derroteros que tomaron Han y Kira acabaron por dibujar un destino completamente distinto a la fábula romántica. El adiós del solitario pirata, en ese instante final, no era otra cosa que el adiós de la autodeterminación. En un universo donde el bien y el mal compiten por el poder, ya no cabe otra expectativa que la apuesta arriesgada del juego. Un ludismo revestido de gravedad, pero también de carácter. Nuestro solitario forajido establece un camino subrepticio, violando jurisdicciones y codeándose con los bandidos de la galaxia. Quien sea capaz de seguirlo, tendrá la oportunidad de probar su suerte y hasta ganarse su renovada confianza.
Ghosting: la desaparición como forma de cohesión social. Título de tesis aleatorio. Aplica para ex, "andantes", supuestos amigos. Como los dinosaurios, todos desaparecen

miércoles, 30 de mayo de 2018


La clase de hoy consistía en la introducción al mundo del mito. Producto de la lluvia, solo la mitad del curso asistió. 12 pequeñas almas, mojadas, aunque lánguidas. Se les pidió que hablaran con sus propias palabras sobre el mito y su significación. Unos pocos adelante hablaban sobre el carácter de falsedad. Mitos urbanos. La del medio, la chica solitaria, insistía en la definición de mitos y leyendas, las clásicas cartas mágicas. Los de al fondo, los displicentes, los "simpáticos", en cambio, permanecían como ostras, más silenciosos de lo habitual. 

Una vez que comenzaba el intento de motivación, se les mostró dos videos. Al momento que mencioné la palabra video, los de al fondo semejaban movimientos repentinos, aunque impostados. El desgano post lluvia era tal que la sala, con la luz tenue y la instalación del data, se iba pareciendo a un teatro de sombras chinas. Los videos tenían que ver con el mito selknam de la creación del mundo y el mito alegórico de la caverna de Platón. Ninguno de ellos, por supuesto, tenía idea sobre ninguna de las proyecciones míticas. Solo una chica, la del medio, la solitaria, decía haber escuchado por ahí algo sobre el mito de la caverna. El resto seguía con la duda sobre el carácter falsario o veraz de la mitología en general. 

Para efecto de la clase, se les pidió que explicaran por qué, en base a los videos vistos, el mito tiene tanta importancia para explicar el origen de una cultura. Nuevamente, ninguno supo dar con una respuesta eficaz. Uno que otro desatino, como insistir en que con menos de la mitad del curso no debían hacerse clases, o insistir en no hacer nada producto de la lluvia y sus efectos psicosomáticos en el cuerpo. "Lo que pasa, profe, es que la lluvia nos deja locos", decía uno de los cabros echado sobre la silla al fondo del rincón de la sala. "Te vai en puras falacias oye", le replicaba un compañero a su lado. "Sale mentiroso culiao". Entonces una chica a un costado, en una asociación inesperada, preguntó: "Profe ¿El mito es una falacia o una verdad?". Pregunta problemática. Intuición fresca, aunque aún inconsciente, de la chica. La pregunta por sí sola encerraba todo el dilema filosófico de occidente, o bien, el quid para la continuación oportuna de la clase. Se le respondió que una de las características del mito desde la antigüedad es que no responde al criterio de verdad/mentira, sino que responde a un criterio de universalidad atemporal, digamos, en palabras simples, a algo que va más allá del tiempo, a algo que fue y que puede volver a ser. El relato mítico explicaría muchas cosas que pasaron, pero también cosas que podrían pasar. "¿Cosas como qué?", se cuestionaba ahora otra compañera, menos participativa, saliendo al baile sin previo aviso. 

La chica, ante la perplejidad de sus compañeros, y dado su propio razonamiento espontáneo, no conseguía entender del todo la explicación, pero lucía algo satisfecha, al igual que las compañeras de más adelante, luego de entender que el mito en su acepción moderna no era una acepción definitiva, sino que, de hecho, una errónea con respecto a la original. "Clarito como el agua", decía en evidente tono irónico, a lo que una amiga suya saltó al paso y preguntó: "Profe, ¿quiere decir entonces que en ese programa "cazadores de mitos" todo lo que dicen es mentira?". "No pos hueona -respondió de inmediato la chica de antes-, significa que la palabra mito no quiere decir solo mentira, sino que también verdad, avíspate pos gila". 

La discusión seguía en ese tono hasta que otro chico tenía dudas respecto al mito de la caverna. Decía no entender nada. Preguntaba qué eran esos prisioneros, esas fogatas, esas sombras. Y por qué todo parecía graficado como en una especie de "película de terror". Nuevamente, la chica de la primera pregunta saltó a explicarle que la caverna en la que estaban encerrados era su única realidad, y que luego, al salir de ella, al ver la luz del sol, terminaban enceguecidos porque no estaban acostumbrados al exterior. Había entendido de manera elemental el sustrato de la alegoría, sin necesidad de ahondar en toda la faramalla metafísica, cuestión que resultaba del todo excitante. 

Así seguían encerrados, cabeza gacha, con una quietud que se iba haciendo tan apacible como inquietante, verdaderos prisioneros de la caverna pedagógica, hasta que al grupo del fondo, seguido del par de chicas de más adelante, en una tincada del momento, se le ocurrió asomarse a la ventana de la sala, semi abierta, para ver si acababa la escampada y volvía a llover como antes. "Ojalá se largue loco, quiero puro virar", comentaba uno de los cabros. No fue hasta que la chica de la pregunta corrió hacia la puerta que increíblemente se largó. Coincidencia cósmica, o cuasi intuición de pequeña filósofa del tiempo. Mientras llovía, la chica permanecía con los brazos abiertos empapándose de lo lindo. Los otros la seguían casi naturalmente, faltando solo cinco minutos para salir. En ese lapso intenté que volvieran a la sala, pero la escena era tan bella que primó el sentido estético antes que el disciplinar. Dejé que el resto de sus compañeros se sumaran al espectáculo de la lluvia con sumo desenfado. "La wea parece Singing in the rain", agregaba al paso la chica solitaria, arreglando sus cosas tímidamente para disfrutar también del imprevisto fenómeno de la naturaleza. Milagro del tiempo. Habían salido de la caverna pedagógica a su manera, habían vencido la mitología institucional, para rendirle un culto improvisado al cielo que en ese entonces permitió que los cabros conjuraran su propio pequeño escape, su propia epifanía. La caverna podía ser el propio colegio, pero la caverna podría estar en otras partes, o en todas. Liberarse, mojarse, era para ellos un comienzo, un amague de salida. Lo más cercano a una iluminación.

martes, 29 de mayo de 2018

domingo, 27 de mayo de 2018

"La literatura, al final, te va a noquear. Puede que salgas parado de la pelea, pero vas a quedar dañado". Roberto Castillo.
Cómo la literatura te puede "sacar la chucha".
¿Contará como ofensa acústica y como invasión al espacio personal el que unos evangélicos chuchasumadres te despierten en la mañana un día domingo (día en el que se supone su santo creador descansa) con su perorata bíblica archi relamida? Aunque, ojo, parece que esta vez cambiaron el guión, porque mencionaron algo sobre el caso Dreyfus. Desperté justo en el momento que hablaron sobre Israel y el Orden Mundial.
"Cuando el frío viene del corazón, no hay abrigo suficiente".

viernes, 25 de mayo de 2018

Un alumno en clases: -Profe ¿usted ha probado el LSD?-. -No, ¿por qué dice eso?-. -Es que tenemos que disertar para educación física, sobre las drogas-. -Ah, muy bien. Es un alucinógeno muy famoso-. -Sí, ¿pero ha probado otras sustancias?-. -No-. -¿Pero usted no fuma, no toma, nada?-. -Tomo de vez en cuando, para ocasiones especiales, cuando amerita nada más-. -Ah, pero qué fome profe, jajaja-. Decir la verdad en este caso habría sido poco profesional. El caso es que el chico se fue con una sensación leve de que le estaba mintiendo. Y con justa razón. Su intención tal vez era recabar información sobre el lsd de parte de alguien "experto". Podría haberle explicado con lujo de detalles, pero aquí la mentira fue protocolar. A eso se referían en el PIE sobre "mantener un estilo de vida acorde al ejercicio de la docencia": mentir con tal de no quedar frente al alumnado como un yonqui polémico sin moral para formar a sus jóvenes almas. Pero todo sea con tal de mantener una imagen correcta, aunque esa imagen no sea más que una alucinación curricular.

jueves, 24 de mayo de 2018

La señora del negocio tenía en la mañana el kilo de paltas a dos lucas. ¿Qué diablos? me dije entre mí. Le pregunté que cómo era posible. Contestó que no era ese, por supuesto, el precio mercado, sino que era un kilo de paltas que estaba rematando, para vender lo antes posible. Aclaró que eran Hass, para que no pensara que se trataba de paltas de segunda o tercera mano. Por un instante pasó por mi mente la idea de comprar esa inaudita bolsa de paltas a precio huevo, pero reculé a última hora. Habría sido la compra del día, aunque una compra del todo sospechosa. ¿Será ese acaso el excedente del oro verde? ¿Su capacidad intrigante y aceitosa maleable a la estricta ley de la oferta demanda? ¿Qué habría pasado si en la mañana hubiese desayunado pan con palta? ¿Este estado hubiese existido? ¿Ese kilo habría perdido necesariamente su valor, junto con su precio? El sentido, su cohesión, al final del día, se va escapando cual palta molida entre medio del sanguche.

miércoles, 23 de mayo de 2018

Tomé Elegía de Philip Roth, el único libro suyo en mi estantería. Había leído La conjura contra América hacía un tiempo, pero esa es otra historia. El hecho es que tomé nuevamente su Elegía. En esta ya comienza a visibilizar las mellas de su degradación y la de su medio circundante, pero dejando de lado la ironía para hurgar en la opacidad del asunto, de modo que, página tras página, Roth pareciera estar ensayando la intuición de la muerte, y construyendo una especie de biografía tanática. Lo dejaba evidente en su proceso de senectud como masacre, ligada a la debacle moral y al olvido irremediable, y también en el amor como proyecto irresoluto, formando parte de la misma lógica que había predicho Fitzgerald en su Crack-Up: la vida como un proceso de demolición. Su partida no tendría por qué sorprender a nadie, a ningún seguidor, a ningún lector acérrimo que haya internalizado la elegía narrativa recorriendo la gravedad de su pluma. La enseñanza que deja (si es que se puede sacar alguna) es directa y contundente: pensar sobre la muerte es, en cierto modo, ya estar viviéndola, o como reseña en su epígrafe de John Keats: tan solo pensar es estar lleno de tristeza.

domingo, 20 de mayo de 2018

Sobre el escrúpulo de los quisquillosos de Cannes al ver la última película de Lars Von Trier, The house that Jack built.
El hecho de que todavía haya gente que se escandalice con una película, (a estas alturas en que ya casi nada asombra en términos visuales) me indica que el séptimo arte goza aún de buena salud y aún puede sustraerse de su elemento meramente espectacular y complaciente. Igual, en todo caso, el tópico del asesino como artista es más antiguo que el hilo negro, con Thomas de Quincey en su El asesinato considerado como una de las bellas artes o la propia Seven de Fincher, con el loco Kevin Spacey sumando muertes como brochazos.
En la U leía un concepto, no me acuerdo de qué clase de teórico latinoamericanista, llamado "colonialismo mental". En efecto, después de que un pueblo alcanza su independencia política o su soberanía territorial, su cultura, su idiosincracia, en cambio, sigue estando dominada por algo que en términos esotéricos puede llamarse "egregor" o bien por un elemento del inconsciente colectivo que la impulsa a la subordinación. Pese a todo eso, al viejo discurso de la libertad, al relamido discurso de la democracia contra la monarquía, bañado en sangre, huesos, entrañas, nuestro equipo televisivo, pequeña colonia contemporánea, sigue haciendo cobertura inmediata y en tiempo real de todos los entretelones de la boda entre el príncipe de Gales y la ahora duquesa de Sussex. Y no podía ser menos, para un evento de tamaña magnitud: audiencia colonial, rating seguro. La televisión al servicio de lo real, digo, de la realeza.
"Nada hacía presagiar... que sería el próximo Stieg Larsson".

Dentro de cada movimiento siempre hay cínicos. El de la causa feminista no es la excepción. Más allá de los polemistas deliberados como Gumucio al estilo Houellebecq, o incluso de la caricatura reaccionaria de un Tomás Jocelyn Holt, existe un caso menos mediático, ambiguo pero no por ello invisible: el del sujeto que apoya la causa solo como forma de avanzar en el plano sexual. Aquel que repite todas las consignas irreflexivamente, pero que, a la larga, solo lo hace para quedar bien con las mujeres y así, ojalá, conseguir sus favores. Ha renunciado a la honra, a la crítica y, en cambio, ha adoptado el arte de la máscara como estilo de vida. Todas sus acciones y declaraciones son calculadas con la intención libidinal. Se trata nada menos que del porsilaponguista renovado.

sábado, 19 de mayo de 2018

El orgullo, el orgullo luego de haber recorrido todo un trayecto inaudito (a Santiago) para cumplir una pequeña misión personal, y de forma exitosa, pese al caos urbano del fin de semana largo, solo es comparable a lo que vendrá después: el advenimiento de una noche que promete virtuosismo, desenfado y la embriaguez de lo desconocido.
La reflexión de la mañana consistía en reescribir el PME, plan de mejoramiento educativo, en articulación con el PIE, proyecto educativo institucional. Era el primer trabajo para calentar motores. Se hacía de a uno. Una colega a mi lado, la encargada de la gestión escolar, anotaba en aquellas cosas que agregaría al PIE, una cuestión relativa al espíritu, pero, al minuto, se desdijo, poniendo en su lugar algo relativo a los valores. En el mismo apartado que la colega, estaba escribiendo un par de líneas relacionadas con el pensamiento crítico. Cuando accedí a la parte de los valores, y cuál de los valores del PIE podría cambiar, la colega notó que, a raíz de lo que ella estaba apuntando en su hoja, había decidido incorporar el elemento de la ética. –La verdad que me dio cosa colocar lo espiritual, pero lo de la ética también de alguna forma tiene que ver con eso- replicaba ella, con la clásica disyuntiva de la profesora creyente, en un contexto particularmente laico. ¿Cómo incorporar el sentido de lo espiritual sin pasar por el cedazo de lo religioso pero tampoco perdiendo el horizonte de lo moral? Fácil. Solo hacía falta colocar la palabra “ética” muy abajito de todo lo demás, de modo que sonase a síntesis transversal de los otros valores ya estipulados por añadidura. Una vez que daba vuelta la página para pasar a la reflexión personal sobre el proceso de revisión del PIE, la colega notó que, antes de seguir, había alcanzado a poner la palabra libertad, casi al final del apartado, inmediatamente después de la palabra ética, como si fuese, no tanto su consecuencia, como su contraparte. –Ah, muy bien. Libertad. Peligrosa palabra-, decía en un tono parco pero suave, intuyendo que la palabra había sido puesta ahí de manera espontánea, casi a modo de joda, pero una joda que bien podría aunarlo todo o precipitarlo a su paroxismo. Apenas terminaba de repetir la frase, ella se levantó para juntarse con un grupo de trabajo previamente establecido, con tal de comenzar la segunda parte de la revisión. Esta vez, no había más elección que la ya coordinada previamente por la directiva, y la palabra libertad seguía circulando en esa pequeña hoja del PIE, esperando a ser leída y revisada, o derechamente ignorada, extralimitando su propia indeterminación, como excusa para tener algo que decir.

viernes, 18 de mayo de 2018

Yendo tempranito al colegio a "reflexionar" sin alumnos. Vaya hora de hacerlo. Qué bonito y atípico sería que te pagaran solo por reflexionar, pero todos sabemos que realmente no es así. (la reflexión, la verdadera, no admite granjería).
Avisaron que mañana no habría clases, solo una llamada "jornada de reflexión para profesores", a primera hora. Al saber esto, el gozo de los cabros fue tal, su gesto de satisfacción fue tal, (sobre todo teniendo en cuenta además el lunes 21 de mayo), que hasta ellos mismos se dispusieron a ordenar cada uno de sus puestos de forma un tanto desprolija, e incluso un par de chicas se dio la paja de ir a buscar la escoba y hacerle parte de la pega a la auxiliar del aseo, antes de que encontrase el suelo de la entrada de la sala lleno de un lápiz pasta reventado. -Buena, profe, me cae bien, nos vemos el martes-, decía uno de ellos, el más alborotado, viniendo desde la última fila; el mismo que se encierra casi todas las clases en el librero del fondo de la sala. Venía con un par de papeles que luego achuntó al basurero con una precisión aleatoria. Casi parecía saltar de la emoción en una jugada que emulaba a algún ídolo de la NBA. Para el curso esa ausencia de cuatro días era lo más parecido a la libertad. Bendita juventud que hace del ocio su máxima catársis.

jueves, 17 de mayo de 2018

La frase de Nairobi en La casa de papel, "Empieza el matriarcado". La misma actriz reveló que había sido idea de los guionistas, solo que fue apropiada por el personaje en una escena clave. Para Alba Flores, era la oportunidad para hacer viral el mensaje, en el contexto de la lucha feminista. Para los guionistas, por su parte, se trataba más bien del gancho necesario para que la serie en cuestión tuviera la suficiente popularidad mediante una frase precisa y concisa. A eso se le llama branding, inteligencia, estrategia de marketing, saber leer la contingencia para aludirla en clave artística y generar más influencia que luego se traducirá en más adeptos y dividendos.

Gloud

Estaba averiguando sobre Gloud, el nuevo "netflix de los videojuegos", el servicio de streaming argentino que por una suscripción permite jugar un catálogo ilimitado de juegos almacenados en la Nube. La idea de los creadores era superar la vieja era de las consolas e incluso la era del pc gaming. Con Gloud, acrónimo de game y cloud, juego en la nube, solo bastaría con que el usuario, el gamer, registre una cuenta para vivir la experiencia directa de jugar en última generación, sin el clásico problema de la memoria y la conectividad. Gloud, en todo caso, no supone el primer servicio de esta naturaleza, puesto que ya existía Play Station Now, la cual ofrece algo similar, solo que con el catálogo completo de Sony. Lo realmente único de este servicio consiste en asimilar el diseño de netflix para expandir los límites técnicos de la jugabilidad, siempre sujeta a lo físico traducido en la consola y el computador. Así se va asimilando el universo gamer a la lógica de la desmaterialización posmoderna, solo que en esta ocasión aquello que pierde progresivamente su materia es el soporte, mas no la realidad del juego. Esta sigue siendo parte de la Nube, aunque queda claro que el futuro de la industria va encaminado hacia la desmaterialización completa y hacia la desaparición del límite entre lo virtual y lo real, con definiciones gráficas cada vez más realistas, comandos digitales, acordes a la kinesis humana y experiencias rpg online que configuran una verdadera sociedad vicaria. Gloud, visto de esa manera, sería uno de los tantos pasos hacia el Alter mundo, hacia lo visualizado por Ernest Cline en su famosa novela y hacia lo representado de manera bizarra, distópica por Cronenberg en la película Existenz. Pero recordemos que estamos en la era de la información, en la era de las grandes inversiones tecnológicas, y el hecho de que en Latinoamérica haya surgido una iniciativa como la de Gloud quiere decir que no solo existen consumidores por estos lares, sino que también se van abriendo paso, a través de ellos, muy a pesar de ellos, los emprendedores. El término innovación nunca había sonado tan vanguardista. El innovador, el nuevo líder revolucionario, ahora ha enfocado sus ojos en el gamer como el cliente del futuro, hacia una sociedad libre de jugadores en la nube. La nueva utopía gamer, la nueva república de la nube.

lunes, 14 de mayo de 2018

Igual con la salida de Villegas -razones aparte-, Tolerancia Cero se volverá re contra fome, ¿Quién cresta hará el contrapunto en los debates? Todos comenzarán a repetir como loros las mismas consignas. Mal que mal, el chascón era un elemento necesario. Era la nota discordante. El otro lado de la balanza. Creo que el problema con el punto de vista progre es que, merced a su aceptación mediática, acaba convirtiéndose en un trending topic irreflexivo, que hace que incluso posturas como la de Villegas (con todo lo criticable de por medio) se apuntalen como un nicho de disenso. Tolerancia cero en una dialéctica sin antítesis.

domingo, 13 de mayo de 2018

Literatosis

Literatosis: término acuñado por Onetti, luego citado por Vila Matas, para hablar de aquellos que, cual enfermedad o adicción, no pueden dejar de pensar o vivir literariamente al punto de la obsesión y la patología. El propio Vila Matas citaba también al Lobo Antunes, médico de profesión, quien decía que '"escribir es como drogarse: se empieza por puro placer y se acaba organizando la vida entera en torno al vicio". Todo aparece como carne textual, como susceptible de ser transformado en relato, hasta lo más tabú, lo más sensible y lo más ignominioso. Y precisamente lo más tabú, lo más sensible y lo más ignominioso se vuelve irresistiblemente tentado por el ejercicio funesto de la escritura sin límites, obedeciendo a su propia moral centrípeta (calidad e influencia aparte). El punto es que los literatosos abundan más que nunca, a veces de forma un tanto indeseable, pero sus síntomas han ido mutando y cambiando de manera intempestiva. Incluso lo ha hecho el objeto de su enfermedad: la propia literatura. La anécdota rápida, la crónica en miniatura, el fragmento instantáneo la han ido invadiendo, diversificándola, como si se tratase del germen de una nueva infección. En ella descansa su significado venéreo y se propaga sobre el sistema inmune de los códigos bien definidos. Pero me aventuro a señalar que el horizonte de esta patología no precisa de una dirección unívoca. Nunca la ha necesitado. El camino de la escritura, como el de cualquier enfermo sin remedio, puede bien llevar a la convalecencia o a la agonía. Ninguno garantiza ni la luz ni la sombra. Solo depende del pulso, de las circunstancias, del nervio azaroso, colectivo, del sello personal, para romper los esquemas, abrir un abismo o permanecer yaciendo en el limbo de la mórbida realidad.
Hay una nueva campaña del Loto que dice "ya eres millonario" por el solo hecho de respirar o, incluso, de vivir. El consabido cuento de lo intangible por sobre lo material, que no es otra cosa que el consuelo de los perdedores. Cuánto cinismo en un puro mensaje, la cagó.
Un viejito en la panadería, después de pedir un café, alegaba por el cambio de hora. Decía no entender nada. Me preguntaba qué hora era exactamente. Le respondía que las 20:50 app. Luego, extrañado, aún dubitativo, le preguntaba a la cajera: "Bueno, señorita ¿es esta la hora oficial? ¿o debo cambiarla?". Ella, segura de la exacta maniobra del reloj, le replicaba que no, que la hora que tenía y que le había dado era la hora cambiada, que no debía, por ello, hacer nada más. "No entiendo realmente el cambio de hora. Deberían prohibir tanta manipulación a vista y paciencia de todos", seguía rabiando el viejito, en el momento en que la cajera le pasaba el resto del vuelto y se miraba continuamente la muñeca izquierda. "Así es la cosa no más. Hay que acostumbrarse", le afirmaba ella, resignada, pero radiante, con todo el tiempo y la belleza del mundo, justo antes de que el caballero partiera rumbo a la calle, con su confuso concepto de la cronología al uso. Se le oía decir que para qué una hora más de vida. Que una hora más, o una hora menos no haría la diferencia a la hora de la verdad. Pero, más allá de su cruda y repentina observación, lo cierto era que el tiempo, su cambio, su medida convencional, esta noche sí iba a hacer la diferencia: para unos, se resumiría en una hora más de hueveo; para otros, en una hora más de trabajo; para unos, significaría una hora más de sueño; para otros, una hora más de insomnio. El tiempo, pese a su aparente imperturbabilidad, seguiría ahí oscilante, maleable a las manecillas de la vida y de la muerte. (Lo dice este zángano, especialista en horas muertas, recostado un día sábado por la noche, decidiendo entre pasar de largo o sucumbir a morfeo).

sábado, 12 de mayo de 2018

"La decisión de eliminar la revista PAULA, en este momento, es la respuesta desde la empresa a las ideas que fundaron esta publicación: un feminismo libertario y una forma de hacer periodismo con estilo y rigor. El costo simbólico de reducir esta revista, es y será altísimo. Quienes tomaron la decisión pasarán a la historia por sus actos. Por suerte no son ellos quienes cuentan el relato. En esa historia quedarán en calidad de nefastos".

Desde el muro de Matías Rivas.

viernes, 11 de mayo de 2018

Muerte del narratólogo

En Teoría Literaria recuerdo que nos hacían leer a Genette. En particular, en un análisis narratológico de un cuento de Rubem Fonseca. Vagas memorias. Residuos textuales.
Había una alumna que decía estar todo el rato aburrida, algo impensable o, al menos, poco probable en medio del jolgorio juvenil del día del alumno. Su actitud distaba de la norma, en el sentido de que pedía permiso a cada rato para ir al baño, y permanecía casi toda la jornada en una esquina, sin apenas hablar con nadie. Al rato, sin embargo, se animaba, cuando varios de sus compañeros y compañeras salían de la sala y se proyectaba una peli de terror vía netflix, que otros eligieron. Esa alumna, esa alumna enigmática, auto excluida, era la misma que en marzo se acercó a mi y me confió un cuento que estaba escribiendo. Había dicho que no le dijera a nadie sobre ese cuento. Que, visto así, su incipiente afición a la escritura quedara en la sombra, como ella misma, tras bambalinas del show que montaba el resto de la comunidad. Hay algo que siempre identifica o es síntoma en los proyectos de escritores, un desvío, una actitud fuera de lo común, una decisión inesperada. En el caso de la alumna, tal vez era solo su carácter, su carácter reflejado en ese texto secreto, tímido, oscuro, escondido de la influencia exterior.
Tocó la casualidad de que justo en el colegio el día de la mamá coincidió con el del día del alumno. Desmadre absoluto. Partiendo por el hecho de que hoy, a víspera del 11, los cabros iban a dedicar un tiempo, media hora antes de salir, para enchular la sala, reorganizar el espacio y recibir a sus respectivas familias en una especie de convivencia sorpresa. El proceso fue raro. Al principio dinámico, entretenido, pero luego, engorroso, ya que la inspectora general no había sido advertida respecto al plan del curso y, por ende, tomó cartas en el asunto, al advertir el evidente bullicio producido por el correr de mesas y el inflar de globos. La idea de los cabros había sido planificada por la profesora jefe, solo que no le había comentando nada a la inspectora y, de paso, tampoco al que suscribe, provocando que los propios cabros me avisaran para poder yo autorizarlos a la mala, sin que nadie más, excepto la profe jefe, se enterase. Por supuesto que lo hice, pero solo para el final de la segunda hora. Entonces, la presencia hormonal de los cabros no se hizo esperar, y, ya llegado el momento, comenzaron a rearmar la sala de tal forma que iba pareciéndose cada vez más a una previa de cumpleaños. "¡¿Pero qué está pasando acá?!" se preguntaba la inspectora, al aproximarse a la sala. De inmediato no me quedó otra que explicarle todo, aunque no contaba en ese instante con el apañe voluntario de una muy alborotada pero simpática alumna que también le explicó a la inspectora lo sucedido, justificando el hecho de que lo sucedido dentro de la sala había sido autorizado por la profe jefe y, luego, por mi persona. Una sonrisa seudo inocente de parte de la chica convencía a medias a la inspectora. Y santo remedio. De ese modo, volvía al bochinche junto con el resto de los compañeros. Antes de irse, un tanto más tranquila, la inspectora solo me señalaba en privado que para la próxima le avisaran sobre cualquier actividad extra curricular, que la cuestión no andaba al lote y que, de paso, cuidara "con pinzas" la estricta disciplina. A esas alturas, ya solo atinaba a un breve gesto afirmativo, pero cuando se dio vuelta, el ánimo de la inspectora parecía cambiar, y preguntó acaso de qué vendría vestido mañana. "En una de esas, de alumno", le decía a lo lejos. Solo alcanzó a soltar una corta sonrisa de pasada. Ya de vuelta, los propios cabros comentaban de qué irían vestidos el 11: "¿De profesor?". preguntaba uno. No alcanzó ni a hacerse entender, y sus compañeros ya lo estaban agarrando pal hueveo por fome. Parecía que estuviese recibiendo el bullying de su vida por pretender venir vestido de profesor, acaso el disfraz más obvio. El carnaval en el colegio, la carnavalización de los roles, a juzgar por lo vivido, ya estaba alcanzando evidentes cuotas de tragedia, y, por qué no, de caricatura.

miércoles, 9 de mayo de 2018

Ricardo Palma Salamanca, escritor

Ricardo Palma Salamanca, el autor confeso de los disparos contra Jaime Guzmán, y el también autor de un par de libros, El gran rescate y Una larga cola de acero, ha sido incorporado por unanimidad en el directorio de la Sech. Su presidente, Roberto Ribera, hizo énfasis en la separación entre obra y autor. Guillermo Martinez, secretario, por su parte, dijo que Salamanca ya cumplió con el primer estatuto para ingresar: el haber publicado una obra inscrita en el ISBN. y eso sería suficiente.

Queda así demostrado que la separación obra autor, más que una cuestión, digamos, estética diegética, resulta una cuestión ética política.
Pensaba en un nombre para el grupo que estaban conformando las chicas que se sientan adelante. Me decidí finalmente por The 21 Century Girls (parafraseando el tema de King Crimson). Risas de súbito. Otro par de cabros me pedía que le ayudara a entrar un lienzo rojo a la sala. Venía desde atrás un compañero suyo y repetía que se trataba de una bandera con sangre. Cuando les pedía que escribiesen la actividad de hoy, resultó que se armaron en diferentes grupos, y uno comenzó a manipular las hojas cuadriculadas, haciendo origamis y aviones de papel; otro, de un grupo más al fondo, armaba lo que sería una especie de "juego imposible", dibujándolo en un bloc. Las 21 Century Girls, por su parte, seguían escribiendo el repertorio musical para el día viernes, el número que cantarían. Hasta que, llegado el fin de la hora, se levantaban para comenzar a ordenarse, no sin antes tomar algunos plumones y escribir a la mala sobre la pizarra, una serie de cuestiones ilegibles, dibujos aleatorios, siglas desconocidas, también una que otra broma en la que se molestaba a compañeros emparejados, la típica del alumno x y alumna x encerrados en un corazón. Dos cabros del fondo sacaban el lienzo rojo, la bandera de sangre, para afuera, en el momento en que el curso y su atención se iban diluyendo cada vez más al son del timbre y de la algarabía general. Era todo desorden. Pero, a su vez, era todo diversión. Porque para ellos, más que el día, era la semana del alumno. Si fuera por ellos, sería así todo el año. Toda la vida.

domingo, 6 de mayo de 2018

Ayer tuve una visión en la esquina de Cumming con Almirante Montt, justo después de que un auto bajara a toda raja sin encender las correspondientes luces intermitentes: un perro perseguía a un Toyota ladrándole a las ruedas. Lo hacía de una manera tan sincronizada que casi iba a la par con el vehículo en el momento en que este toma la curva para virar rumbo a Bellavista. De pronto, ambos, perro y auto, desaparecen del mapa. Se esfuman entre la niebla de la noche. Solo se oyen los ladridos confundidos con la marea acústica de la ciudad. Esa pura imagen se me revelaba como si se tratase de una epifanía. Una epifanía fuera de serie. Y a tal punto que, durante el trayecto a la casa, intentaba rematar la asociación en la cabeza, declarando: "Las ruedas de los vehículos son a los perros lo que los molinos de viento al Quijote de la Mancha". Entonces ¿Era el ladrido del perro únicamente una imprecación escandalosa contra una amenaza ilusoria, o solo un mero reflejo ante la máquina producto de su instinto de supervivencia? Durante la noche, finalmente ¿Puede más la ilusión o puede más el instinto?

sábado, 5 de mayo de 2018

La soledad sonora

Encontré en la librería Dante de Viña (como el infierno, a los libros) La soledad sonora, de Antonio Gala. Su contraportada decía más o menos así: 

“¿Desdeña el solitario a aquellos de quienes se separa? ¿Busca aquí sólo su propia explicación, su paz propia, el retorcido placer del que no arriesga nada y nada pierde? Exactamente para lo contrario ha subido hasta aquí. Para olvidarse de la parte de sí mismo que lo distrajo a menudo entre los otros. No volverá a mezclarse. Antes procuraba el querido aislamiento; ahora, con los ojos de par en par y el paso firme, avanza por una ancha avenida vacía. ¿Por generosidad, por solidaridad? No, no sólo por eso. El solitario cree cumplir su destino de este modo: con los alegres, con los tristes, con la queja de los decepcionados. Pero desde aquí ya, desde sí mismo ya. Sin aguardar la compensación —tan frágil— de las manos extrañas, de los aplausos, del agradecimiento. Porque no lo merece. Nadie merece nada por cumplir su destino”. 

Al revisar ese fragmento, no había nadie a la vista atendiendo en el mostrador. Solo una vez que dejaba el libro de La soledad sonora entre medio de los otros tantos libros que conjuraban apilados a un costado de la entrada, apareció de súbito el dueño del boliche preguntando por si tenía alguna consulta, y planteando la posibilidad de regatear cualquier título sin compromiso. La tentación persistía pero la inseguridad pudo más. Eché un último vistazo merodeando el espacio que seguía por contigüidad a La soledad sonora, y di la media vuelta. Existen por lo menos otros tres libros titulados La soledad sonora. Uno de Emily Dickinson y otro de Juan Ramón Jiménez. Solo el de Gala, en aquella librería, hacía eco de su propio ostracismo involuntario. 

jueves, 3 de mayo de 2018

"Lo que no te mata te hace más real", frase de Javiera Suárez leída en un trabajo escrito de chicas de Enfermería del Instituto. Según colocaban, Javiera Suárez habría publicado esa frase en su twitter un jueves 29 de Marzo en el contexto de su lucha contra el cáncer. "Lo que no te mata, te hace más real", una variación bastante particular de la ya relamida "lo que no te mata te hace más fuerte" originaria de Nietzsche. Cabe precisar que de hecho la versión original de El crepúsculo de los ídolos no dice así, sino que versa: “Lo que no te mata te hiere de gravedad y te deja tan apaleado, que luego aceptas cualquier maltrato y te dices a ti mismo que eso te fortalece”. Por razones editoriales, por supuesto, la versión primera cambió para pasar a convertirse en la que todos conocen y reversionan a su manera en momentos de crisis o de superación personal. La nueva frase, la más popular, como se puede ver, guarda incluso un significado radicalmente distinto al pasaje de El crepúsculo de los ídolos. En este, es clave el elemento de auto engaño relacionado con el dolor y la debilidad. Se aceptaría con tal de usarlo como pretexto para fingir fortaleza, aun cuando nuestra condición sea crítica. La frase nueva sugiere, en cambio, el ser resiliente, que cualquier daño que no sea irreversible ni mortal puede conllevar potencialmente a un aprendizaje, y por consiguiente, a una fortaleza. Una concepción mucho más entusiasta, y si se quiere, más ingenua. Lo dicho por Javiera Suárez, sin conocer el trasfondo nietzscheano del asunto, resultaba, a fin de cuentas, una paráfrasis de la última versión de la frase. Y una paráfrasis que agrega un elemento intrigante: la realidad. Lo que no mata hace más real. En lugar de la fuerza, la fuerza de la vida, que, a ratos, se agota, la presencia de lo real frente a lo que no consigue matar del todo. Solo sería real -para nuestra sufriente conductora- aquello que aún no muere, aquello que prolonga su agonía y que, en medio de la enfermedad, proclama su desesperado aliento de fe y de esperanza, puesto en la salud, en la proyección de un futuro saludable, solo visible desde la convalecencia.
Vi el video de la parada en seco de Vargas Llosa a Axel Kaiser por lo menos unas tres veces. La respuesta de Vargas Llosa era predecible. No es otra cosa que la fórmula del liberal moderno. Abomina de cualquier clase de dictadura, pero defiende una suerte de democracia liberal, cortina de fondo del capitalismo renovado, luego de vivir años en el marxismo de "se jodió el Perú". Por su parte, Kaiser queda como la caricatura de una derecha pinochetista. Su réplica, si se fijan, intentaba salvar torpemente el desliz, al indicar que esa era la respuesta que él esperaba: el puro hecho de que Vargas Llosa rehusara simpatizar con la Dictadura chilena, pero cualquiera con dos dedos de frente pudo darse cuenta que esa réplica no fue sino un recurso desesperado que lo descolocó al último minuto, luego de la afirmación categórica del novelista. A una existencia de grados de dictaduras que devela, por parte de Kaiser, una inclinación hacia el modelo neoliberal en su faceta conservadora, Vargas Llosa opuso, en cambio, una negación rotunda de los viejos regímenes en pos de su ya consabida concepción liberal de la sociedad. Aquí, por lo tanto, no hubo dos polos irreconciliables, sino que una astuta diferencia de enfoques.
Terminé de ver La casa de papel. Curioso que el líder, el autor intelectual, el cerebro del atraco tenga el apelativo de profesor. Suena a palo sutil. Demuestra que al gremio docente no le queda otra que asaltar fábricas de monedas, entregar mensajitos idealistas y enseñar a la sociedad cuánto nos está cagando el sistema (para de paso irse forrado y convertir a la policía en una manga de inoperantes).
Todos hablan de la ruptura del corazón en términos simbólicos, como la enfermedad de los sensibles, la ruptura del corazón a causa del mal del desamor, pero pocos hablan de ese pequeño tánatos silencioso del organismo: el hígado, que muchos y muchas, merced a los placeres del exceso, descuidan e incluso olvidan por completo en su pose bohemia a boca de jarro. El hígado, el auténtico órgano de la herida literaria, en lugar del ya viejo corazón. Sin ir más lejos, la frase de Parra sobre Bolaño: "Aún le debemos un hígado". El detective salvaje habría muerto de un fallo hepático, precisamente en espera de un transplante que nunca ocurrió, y pospuso la que sería su novela total, 2666, en una edición dividida por cinco libros que nunca fue tal. El hígado como el órgano que resiente una vida licenciosa, pero a la vez como la materia que en su ausencia o corrosión interna conduce derecho a la muerte. Así lo puede atestiguar ahora el propio Álvaro Henríquez, postrado en el hospital luego de una cirugía que lo mantiene aún en vilo, producto de la cirrosis irremediable. Entonces ¿Quién se dignará a escribir o a cantar alguna vez en nombre del pobre hígado, la más resiliente de las entrañas, secreto doloroso de poetitas y hedonistas?, claro está, después del maltrecho corazón, y del sobrevalorado cerebro, casi siempre en cuarentena.

martes, 1 de mayo de 2018

"La pereza es casi tan fuerte como la vida", declaraba Céline en el Viaje al fin de la noche.