sábado, 31 de diciembre de 2022
La última crónica (mini ficción)
viernes, 30 de diciembre de 2022
La calamidad (poema)
Todas las teorías de la conspiración del mundo
Contagio catastrófico
El día en que Pelé jugó en Valparaíso contra Santiago Wanderers
miércoles, 28 de diciembre de 2022
El fracaso. Cómo se incendió la Convención. Renato Garín González (fragmento)
Acuerdo Constituyente: el retorno del realismo político (Marcelo Mella)
Sobre "filosinsofía" y mentira en sentido posmoderno
martes, 27 de diciembre de 2022
lunes, 26 de diciembre de 2022
“Acuerdo por Chile” y un pacto traicionero: el nuevo renacer del Rechazo.
jueves, 22 de diciembre de 2022
miércoles, 21 de diciembre de 2022
lunes, 19 de diciembre de 2022
sábado, 17 de diciembre de 2022
Gonzalo Contreras: "La cultura de la cancelación va a hundir a la izquierda" (fragmento)
viernes, 16 de diciembre de 2022
Solsticio
miércoles, 14 de diciembre de 2022
lunes, 12 de diciembre de 2022
La fiesta (poema)
domingo, 11 de diciembre de 2022
sábado, 10 de diciembre de 2022
viernes, 9 de diciembre de 2022
lunes, 5 de diciembre de 2022
Breve reseña y prólogo a mi segundo libro: A destiempo. Reminiscencias e instantáneas (2022)
Claudia Vila Molina Poeta y crítica literaria
domingo, 4 de diciembre de 2022
sábado, 3 de diciembre de 2022
viernes, 2 de diciembre de 2022
martes, 29 de noviembre de 2022
El encuentro fortuito de El tripulante de Raúl Peralta Moris
lunes, 28 de noviembre de 2022
jueves, 24 de noviembre de 2022
miércoles, 23 de noviembre de 2022
La voluntad iniciática
La revolución de la IA. ¿El fin de lo humano en el arte?
lunes, 21 de noviembre de 2022
sábado, 19 de noviembre de 2022
Censura al libro El fracaso. Cómo se incendió la Convención
Treinta años de Bajos instintos, 1992-2022
miércoles, 16 de noviembre de 2022
Reseña de poesía: In finitos (2022) de Luz Blanco
"El poeta y el filósofo se asemejan en que ambos tienen que habérselas con lo maravilloso". Santo Tomás de Aquino
¿Qué es lo maravilloso? ¿Acaso el
encuentro con lo sublime por elevado? ¿O aquello que provoca asombro por su
carácter inefable? Una posible respuesta podría encontrarse desde una relectura
del asombro definido por Aristóteles como un estado previo al filosofar. Si
hablamos del asombro como una consecuencia de la percepción humana ante un
evento inesperado y todavía incomprensible, entonces en dicho asombro también
es posible concebir el impulso de la capacidad poiética, la capacidad creativa
del poder de la palabra para expresar aquello que estaba vetado a lo racional,
pero que se manifiesta mediante un lenguaje intuitivo, metafórico, simbólico.
Sin duda, hay en la palabra
poética un pathos inherente, una conmoción imaginativa ante el derroche de la
vida. Y es la búsqueda de la palabra poética aquella que apunta a recrear la
vida y, con todo, delinear un camino hacia una remota imagen de lo universal.
En cierta medida, invocar una verdad que está más allá de lo evidente, de lo
que se deja, simplemente, percibir mediante nuestros humanos sentidos.
En el poemario de Luz Blanco, “In
finitos” está patente ese ánimo de lo asombroso y ese derrotero de lo poético
en consonancia con lo trascendente. La mirada filosófica de la hablante se deja
expresar en forma de imagen y de ritmo, al hablar del pensamiento y de la
libertad, como se puede apreciar en el poema Improvisamos: “¿Cuándo lograré
entonar una letra con su entidad?”. Si bien hay una “sed de infinito” en sus
palabras, también está presente el cuestionamiento sobre el propio ser y la
limitación del saber humano, que redunda en el cuestionamiento al alcance del
lenguaje.
La experiencia del ocaso en
Cuenta regresiva manifiesta la disolución del cuerpo, la cual es seña de la
mortalidad empírica y la subjetividad emocional: “Se me pudre el cuerpo/como la
promesa que me hiciste”. Así, se entiende que el cuerpo muere porque también lo
hace el sentir, pero el espíritu es aquello que permanece y que debe ser
liberado: “Ya quisiera ser solo espíritu: unirme con el celeste”. Esta
constante entre cuerpo y espíritu, o entre la dimensión mortal y la dimensión
trascendente, se vuelve uno de los leitmotiv recurrentes de la hablante, en
constante rima con la visión gnóstica del mundo sensible como La cárcel, de la
cual la esencia humana intenta escapar para “religar” con el origen.
Por eso, es preciso descender al
centro de la tierra e ir al encuentro con los muertos como en Un día sin
pájaros. Hay que experimentar el vacío para poder integrarse con el todo. De
esa forma, se conjura el significado del día y la mañana, la aurora del
amanecer. La hablante reconoce en la aurora un nuevo comienzo, la luz de lo
ideal, el resplandor de la trascendencia divina, en un símil perfecto de la
salida de la caverna platónica. Sin embargo, la salida nunca es fácil, porque
la dualidad del ser terrenal aún pugna por mantener la consciencia sometida.
Entonces, viene la resistencia, el miedo a enceguecerse con la luz: “con mis
ojos/avergonzados del sol naciente” (Canto de la mañana).
El camino del iniciado está
repleto de pruebas. El despertar nunca es definitivo. Eso lo saben todos los
maestros de las grandes religiones. Se precisa de un sacrificio, de una
voluntad personalísima puesta al servicio de algo más grande que el ego. No se
trata de perder la personalidad, se trata de conducirla hacia su perfección y
hacia su conjugación con lo absoluto, con lo “infinito”. Es en este camino a lo
infinito que la hablante no teme expresar poéticamente la conmoción del ser y,
con él, las vacilaciones del lenguaje. Para ella, como manifiesta en Melodía
amordazada: “Está hecha mi mente toda niebla”.
Nadie conoce o desea la verdad.
Es esta inquietud la que se deja entrever también en la hablante cuando señala
en su poema Verdad: “es que no te conoceremos/como no podemos conocernos”. El
hombre contemporáneo, escéptico de los absolutos, envuelto de la caída de los
metarrelatos, abomina de todo aquello que ofrezca certidumbre, pero en su fuero
interno también arde una llama de eternidad, porque siente en su propia carne
la zozobra de la finitud.
Una existencia sin verdad conduce
a la desorientación, a la falta de sentido, a la perplejidad, a la experiencia
de la finitud. Hay quienes, como los poetas románticos o los poetas
infrarrealistas, hacen de aquella experiencia su poética, su “navegar sin timón
y en el delirio”. Frente a esta búsqueda, se encuentra también la constatación
de la decadencia, la pérdida progresiva de los valores, la añoranza de lo
eterno, la reintegración con el tiempo mítico. Son estos lineamientos los que
esbozan la poética de In finitos.
En In finitos, el viaje de la
hablante, su estero claroscuro es una procesión espiritual, un
autodescubrimiento preñado de sacrificio al encuentro con el principio divino.
El dolor, el sufrimiento, la sensibilidad que impregna ese camino solo
confirman la sacralidad del viaje. Para la hablante, la poesía se vuelve el
lenguaje místico a través del cual puede expresar su más íntimo ser y, a su
vez, conciliar su experiencia mortal con el éxtasis espiritual. Es sabido que
el Verbo es originario; la poiesis, la creación. La palabra, entonces, es la
llave para la comprensión de uno y de todo, aunque el silencio también encierra
su propia verdad, como se señala en El declive de la aurora: “callaría al fin
toda voz y todo nombre”.
Es la mudez también otro aspecto
del lenguaje, así como la oscuridad otro aspecto del ser. En In finitos se da
espacio para representar lo oculto, lo dionisiaco, el rito de la naturaleza, la
tragedia, la comunión con lo primigenio. La hablante celebra la vida en Bosques
sacros con claras alusiones al Dios Pan, el dios de la fertilidad y la
embriaguez. Tras la fiesta vital, viene el ascenso hacia lo sublime. Este se
representa en el ascenso a la cordillera de Los Andes, manifestación geográfica
de la grandeza. Se aprecia en In finitos ese misticismo con la tierra, esa
alusión a una patria sagrada, que remite de inmediato a la “Aurora de Chile”,
símbolo de la independencia de nuestro país.
Una vez conseguida la elevación,
la hablante vuelve al mundo. Luego del rito, el viaje, viene la iluminación, el
reencuentro con el Cristo, en todo su amor y plenitud. Consagrada la vida y la
experiencia, se consigue la comunión con lo divino, en el interior, en forma de
esencia indivisible: “volveré a llamarte para encontrarnos/así como me
llaman/los tesoros ocultos de su altar”. (Paseo por la avenida). De ese modo,
la hablante está lista para la Vida contemplativa, el estadio de serenidad del
ser, la paz anhelada, la luz, la meditación del mundo interior, el reencuentro
con la esencia, y dejará que “la aurora cante”, una y otra vez, en el horizonte
de su profundidad.
Una propuesta poética como la de
In finitos invita al lector a iniciarse en otra dimensión de la vida, una más íntima
y espiritual. Invita a revivir, tras cada voz y cada metáfora, la experiencia
mística a través de la poiesis de la palabra, misticismo tan necesario, frente
a las categorías disolventes de nuestra era posmoderna. En este libro usted no
encontrará malabares inclusivos ni disputas ideológicas; hallará búsqueda,
intensidad, revelación, verdad.