domingo, 31 de marzo de 2019

A 20 años de Matrix: Cuando Neo le pregunta a Morfeo que si él llegase a morir en el mundo de la Matrix podría acaso sobrevivir en el mundo real invadido por las máquinas, Morfeo le responde: "El cuerpo no podrá vivir sin la mente". Si uno llevara esa afirmación al plano de la virtualidad, ¿podría acaso declararse oficialmente muerto para la Red y, por otro lado, permanecer vivo, despierto, fuera de allí, digamos, en el mundo "real"? Leibniz reflexionaba sobre la responsabilidad moral de conocer la realidad ¿será tan trascendente, al fin y al cabo, saber distinguir entre la pastilla roja y la azul? ¿Qué es aquello tan urgente que nos lleva a discriminar entre una u otra opción? ¿El destino, el espíritu, alguna clase de esencialidad de nombre rimbombante? El punto es que algo permanece entre los dos mundos provocando que la decisión sea irreversible e irrevocable. En el hipotético caso que muera para la red, para el plano virtual, no puedo seguir siendo el mismo en el mundo que concebí como real. En cambio, si muero por fuera, es decir, "realmente", la Red no advertirá el suceso al menos que acuse falta de actividad. No es sino una inmortalidad simulada, puesto que continúa siendo un montón de datos en constante programación. Ese es el vicio y la virtud de la decisión: siempre se pierde algo, siempre se deja atrás una posibilidad, pero así como la mujer de Lot, no se puede mirar atrás sin antes quedar petrificado para los tuyos en esa encrucijada. Se muere para la Matrix, una gran metáfora de la caverna y de la Red, y se pierde la aventura de la simulación y la ficción; se muere realmente y no hay vuelta atrás, no hay garantía de que todo vuelva a ser lo que era ni que llegue a ser lo que podría llegar a ser...

Y tú ¿te has cuestionado alguna vez la naturaleza de tu realidad?

Tenía incrustada la imagen de un helicóptero yéndose a pique desde el Lunes. La imagen pegó fuerte a raíz del helicóptero que cayó en Colliguay y que provocó la muerte de seis trabajadores tripulantes del proyecto de la carretera eléctrica Cardones Polpaico. En la noche del Lunes, soñé justamente con un helicóptero haciéndose añicos. Caía cerca de la costa, a vista y paciencia de todos los porteños en un sector idéntico al molo. Conforme descendía girando estrepitosamente, se iba confundiendo con el mar. No sé quién me acompañaba en ese sueño, pero todo indicaba que se trataba de un espectáculo que salió trágicamente mal, y no de un simulacro o una operación de rescate. Cuatro días después del accidente, y de su sueño, la NASA daba a conocer el nuevo helicóptero que estaría listo para explorar la superficie del planeta rojo: el helicóptero Mars. Un sonido de hélices continúa sobrevolando el cielo de la sugestión. Unas se elevan para surcar el espacio, otras simplemente bajan para precipitar el desastre.