viernes, 20 de mayo de 2022

Y usted, hágase la siguiente pregunta, antes de seguir en su búsqueda: ¿Está dispuesto a ir hasta el fondo de la fosa, romper las carcasas de su vieja identidad y desconocer todo lo que alguna vez amó con tal de dar con la verdad; o, como Edipo, no lo soportará y se sacará los ojos, horrorizado ante la desnudez de su Yocasta?

Esquizofrenia. Laura Sam

Acostumbrarse a la pequeña muerte del paso de cebra

pararse en verde habituado al rojo

la realidad no se reduce a líneas blancas sobre asfalto

sino al ojo

que sabe distinguirlas de lo oscuro.

Cruzo hago fila de farmacia

consumo cápsulas que demuestran su eficacia

lo dice la publicidad

SACIE SU ANSIEDAD SOCIAL

comprar ánimo es legal

si usted tiene el alma sucia ¿verdad?

Nada que no arreglen diez miligramos de diazepan

el psiquiatra prepara mis dosis extiende recetas

la dieta de pastilla con pastilla domestica mi neurosis

reduce mis crisis nerviosas aumenta mis náuseas

me dicen ya eres normal

y con un mililitro de Risperdal aplaco la psicosis

pierdo materia gris

pero aún sé

distinguir el arcoiris.

Diagnosticado a los veinte

muerto a los dieciséis

esquizofrénico paranoide

así es como vosotros me llamaréis

un nombre para todos los trastornos emocionales

y multinacionales avalando investigaciones

que crean medicación para tales enfermedades

y después

usted tiene una discapacidad del sesenta y cinco por ciento

eso

eso es sinónimo de límites que acotan cárceles

rejas que visten de traje oficial

el destino de este pobre animal

conejillo de indias de los putos psiquiatras

sus máscaras

industria farmacéutica

toda esa mierda

convirtiéndome en carne de psiquiátrico.

 

Pero hay algo que no puede doler

hay algo más allá de este cielo ámbar que no debe doler

y es la vida temblar de verme amar la vida hasta el desangre

palpitar sincronizada con el tiempo de mi cuenta atrás

sin saber si a alguien le importará

qué hueco dejo cuando me arrastre

su silueta de luz perdida en ruinas de bancal de nadie

hay algo

que hace mías sus cadenas

pero no puedo

hacer eslabón del reloj

ni sucumbir a la condena del tiempo

que ser aire que levanta fuego y amontona marea

es lo que quiero

y tú

entiérrame en tu vuelo si has de hacerlo

pero no hagas míos los insomnios

para soñarte en vilo y esperarte con el filo del ojo abierto

que yo quiero ser viento.

Hay algo que no debe doler.

Y es la vida acojonándose

de verme correr hacia su entraña

arrastrando en la memoria

el perfil de todas las montañas que corono

arrastrando su mentira de asegurarme el mañana para robarme el hoy

ser un animal domesticable vivir encogiéndome

hasta dejar de ser quien soy

hay algo

más allá de lo bello

y no se puede etiquetar con un sello

no se llama esquizofrenia

la enfermedad se llama miedo

los locos son los cuerdos

y quiénes los cuerdos

quiénes

si no ellos.

Bajo el yugo de la mentira: quienes se atreven a desenmascarar sus artes son censurados. Juan Manuel de Prada

Nos advertía Pemán en una de sus deliciosas terceritas que «el mundo se ha vuelto tan falso, tan artificioso y falto de lógica que todo él viene a ser como una decoración de teatro que, por delante, representa un panorama decidido mentalmente y, por detrás, es un andamiaje de maderas». Pero a Pemán le tocó vivir en una época en la que la mentira era todavía un trampantojo reconocible que quedaba desvelado con tan sólo rodearlo y asomarse al andamiaje que lo sostenía. En esta época tenebrosa y desquiciada, la mentira es un ‘metaverso’ que a todos nos abraza. Hay épocas entregadas al culto monomaníaco del dinero, de la carne, del odio contra Dios o contra el hombre; pero la nuestra ha instaurado el culto totalitario de la mentira, que comprende todos esos cultos protervos y ampara bajo su yugo todos los crímenes. Y así, bajo el yugo de la mentira, se subvierte el orden de las cosas, quedando el mundo convertido en un penoso manicomio.

La mentira se ha constituido diabólicamente en régimen de vida, en fuerza cósmica o poder universal. Se miente por oficio, por sistema, con un satisfecho orgullo que sólo admite una explicación preternatural. Siempre los medios de comunicación habían sido partidistas, sectarios y arrimadizos de tal o cual bando. Pero nunca como en nuestra época se habían convertido en recipientes de las propagandas más burdas, de los infundios más clamorosos, de las incitaciones mendaces más abusivas y grotescas. Nunca como en nuestra época se habían dedicado con tan entusiástico frenesí a sembrar la confusión babélica en el mundo. Y nunca como en nuestra época quienes cultivan la mentira con tesón científico habían obtenido tanto rédito.

Las intoxicaciones más burdas, los montajes más maniqueos, los bulos más rocambolescos, fabricados y puestos en circulación por los gabinetes de guerra psicológica son divulgados con unánime fervor y aplaudidos con entusiasmo por las masas cretinizadas, que así exorcizan sus miedos, que así olvidan que las están saqueando materialmente y corrompiendo espiritualmente. Y, para imponer su yugo, la mentira se sirve lo mismo del embuste despepitado que de la sensiblería buenista, según le convenga. Ya no se trata de divulgar mentiras como recurso defensivo o como subterfugio; ahora la mentira se pavonea presumida, teoriza, sienta cátedra, sabedora de que ha logrado imponer ese ofuscamiento de las conciencias al que se refería Isaías: «¡Ay de quienes llaman bien al mal y mal al bien, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!».

Es la mentira hegemónica instaurada por doquier, maciza e inexpugnable, convertida en salvoconducto para cruzar las aduanas de la aceptación social. Y quienes se atreven a desenmascarar sus artes o no se resignan a ser víctimas de sus industrias son de inmediato censurados y señalados como réprobos. ¡Ay de la época que se abraza a la mentira y silencia a sus profetas! Acabará encadenada sin remisión a las tinieblas.
¿Y qué pasaría si te dijera, querida, que hace falta más que una mirada aguda para ver a través de nuestros más enraizados relatos? ¿Que todo aquello que una vez observamos con la más nítida promesa de futuro, ahora nos acorrala y nos vigila sin siquiera advertirlo, velando por mantenernos a la vista, más acá del velo?
En clase de Tercero diferenciado, hay un cabro que se sienta en la primera fila frente al puesto del profesor, siempre completamente solo. Cada vez que voy a revisar lo que hace, únicamente escribe algo en el cuaderno que no tiene nada que ver con la materia. A veces, llena una página entera escribiendo cosas. Le pregunté al cabro qué era lo que escribía y por qué lo hacía. Dijo que eran simplemente pensamientos. Lo hacía, según él, porque le nacía hacerlo. Iba a decirle que mejor avanzara en la materia, pero, como escritor, lo dejé ser. No quise preguntarle si podía leer algo suyo. Sabía que le daría vergüenza. Había que dejar ser al cabro qué únicamente esgrimía su pluma contra la página en blanco como en un ejercicio de suma concentración o meditación. A veces, era tanta que parecía un poseso y un obseso, totalmente abstraído de la realidad curso, tanto que ni siquiera sus compañeros le dirigían la palabra. Solo seguía escribiendo, línea tras línea, con total impunidad y con la venía del profesor, cómplice de su escritura introvertida. Nadie podía llegar a saber la verdadera razón por la cual dejaba ser a este cabro, al escribir en total silencio aquellas misteriosas palabras aún no legibles. Reinaba en el curso, sin embargo, la incógnita respecto a esta situación. Todos sabían de la existencia de su compañero, pero nadie advirtió que él podía escribir encerrado en sí mismo, desatendiendo el aula, porque su profesor fue también, cuando alumno, ese cabro, ese ser retraído, dándole la espalda al mundo y empujándolo a continuar con la faena incansable, hasta que de aquellas páginas escritas en clases pudiera alzarse algo que venciera la infamia o bien algo destino a brillar por un segundo para luego acabar condenado al olvido.