domingo, 14 de enero de 2024

La narco cultura y la progre cultura tienen algo en común: ambas aman la plata. Solo que la primera, al menos, es sincera y lo reconoce abiertamente; la segunda, no lo hace y es cínica.

"Peso Punga" en el Festival de Viña y la cuestión narco

Sobre "Peso Punga" en el Festival de Viña, auspiciado por TVN, creo que Mayol y Bisama ya dijeron bastante y, en esta pasada, estoy con la postura de Mayol, básicamente porque te puede gustar mucho el "género urbano" y estás en tu derecho de libertad de expresión y de "libre oferta-demanda" del mercado, pero no a costa del erario público ni de la plata de los impuestos de todos los chilenos -licitación mediante-. Sencillamente hay una contradicción política, moral y valórica, y hasta lógica, en sostener que vas a combatir con todo el peso de la ley a los carteles de la droga (sobre todo extranjera e infiltrada) y luego permitir a un "artista" que incluso tuvo apoyo de los hijo del Chapo Guzmán y hace referencias explícitas al Cartel de Sinaloa, entre otros narco corridos.

Por otro lado, las comparaciones entre la cuestión Peso Punga y la censura a Iron Maiden por la Iglesia Católica en 1992 no tienen asidero. No soy pro censura, de ninguna manera, pero traer a Peso Punga hablaría de un síntoma negativo para la sociedad chilena, en un contexto en el que se festina con la narco cultura, siguen celebrando en las poblas la llegada de la merca y, paralelamente, se toman los estudios de televisión en Ecuador, mostrando con ello una "vulgar demostración de poder". Cabe recordar, en otro punto, que la censura a Maiden fue arbitraria, toda vez que la banda nunca fue satánica ni hacía apología directa del satanismo ni nada parecido, por lo que, en el caso de Maiden, sí se trató de una cancelación absurda. Además, en última instancia, la banda venía a presentarse a la Estación Mapocho por iniciativa privada, no con el auspicio del Estado de Chile. Y se supone el Estado tiene una responsabilidad para con sus conciudadanos, una responsabilidad que se traduce políticamente y luego culturalmente.

Por lo tanto, transmitir al Peso Punga con la gestión de un canal del Estado y gracias al éxito ganado por el satánico mercado de la droga habla de un Estado rendido ante el espectáculo de su propia degradación. La sola presentación de Peso Punga nos revela dos evidentes señales políticas: los progres están demasiado desconectados de la realidad del poblador que abomina de la delincuencia como un mal social, y son demasiado permisivos en su manera de gobernar, misma permisividad que acabará por empoderar a las nuevas estrellas de la cultura musical y los nuevos referentes de la juventud, con la venia de un mercado libertino y un Estado vendido, perkin de los narcos, sus nuevos socios.