domingo, 25 de junio de 2023

La muerte de Marat

Jean Paul Marat, uno de los líderes de la Revolución Francesa, fue conocido en su momento como “El amigo del pueblo”, al llevar la bandera de la Nueva República contra el Antiguo Régimen. Con su ímpetu se dio muerte a los reyes Luis XVI y María Antonieta, en lo que se conocería como el Régimen del Terror. Sin embargo, ese mismo sentimiento de venganza en contra de la aristocracia se volcaría contra sus propios correligionarios políticos.

En efecto, la furia de Marat haría de él un verdugo, dispuesto a dar caza a chivos expiatorios del Antiguo Régimen, incluso aunque estos fueran de su propio bando. Muchos de los simpatizantes de la Revolución y seguidores de Marat ya no veían con buenos ojos los métodos bárbaros e inquisidores que se utilizaban para perseguir a todos los llamados “enemigos de la República”. Ninguno de esos enemigos eran acusados con un debido juicio y todos eran ajusticiados en el acto. Fue así que una gran parte de la izquierda republicana se alejó de la visión maratiana, al verla como un agente radicalizado que solo alimentaba el resentimiento y la sensación de caos en lugar de asentar la lucha contra las injusticias del Viejo Régimen.

A través de la prensa de la época (el diario «Journal de la République française»), y mediante el poder que le confería su lugar en la Convención Nacional, junto con el poder de la comunicación y la propaganda, Marat volcó todo su discurso contra los que él llamaba “contrarrevolucionarios” o “traidores de la causa”, “traidores del pueblo”. Ese dardo envenenado apuntó directamente a los llamados “girondinos”, una facción revolucionaria más moderada, en comparación a los radicales “jacobinos”.

Pronto, toda esa operación de odio ciego acabó pasándole la cuenta al legendario Marat. Los girondinos estaban preocupados por la distorsión del sentido de justicia que velaba por los preceptos republicanos: «liberté, égalité, fraternité». Por esta razón, Charlotte Corday, seguidora de la facción girondina, se decidió a darle muerte a Marat. Ella habría sido la orquestó su asesinato. Ahora bien, hay muchas teorías sobre lo que sucedió, ninguna comprobada. La tesis más difundida sostiene que Corday se presentó un 13 de julio de 1793 en la casa de Marat, al cual llamaba “bestia”, con la excusa de presentarle una lista de traidores a la causa revolucionaria, una verdadera “lista negra”. En un momento de descuido, cuando Marat fue a darse un baño, Corday habría aprovechado para clavarle un puñal. «He matado a un hombre para salvar a cien mil», habría dicho Corday cuando fue detenida por el crimen. Luego, ella sería guillotinada, mismo destino que sufrieron los reyes del Antiguo Régimen y, en general, todos aquellos que se oponían al nuevo Régimen del Terror, fueran estos girondinos o fueran antiguos amigos de la causa, convertidos, así, en enemigos por los verdugos revolucionarios. El asesinato del jacobino Marat por parte de la girondina Corday pronto sería usado para convertirlo en el nuevo mártir de la Revolución, y en una excusa política para aplacar a su propio “fuego amigo”.

Maximilien Robespierre, el famoso líder de los jacobinos radicales, fue el que se encargó de inmortalizar la figura de su “compañero de causa”, al encargarle al pintor Jacques-Louis David, un cuadro que retratase su muerte “a manos de la traición”, el cuadro "La muerte de Marat" de 1793. Las copias de esa pintura fueron utilizadas, de ahí en adelante, como propaganda política de la nueva República.

La pregunta que trasciende, hoy por hoy, es la siguiente: ¿Quiénes serían, en este actual escenario, los que están dispuestos a “ajusticiar” a su “fuego amigo” con tal de llevar hasta las últimas consecuencias su idea de la “Revolución”? ¿Quiénes, como Corday, llegarían al punto de eliminar a sus compañeros más radicales con tal de contener la ola nihilista? Imposible no hacer paralelos con lo sucedido en las futuras revoluciones del Siglo XX, y sin ir más lejos, con lo ocurrido en el mismo Chile. En lo sucesivo, la muerte de Marat a manos de Corday sigue incrustada en el inconciente colectivo tras todos los nuevos intentos de insurgencia, como si se tratase de una maldición, una profecía autocumplida o quizá, sencillamente, una cruda lección de historia, que algunos –enamorados de sus propias mentiras- no están todavía dispuestos a aprender, por miedo a ver cortadas sus cabezas, o lo que es peor, estrellarse contra una realidad política que aplasta, una y otra vez, toda idea redentora de la historia.


La crítica al llamado "globalismo" no tiene por qué ser necesariamente un asunto conspiranoico de parte de ciertos grupos "alt right", ni tampoco tiene por qué ser una lucha excluyente de la izquierda clásica. Es más, yo diría que es la crítica "decisiva" del presente, porque en ella confluye la disputa contra el sistema financiero internacional y contra el monopolio del poder político, los cuales actúan en contubernio para conservar su hegemonía a toda costa. Por eso es que podemos ver a gente como Santiago Armesilla, declarado marxista, criticando con fundamentos a la Agenda 2030 y llamándola "agenda de la gran burguesía globalista" y, al mismo tiempo, ser testigos de una partidocracia chilena totalmente alineada con esos propósitos.
"Mi amor, he decidido ser poeta/El salto al vacío que esta decisión implica/es riguroso,/pero a diferencia de las leyes de la física/en la poesía no siempre se cae hacia abajo”. Poema de Gabriel Boric, escrito en su época de diputado. Reemplace " presidente " en lugar de " poeta", y reemplace " poesía" por "política" y tendrá usted un poema más acorde al presente. Buenas tardes.