miércoles, 13 de mayo de 2020

Lo de Giorgio Jackson y el rollo en torno al fraude de las donaciones de la mitad de su sueldo a instituciones de caridad, que en el fondo se trataba de platas destinadas a fondos de su propio partido, “Revolución democrática”, con fines a todas luces instrumentales, refuerza una vez más la idea de que en materia política la deshonestidad es una condición sine qua non. Es cosa de preguntarle al principal crítico de Jackson, el ex precandidato presidencial del Frente Amplio, Alberto Mayol, quien dijo que "en política, la mentira y omisión son compañeros de ruta, y Giorgio es talentoso en ello". Años atrás, el autodenominado gurú, Eduardo Bonvallet, también lo criticó y se enfrentó cara a cara al diputado, invitándolo a regalar su dieta, diciéndole directamente que le dejara de mentir a la gente (con la cual tanto se lavan la boca los políticos al momento de enarbolar sus muy buenas intenciones). Por otro lado, el oficialismo ha festinado con este golpe moral, tanto así que han emplazado al otrora beatífico Jackson a pedir perdón frente a todos los parlamentarios, y de paso, “frente a todo el país”. Incluso Chile vamos se ha propuesto llevar a Jackson a la Comisión de Ética por “infracción a la buena fe”. Esos dimes y diretes de la política, esas alusiones constantes a la transparencia, a la probidad, a la integridad, en donde cada uno le reprocha al otro lo bajo que puede caer, lo mal que lo ha hecho, o le celebra al de su camada lo alto que puede llegar a ser, o lo bien que lo ha hecho, de acuerdo a su propio nicho de intereses, no es otra cosa que la mecánica del poder mostrando sus plumas de pavo real para ganarse la aprobación de todos sus feligreses. Sea del bando que seas, ya sea progresista, conservador, liberal, tiránico, al entrar en terreno político la cosa se mueve así. Un constante tira y afloja entre dignidad, egoísmo y reputación. Eso quedó demostrado de manera magistral de parte del legendario profesor Walter White en Breaking Bad. Por muy bueno que seas o pretendas ser, el poder te pasará la cuenta, porque este, en el fondo, no le pertenece a nadie. Una vez lo posees, te posee.