sábado, 31 de diciembre de 2016

Nada de lo que queramos para el año siguiente, de todo corazón, cambiará el hecho de que el Universo seguirá su curso indiferente y que la realidad continuará desmintiendo cada una de nuestras expectativas, dejándonos estupefactos y en un indefinido ciclo de acciones y consecuencias. Pero no hay que desanimarse por eso. No hay que ser aguafiestas pretendiendo inteligencia. Resulta más coherente y rentable, al final de la jornada, celebrar el simple hecho de aparecer y pulular sobre el mundo, brindando por un año más o un año menos, según nuestra diminuta perspectiva vital, implorando a los astros que todo cambie de acuerdo a nuestra voluntad, como si eso fuese realmente posible. En la fe que existe y su inevitable negación se encontrará, cuando llegue la hora, el mayor divertimento, el alma de la noche. Entonces solo quedará abrazar el absurdo de la vida, mientras la muerte, bélica y festiva, continúa haciendo de las suyas, planeando un mejor final para nuestros invitados.