viernes, 17 de enero de 2014

Valparaíso gasómetro



1994 Valparaíso fue un pandemonio. Esa vez, el mito se hacía realidad. La misma torre que mantenía templado al puerto, podía volverlo literalmente una tierra de nadie. Era el caos que se intuía en cada respiración y agitación ciudadana como una cuenta regresiva. Yo iba en primero básico y lo único que recuerdo fue a una tía que nos evacuó , como una beatrice lejana, y sentía que nosotros, simples niños, conducidos más por el pánico que por la conciencia de la muerte, éramos simples diletantes que no atendían la gravedad , sino que solo se dejaban llevar, impacientes, curiosos, por el desenfreno colectivo.

Un compañero de carrera contaba que por aquellos años el mito cobró tal fuerza que las únicas vías posibles era lisa y llanamente el exilio, abandonar la próxima zona cero, hacia Laguna Verde o hacia Placilla. Valparaíso efectivamente desaparecería, un suceso atómico, digno de Chernobyl. Por supuesto, lo inverosímil del relato oficial no contradice su poder de evocación ficcional. Ese sería el caldo de cultivo para nuevas y clandestinas lecturas del desastre... es entonces que aflora la faceta subterránea del provinciano, en su versión más escondida: la de los escritores, sobrevivientes furtivos, cucarachas de oficio... recurren a la ética de los finales, a la estética de los trasnochados, se dejan guiar por los miserables, y también por los héroes anónimos de la ciudad, para brindar por el acabóse, a la manera de Teillier, la última cerveza antes que todo acabe, el último destello de locura antes de la clausura y luego la serenidad del vacío.

Valparaíso, nicho de temblores, incendios y mareas, debe poder lidiar con este presentimiento del desastre no como una neurosis política, sino que como una mitología que permita a los mortales ciudadanos concebir el respiro de poesía que todo proceso de caos invoca... Teillier, el constructor de la memoria, así lo supo con su brindis primordial, es el saludo digno, irónico, po-ético, frente a lo inexorable, y no la estrategia hueca del moderno que todo quiere controlar, que todo quiere predecir... es precisa una escritura que brinde bajo la luz caótica de todo lo que acaba, y ya no el grosero sistema de predicciones, mediciones de la industria de la cultura... que pretende filtrar y aplacar las potencias creativas como si se tratasen de terremotos o de incendios que devienen en mito.