lunes, 13 de septiembre de 2021

"Todos los poetas, y quiénes mejor que los franceses para saberlo, inventan su pasado". Roberto Bolaño, La literatura nazi en América (algunos inventan mucho más que su pasado)
“Has de comprender que nuestra civilización es tan vasta que no podemos permitir que nuestras minorías se alteren o exciten. Pregúntate a ti mismo: ¿Qué queremos en esta nación, por encima de todo? La gente quiere ser feliz, ¿no es así? ¿No lo has estado oyendo toda tu vida? «Quiero ser feliz», dice la gente. Bueno, ¿no lo son? ¿No les mantenemos en acción, no les proporcionamos diversiones? Eso es para lo único que vivimos, ¿no? ¿Para el placer y las emociones? Y tendrás que admitir que nuestra civilización se lo facilita en abundancia. (…) A la gente de color no le gusta El pequeño Sambo. A quemarlo. La gente blanca se siente incómoda con La cabaña del tío Tom. A quemarlo. Escribe un libro sobre el tabaco y el cáncer de pulmón ¿Los fabricantes de cigarrillos se lamentan? A quemar el libro. Serenidad, Montag. Líbrate de tus tensiones internas. Mejor aún, lánzalas al incinerador, ¿Los funerales son tristes y paganos? Eliminémoslos también, Cinco minutos después de la muerte de una persona en camino hacia la Gran Chimenea, los incineradores son abastecidos por helicópteros en todo el país. Diez minutos después de la muerte, un hombre es una nube de polvo negro. No sutilicemos con recuerdos acerca de los individuos. Olvidémoslos. Quemémoslo todo, absolutamente todo. El fuego es brillante y limpio. (…)”. Fahrenheit 451. Y una vez que el bombero comprende toda esta piromanía digna de la inquisición, comienza a recapacitar y a darse cuenta de lo que significa quemar un libro. Hay un viejo en la novela que le explica lo siguiente: el que no construye, quema. Y eso es lo que estamos viendo hoy en día con la quema de más de cinco mil libros –entre ellos, de Tintin y Asterix y Obelix- en escuelas de Canadá. La única excusa es que ahora se hace con el fin de “purgar” el racismo histórico sobre los pueblos indígenas. El progresismo posmoderno ha demostrado que no viene a construir nada. Solo le interesa “deconstruir”, préstamo conceptual de Derridá, que no es otra cosa que un eufemismo para “destruir”. Decía Heinrich Heine: "Donde se queman libros, se terminan quemando personas". ¿Cuánto faltará para que estos progresistas canceladores ter minen quemando a quienes no piensan como ellos?

El perseguido y el otro relato del 11/9 yanqui


Existen otros relatos sobre el 11 de septiembre, pero ojo, no el nuestro, sino el norteamericano, ocurrido hace veinte años atrás. Uno de ellos tiene como protagonista a Kurt Sonnenfeld, un camarógrafo yanqui de la FEMA (Agencia Federal para la Gestión de Emergencia) que fue enviado a la Zona Cero y que vio aquella mañana, según relata en su libro El perseguido, “algo que superaba cualquier cosa que hubiera visto antes”. La trama de esta historia ocurre mucho después de esa revelación. La gatilla la muerte de la esposa. Sonnenfeld fue considerado el principal sospechoso. Ante dicha acusación, siempre se declaró inocente, aduciendo que su esposa se había matado. Aun así, alcanzó a estar unos meses preso. Luego, fue liberado al descubrirse que no había huellas suyas en el arma homicida. Un antecedente significativo de la investigación consistió en una nota en el diario de vida de la difunta, que reproducía una cita de Walt Whitman: “Qué es bello, menos la muerte y el amor”. La palabra “amor” había sido tachada.

Tras la muerte de su esposa y su paso por la cárcel, Sonnenfeld decidió rehacer su vida en Argentina, donde conoció a otra mujer, Paula Durán, con la cual se casó. La vida de Sonnenfeld parecía feliz, pero no contaba con que la Interpol lo volvería a buscar por la causa de asesinato de su ex esposa, mediante una orden de extradición. Esta vez, sin embargo, Sonnenfeld tenía algo con lo cual defenderse: los registros de aquello que vio en la Zona Cero. Se trató de una cámara abovedada completamente vacía, utilizada por la CIA, bajo el edificio seis del World Trade Center. Sonnenfeld se preguntó, al indagar en sus registros, por qué el edificio siete se había desplomado si ningún avión había impactado en él. “¿Por qué estaba vacía? ¿Y cuándo pudo haber sido vaciada?”, escribió en su libro El perseguido: “El edificio seis fue evacuado en doce minutos después de que el primer avión se estrellara contra la Torre Norte. Las calles se atascaron de inmediato con los camiones de bomberos, los patrulleros de la policía y el tráfico embotellado. Por su parte, la bóveda era lo suficientemente grande como para necesitar más de un camión entero para retirar tan variado y sensible contenido”. Sonnenfeld concluyó que la bóveda había sido vaciada de antemano. Él lo sabía, y por eso el Estado profundo le perseguía. Esa es su verdad a lo Wikileaks, o bien su coartada perfecta.

Existe información que desmiente la versión de Sonnenfeld respecto a sus reveladores descubrimientos. Kirk Mitchell de 'The Denver Post' en 'The Spin Doctor. Hero or Cold-Blooded Killer?' declaró, por ejemplo, que él no llegó a la Zona Cero hasta semanas después de los atentados, por lo cual sería hipotéticamente imposible un registro in situ. Pese a esto, el curso de los acontecimientos siguió corriendo a favor del perseguido, hasta que, en el 2015, la Corte Suprema de Argentina decidió extraditarlo. Sin embargo, antes de que Macri llegara al poder, una orden ejecutiva resolvió que no devolvería al gringo a su país natal. “Si tengo suerte, y si Dios lo quiere, nunca más volveré a los Estados Unidos” dijo en El perseguido. “Es lo mejor que puedo esperar. Pero está bien. Tengo a Paula. También a Scarlett y a Natasha. Y esto es todo lo que necesito. Y contrariamente a lo que alguna vez me pareció, ahora también tengo esperanza. Eso es más de lo que puedo pedir”.

¿Sonnenfeld se volvió algo así como el Snowden o el Assange del 11/9? ¿O todo se trató de un montaje conspiranoico muy bien armado para ocultar su participación y responsabilidad en el crimen del cual se le acusa? No se puede saber. Todas son nada más que conjeturas. Por lo pronto, el protagonista de esta historia continúa con su vida en Argentina, insistiendo en la versión que construyó en su libro El perseguido. ¿Ficción o realidad? Su autobiografía novelada nos hace pensar en un meta texto que busca recrear su defensa ante su persecución política, unida al enclave policial que implica la muerte de su ex esposa. Ninguno de estos hechos en la vida de Sonnenfeld se puede separar, sin antes desarticular el entramado de la historia, con resonancias en el sentido de la justicia y en el pandemonio de conspiraciones que forman, hoy por hoy, nuestra contingencia mundial. Como decía Pablo Ianiszewski: “la política contemporánea es un campo minado por todo tipo de engaños y espejismos”. Le toca al ciudadano corriente sortearlos, para superar la lógica del poder y recuperar su campo vital.