martes, 12 de septiembre de 2017

Comprender que se está viejo al notar que los alumnos hablan de reggaeton old school, cuando para uno lo más parecido a eso siguen siendo las bandas que transmiten en el playlist Old is cool de VH1.
A un lado del asiento de la micro, temprano en la mañana, una guapa chica abrigada en demasía. Sostenía una acalorada conversación con un interlocutor desconocido vía whatsapp. A pesar de la distancia no se alcanzaba a distinguir la identidad del interlocutor. Corría el hombro cada vez que era su turno para teclear. Hacía todo lo posible por disimularlo pero el frío y el lleno de la micro lo impedía. Su rictus era serio a pesar de estar escribiendo con entusiasmo. En un vistazo rápido se alcanzaron a notar una serie de risas. Los clásicos jajaja puestos ahí para representar gráficamente que la persona del otro lado se estaba riendo. Lo más curioso de todo es que la chica en cuestión, mientras escribía esos jajaja con una rapidez y habilidad asombrosa, su rostro, entumido, congelado, hasta cierto punto, estresado, decía todo lo contrario. En qué plano de imaginación se podrá sostener una conversación tan virtual que incluso se desentienda completamente de su referente real, incluso llegando a contradecirlo. Uno mismo, por cierto, cae involuntariamente en esa simpática etapa de irreflexión, en esa suerte de esquizofrenia comunicativa no declarada, escribiendo de lo más animado por interno mientras en persona uno se siente realmente como la mierda; o en cambio, escribiendo algo sumamente parco, hasta doloroso, pero en persona sintiéndose ecuánime, equilibrado. A medida que la micro daba vueltas, aumentaba su velocidad y tomaba curvas peligrosas, el rostro de la chica se iba haciendo más inflexible, pero paralelamente, su conversación virtual tomaba carices cada vez más expresivos, pasando de las risas a los emoticones con total naturalidad, a la vez que su figura, su expresión denotaba que no se hallaba discursiva ni mentalmente a bordo de la micro, sino que a bordo de su propia y magnífica burbuja de interacción vicaria. Cuando hubo guardado el celular, recién pedía permiso para bajarse de la micro. De su boca fue el único, el único momento en todo el viaje que salió despedida una palabra real, en un tono dulce pero neutro: Permiso. Permiso para bajarse de la realidad de la micro y volver por fin a la suya propia, dentro de la prístina pantalla, libre de frío, tensión, atochamiento, pero repleta de códigos y emociones apócrifas.