jueves, 14 de junio de 2018

Tengo un alumno que es paco. A la vez estudia Enfermería. Para una exposición oral tenía pensado ponerse a debatir sobre la institución de carabineros y su imagen mediática. Su postura apuntaba claramente a reivindicar la alicaída imagen de los pacos ante la opinión pública, señalando que se deben acusar a los uniformados culpables por separado y no atacar directamente al conjunto de la institución. Las otras dos compañeras, más jóvenes, tenían en cambio una visión contraria, si se quiere, más cercana a la postura progre, que apunta a criticar la institución en su totalidad, como un todo que afecta por igual a todas sus partes, desde sus fundamentos (de violencia y arbitrariedad). Pese a la diferencia de visiones entre el alumno paco y las chiquillas, se notó que guardaban una complicidad especial. No existía esa especie de resquemor, ese resentimiento producto de una acción hostil. Ni tampoco ese sentido de la autoridad a la fuerza. Este paco no parecía tomar la ley por coerción. Ellas, por su parte, no atacaban al compañero por el solo hecho de ser paco, sino que al uniforme, lo que este representa. Atacaban un determinado modus operandi, una determinada forma de accionar la ley. Cuando se le preguntó al paco respecto al cabo baleado en la cabeza por una Uzi, y respecto al último caso del cabo que paró en seco a un chofer uber, decía que no era muy sensato que se elevasen como mártires ni que se usasen como estratagema política. Las chiquillas le preguntaban inmediatamente por qué. Este respondía que debido a la tergiversación de la imagen. Que era más conveniente repensar el rol de la policía y no poner a estos en contra de la sociedad. Se estaba ante un bizarro ejemplo de paco idealista. Un paco "correcto". Una de las chiquillas le sacó a Foucault. Algo sobre el poder. La otra, en una parada más punketa, le apañó sacando el argumento de la delincuencia como excusa para el control policial. El paco no sacó a ningún autor. Solo se refirió en términos abstractos a la justicia como emblema. Su método era inductivo. Partía de los casos polémicos ya descritos para razonar como gato de espaldas su crítica a la imagen periodística de los pacos. Aunque las chiquillas decían escuchar a su disímil compañero, no se les veía muy convencidas de sus dichos amparados bajo la lógica de la subordinación. Pese al calor y el antagonismo de las palabras proferidas, el grupo no dudó luego en poner cada uno de los puntos a debatir en el power que tendrían que exponer la próxima semana. El debate, su correlato discursivo, era la única ley en ese momento. Y debía hacerse cumplir. No hubo allí balazo retórico ni ad hominem insurgente. El incipiente debate servía como terreno de lucha para la ideología, pero detrás de ella se tensionaba el pensamiento, sujeto a sus respectivas implicaciones.
Cioran estaría con el aborto en Argentina. Lo dejaría expresado en El inconveniente de haber nacido: 
"No corremos hacia la muerte; huimos de la catástrofe del nacimiento. Nos debatimos como sobrevivientes que tratan de olvidarla. El miedo a la muerte no es sino la proyección hacia el futuro de otro miedo que se remonta a nuestro primer momento".