domingo, 6 de diciembre de 2020

Primer cuadro: con 15 años escuchando Megadeth, Motley Crue, Slayer, Metallica a toda pala, tarde noche en la casa, antes de que llegara mi madre del trabajo y me pidiera por favor bajar la música. En ese tiempo uno jugaba con la adrenalina de escuchar metal a todo lo que da arriesgando ser penqueado por los vecinos. Precisamente parte del placer de la escucha recaía en el riesgo de ser penqueado por ellos y por tu madre. 

Segundo cuadro: con 32 años escuchando Megadeth, Motley Crue, Slayer, Metallica a toda pala, pasada la madrugada, esta vez en una casa que arriendo yo solo. Sueño de adolescencia desbloqueado. Continúo jugando con la adrenalina de escuchar metal a todo lo que da arriesgando ser penqueado por los vecinos, pero algo me dice que ya no es hora ni es edad para eso y pongo la música a un volumen moderado, aunque el placer de la escucha con el riesgo de ser penqueado permanece, solo que reprimido. Vacilo para mi solo, finalmente. En eso consistía madurar: reservarse un placer privado sin interferir con el mundo.