domingo, 21 de junio de 2015

Sobre el padre

En su día y en algún momento de la vida, el padre que nos vio nacer es una especie de Ulises al cual se espera fielmente para que vuelva triunfante a su patria con su familia. El relato que hacemos entonces no es otro que el de la épica del retorno, del gobernador que vuelve a recuperar lo suyo. En otra ocasión se vive una época medieval, en la cual como Jorge Manrique le rendimos cuentas a esa figura perdida en el tiempo, si no es a su muerte, a lo que alguna vez fue y significó para nosotros. Hacemos de su eventual muerte o ausencia motivo de una lírica fúnebre, motivo para que la tierra y nuestro mundo conocido comiencen a cantar su delirio del origen, y todos los hechos de ahí en adelante se sucederán de acuerdo a ese luto. Más tarde, como en Hamlet, tratamos de reivindicar su figura, indagar en la verdad sobre quien fue y lo que quiso para nosotros, entonces su fantasma se nos aparece, y nos acompaña para seguir nuestros pasos, y vengarse contra aquellos que tramaron algo a sus espaldas. Nos volvemos sin quererlo el hijo vengador que todavía se debate entre el pensamiento de la duda y la acción apasionada, en honor a su memoria. Mucho después, viene una sospecha, como en los Karamazov del viejo Dostoievski, comienza a sembrarse cierta discordia, cuáles fueron los motivos para que nuestro padre llegase a hacer lo que hizo y si no hubo algún motivo subrepticio, siempre cruel, para llegar a odiarlo y conspirar en su contra. Motivos siempre difusos pero llenos de un impulso por crecer, no se sabe hacia dónde ni cómo, pero llenos de una vida oscura, secreta. Ya en una etapa más actual, nuestros relatos sobre el padre distan mucho de ser solo una alegoría. Ya sea por su ausencia o por su categórica presencia, hay muchos que como Kafka enterraron su recuerdo en la tinta que atestigua su vida junto a él. Se llega a pensar en el padre como Pedro Páramo, aquel a quien buscamos exiliándonos de nuestra vida y descubriendo poco a poco que nos unimos a él hasta el fondo del infierno. Pero pese a estas palabras, quizá no sea tiempo de hacerse el duro ni de saldar cuentas todavía. El padre está ahí, siempre lo estuvo, innegable, anunciando el instante en que la vida continuaría su carrera tragicómica, su dilema de auto superación y de reconciliación. “A veces no puedes hacerlo por ti mismo” reza una letra. Siempre estará ahí, ya sea por ausencia o presencia, haciéndonos ver que el tiempo obra de formas misteriosas. Quizá sea ese un comienzo, una forma de saber que no siempre se puede juzgar, que por más que estemos lejos, siempre se vuelve al origen, que depende de nosotros si hacemos de su figura una estrella moribunda que tarda en iluminar o nada más y nada menos que la sombra de nuestros pasos.