sábado, 17 de mayo de 2014

Senderos


Ayer compré los "Senderos" de Liv Ullmann en la plaza a dos mil pesos. Siempre había algo en la musa de Bergman que me atraía, algo en el rostro me hablaba de un espíritu melancólico pero por lo mismo bello y pleno de vida. Siempre hay algo en las mujeres del cine que tras bambalinas esconde el misterio de la vida auténtica, con sus tristezas y asperezas... es el caso de Marylin Monroe, diva para ...la pantalla, pero en su vida real era la mujer más triste del mundo... es esa jovialidad para el cine pero la exploración íntima en la escritura la que encontré en el diario de Ullmann... las mujeres tienen una sensibilidad para sublimar su interior a flor de piel, y para manejar sus emociones cuando estas son expuestas a una intemperie invasiva, frente al acecho de la personalidad... Liv Ullmann como madre lo sabía: "La mujer feliz, cuando las primeras manchas de sangre la apartan de la tierra de la inocencia para trasladarla a un mundo cada vez más lleno de misterios".
Sin más que agregar, el relato de una madre a través de la visión íntima de la actriz:

“Tratar de escribir todos los días es sumamente difícil en casa, donde hay llamadas telefónicas, están Linn y las niñeras, vienen los vecinos... Si hubiera sido hombre todo habría sido distinto. Se respeta mucho más la profesión de hombre, al igual que el trabajo que hace en casa, su cansancio, su necesidad de concentrarse.
Trate de decirle a un niño que mamá está trabajando, cuando el niño puede ver con sus propios ojos que sólo está allí sentada escribiendo. Explíquele a una niñera que le paga muy caro para que ella haga lo que se espera de usted; explique que esto es importante, que tiene que estar listo para una fecha determinada y se irá molesta, sacudiendo la cabeza, convencida de que estoy descuidando a mi hija y mi casa. El éxito en la profesión y el intento de escribir un libro no son suficientes para justificar mi falta de dedicación a la vida familiar.
Estoy sentada en el sótano aporreando la máquina de escribir. Hasta que mi mala conciencia me obliga a subir a la cocina. Tomo café con la criada, le leo un cuento a Linn, contesto amablemente el teléfono como si no tuviera nada que hacer.
Pero estoy hirviendo de rabia. Es sorprendente que tanta rabia pueda quedar contenida detrás de una fachada tan plácida.
Llamadas de Norteamérica, de París, Inglaterra y Oslo. Solo una es la llamada que esperaba, aunque eso me obliga a contestar todas. La niñera nunca contesta el teléfono : no sabe hablar inglés.
Mi editor me sugiere que desconecte el teléfono. Hablo con California donde es de noche ahora: qué suave y extraño es el aire allí. Aquí brilla el sol... hay nieve en los abetos afuera de mi ventana. Estoy sentada en un mundo y hablo con otro. Garabateo en un pedazo de papel y me remuerde la conciencia. Porque soy una mala madre, porque soy una incapaz, no contesto cartas, no arreglo los grifos de agua y permito que goteen interminablemente durante meses.
Tomo café con una vecina y me disculpo por todo lo que hago, porque sé que nunca comprenderá por qué esto es importante para mí. Esta terrible “culpa femenina”. No me atrevo a oír música cuando estoy en el sótano, escribiendo, para que arriba no piensen que estoy sentada aquí sin hacer nada. Tengo la sensación de que debería producir pancakes y pan horneado en casa, y que las habitaciones de mi casa tienen que estar limpias y ordenadas para que se me respete.
Estos son mis pensamientos mientras trato de escribir sobre lo maravilloso que es tener una vida que me proporciona libertad, tantas posibilidades: “ Puedo ser libre por mi propia voluntad, ser mi propio creador y guía. Mi crecimiento y mi desarrollo dependen de lo que elija o rechace en la vida. En mí se hallan las semillas de mi vida futura”.