lunes, 21 de enero de 2019

Sacudo las alas que se acumulan en la ventana de la pieza, y no puedo dejar de pensar en las termitas que hace unos días atacaron el Congreso y fueron titular de prensa. La que creía una plaga insufrible pasó a adquirir inmediatamente un toque apocalíptico, hasta diría que heroico. Pero esta ingenua apreciación esconde una verdad todavía más profunda: que las termitas están ahí meramente para alimentarse, independiente de los huéspedes humanos que las rodean reclamando el espacio que ocupan como suyo. En todo caso, para las termitas, la plaga somos nosotros. Ellas carcomerán la madera sea esta la de mi miserable pieza o la del Congreso. Su voracidad es nihilista. No tienen nada que ver con leyes ni con conflictos de orden ideológico o sociopolítico. La madera será madera ya sea aquí o donde sobran los palos. En su banquete imparcial las termitas delinean, sin proponérselo, el territorio de la entropía. Para bien o para mal, bajo la filosofía de la termita, todo se reducirá a polvo, y lo que creemos como propiedad, para estos bichos solo se mide de acuerdo al tamaño del hambre, directamente proporcional a la intensidad del verano.
Recién caigo en la cuenta de que el cumpleaños de Poe es el mismo día que el de Arjona (19 de Enero). Claro que entre el Cuervo y el Taxista seduciendo a la vida no solo hay un abismo temporal cronológico sino que uno de orden estético retórico.