jueves, 6 de agosto de 2009

La mente es un estupefaciente

En esta noche más atómica que el planeta
las pantallas de la tv expulsan
profusamente siniestros, accidentes y bestias
en hemoglobina excesivos
de mente placer vacíos.

Salen disparados de una caja negra, de una radio constelación
De una onda clandestina como el país.

Y son sus voces una catarsis
en lingüísticas proxenetas
que para plutócratas se traducen en industrias
y para cerebros en fantasmas y revelaciones.

La caja es mágica, su medida anti mágica, sólo caos
que se sirve de tres dimensiones para ser físico
para conspirar entre los incrédulos.

La corporación de los sentidos,
otra oveja negra de la mente,
a la vez oveja negra de un planeta
con petróleo y corazón funcionando.

Cosmos hipodérmico bombea tu cpu interno,
más bien espíritu o capital
hecho de poemas y otros espurios
henchidos de sangre y materia neoliberal.

Vade retro a quienes comercien trascendencia
donde solo hay basura cósmica.

Y mi felicidad satisfecha, mi nada lleno,
mi grafía paulatina de etiqueta,
mi máscara hipócrita.

La regla de miles de galaxias,
el cáncer universal como amor en días rojos.
La dieta estatal para amantes del arte enrevesado
o sea, sanguinario, vidrio, arteria.

Y nunca nada es nunca y el futuro es siempre
porque produce infinitas histerias y despropósitos.

Mi revolver la tinta;
mi brazo, engranaje;
mi lengua, motor.

Un miembro infinito para la galaxia 
ramera del infra mundo.

El semen como producto sabático,
para la industria de lo siniestro,
para el aceite de los siglos.

Mis ojos son tv;
mi lengua, motor;
mi noche, atómica.

No puedo desear lo mismo al menos que posea lo opuesto,
y lo otro, y lo quiero ya,
pero la esperanza es suicidio,
mi control remoto
mi impaciencia de membrana
un banco inexistente
un motín de almas.

Y ya hipnotizan, y ya masacran
y burocratizan hasta el vuelo de ángeles y cuervos
que degustan mejor el dólar que la levedad.

El invernadero del poder,
el telón de la mnemotecnia,
el sexo de dos mil años,
la música del taladro,
la megalomanía incipiente,
la permeabilidad del vacío,
la inmortalidad del cangrejo,
la marca de la bomba nuclear,
la marca de la bomba nupcial
¡Un siglo XXI de dinosaurios!
¡Un Edén de dinosaurios!
¡Una humanidad de dinosaurios!
Dinosaurios, dinosaurios
los llamados señores del petróleo,
los llamados señores con propiedad lunática,
y la crisis los utiliza,
les desmonta el vaivén de sus puertas.

Pausa en vivo, pausa mundial,
y las damas ya no sirven, ya no preñan,
para promoción de ficciones divinas.

La filia un signo, el eros un índice,
El espacio exterior, lo gratuito de la pangea oscura
rebasa de totalidad y de créditos y de manías.

Los estúpidos que venden el espíritu virtual
Por unos cuantos sellos sin cara,
los estúpidos que prostituyen
el estado de gracia, la vigilia desnuda,
la delicia de la mente.

La palingenesia,
el suicidio del pensamiento.

Desear por sobre la materia…
felicidad…
eternidad…
¡Hipoteca!

Así es como el corazón, exhausto de esta dantesca industria,
seguirá modulando vital, inocente, su contorsión primigenia,
que acabará con la pesadilla técnica,
revolviendo por sinapsis
el estupefaciente de la mente.