lunes, 13 de julio de 2015



Freud decía que los sueños eran una sublimación de un deseo reprimido, lo que no vio quizá demasiado influido por el positivismo de la época es que los actos son en su mayoría símbolos de algo más grande. "He visto metáforas más reales que la gente que anda por la calle", poiesis errante, vagabunda, nómade buscando miradas, cuerpos, errores en los que encarnarse, para hacerse imagen, sonido, doble lectura, no conforme con lo que ya es, con lo que dicta su origen, siempre yendo hacia algo más. Es lo que diferencia al poeta del mero psicólogo: este último en su afán de controlarlo todo, obvia que la matriz de los actos es inexplicable, que las palabras mismas son un subproducto de la locura, que no queda sino utilizarlas para invocar algo que se creía algo demasiado escondido o por el contrario demasiado expuesto. Pensar es quizá lo único libre de tratamiento, la enfermedad de la cual habrá que sentirse orgullo muy a pesar del mundo, porque el poetizar mismo no demanda especialistas, a lo sumo busca adeptos, neuróticos insufribles....