En lo último de Westworld, sale a la luz el problema del recuerdo. Dolores va en busca del porqué de su trama. Cree ver en la figura del viajero redentor, y luego, en la del padre, alguna respuesta. Quiere volver a pasar por el corazón lo que creyó amar. Por otro lado, cuando Bernard, científico del lugar, se enfrenta al Dr Ford, le dice que un poco de trauma podrá ser revelador, para indagar en su propio pasado. El doctor le señala, sin embargo, que es preciso el olvido para la vida.
La misma advertencia nos hace Borges respecto a su Funes el memorioso. Demasiada memoria puede, paradójicamente, perdernos. Hay un momento en que el propio doctor se pregunta la diferencia fundamental entre los humanoides anfitriones y los seres humanos. Decía que no era ni la racionalidad ni la emocionalidad, cosa de la cual los anfitriones también eran capaces, sino que precisamente la memoria.
Los anfitriones tenían recuerdos implantados que recordaban perfectamente. Hechos de un trasfondo que definía su identidad. En cambio, los recuerdos de los humanos se desarrollan producto de una empiria, vagos y difusos, solo posibles de evocar mediante un relato. En este relato, el olvido viene a ser, no el antónimo de la memoria, sino que finalmente su consecuencia última.
Todo lo que los anfitriones de la serie comienzan a buscar está programado, y por ende, carece de sentido. Puro, pero, al fin y al cabo, vacío. La conciencia que experimentan de manera incipiente no hace otra cosa que develar esa realidad. Se van pareciendo poco a poco al humano en su incesante búsqueda del tesoro. Era lo que su creador quería a toda costa evitar: el deseo, la insatisfacción. Sin embargo, será eso lo que defina, después de todo, las reglas del juego, en ese mundo absurdo, como el del cuento que Bernard recuerda contarle a su hijo, donde "nada seria lo que es, porque todo sería lo que no es".
En la serie, también Bernard le explica a Dolores que la conciencia no es un viaje hacia arriba, sino un viaje hacia adentro, no una pirámide, sino un laberinto. Que cada decisión puede acercarte al centro, o lanzarte girando a los bordes, hacia la locura. Lo hace tratando de basarse en la teoría del origen de la conciencia en la ruptura de la mente bicameral, basada en Julian Jaynes. Es interesante porque supone que la conciencia puede ser un fenómeno inenarrable, que se escape a la simple voluntad. Por eso la idea del Doctor Ford era en parte esa: dejar que los anfitriones experimenten la conciencia y hagan su propia voluntad, más allá de los lineamientos del parque.