Extraña e inquietante la sequía de la mente, no sabes qué cresta va a salir de ello, mantiene un suspenso que en el fondo sabes cómo acaba (una especie de masturbación textual). Lo mejor es cuando no existen expectativas, no está esa presión maldita ya no del mundo, ese gira y envuelve, sino que del yo y de la imagen frente al otro. Solo se recurre a los sentidos nuevamente, para luego dejar que el ansia cobre forma y escriba ciertas materias, no importando su resultado. No es el automatismo de los surrealistas, es solo la impotencia contra uno mismo que se sublima en forma de textos, claro está que resultan tanto motivo de vergüenza como de satisfacción, divagaciones de un pobre diablo que en vez de darle saliva a sus palabras les da tinta, y ya sueltas afuera vuelvo a respirar, un poco de placer para de nuevo quedar vacío, abrir nuevamente la ventana y pensar en la cita que se suspendió, por la tarde, y en la figura que coronará el próximo paso en falso.