miércoles, 1 de febrero de 2017

Eternime: la ficción de seguir vivos.

En un enlace se hace mención a un proyecto latente: "eterni.me", surgido de un programa de emprendimientos del famoso MIT, el Instituto Tecnológico de Massachusetts. El proyecto consistiría en la creación de un avatar online a partir de nuestra presencia y actividad en la red, para que así, tras nuestra muerte, ese avatar pueda seguir interactuando con nuestros deudos. En definitiva, la posibilidad de que un avatar se haga pasar por nosotros eternamente, superando la muerte física a través de una vida eterna virtual. Las mentes del gran proyecto dicen que observaron la conducta de las personas cada vez que un amigo suyo en facebook muere. Estas siguen interactuando con el perfil inactivo del fallecido, paradójicamente "dándole vida", de modo que el perfil acaba deambulando como un fantasma en el medio de la red social, un alma en pena que no acaba de desatarse. De manera increíble, el perfil, a pesar de que su usuario ya no siga existiendo, continúa "siendo", sin necesidad de abrir sesión, sin necesidad de una resurrección. Aquellas mentes pensaron en esto y decidieron llevar el proyecto a su idea definitiva: crear una aplicación que sirviese para llegar a crear una memoria virtual de los muertos. Inclusive generar un clon digital que pudiese, mediante un intrincado y complejo sistema de algoritmos, reproducir la hipotética actividad de los muertos tal como si estos en realidad siguiesen vivos en el mundo real.

La pregunta que sigue a aquella idea es ¿cómo será posible que una aplicación pueda replicar nuestro comportamiento después de muertos, basado solamente en nuestra actividad virtual? La interrogante sobre la viabilidad del proyecto Eterni.me ya ha sido formulada por la visión del celuloide, como puede verse en el episodio Be Right Back de Black Mirror, donde una viuda prueba a revivir a su marido a través de la subasta de un "gemelo virtual" que replica su conducta precisamente basado en su historial de red. O en Trascendence, en la cual la conciencia de un científico era cargada, después de muerto, hacia una suerte de red mundial, capaz de conectar con la esencia misma de la realidad y gobernar el mundo. Ninguno de los panoramas ofrecidos parece alentador o demasiado entusiasta con respecto a la ambición de la inmortalidad, cuestión que obsesiona últimamente a los científicos del transhumanismo y a los discípulos de la singularidad. El problema del proyecto es que esconde una intención megalómana. Puesto que si nos preguntásemos ¿cuántos podrían tener una vida virtual después de muertos? la cantidad de aspirantes sería más reducida que el número de personas que mueren por condiciones naturales o azarosas. Lo que daría espacio para una especie de "elite" privilegiada. O el propio hecho de preguntarse ¿para qué seguir viviendo en la red eternamente? echaría por tierra el sentido del proyecto dentro de un marco limitado de posibilidades.

El punto es que el proyecto eterni.me no contempla el efecto devastador de su esencia: el hecho de que nuestro propio avatar post mortem no sea más que una completa ficción, una lectura antojadiza y acomodaticia de nosotros mismos, complaciente, quizá hasta mejorada, pero completamente falsa y servil a los intereses del propio proyecto, bajo la apariencia publicitaria de una vida virtual después de la muerte, que mantenga a nuestra otrora comunidad satisfecha con ese simulacro. ¿Seguiría ese avatar en línea emulando nuestras propias acciones? ¿Escribiendo inbox misteriosos y perturbadores como secretos de ultratumba? ¿Dando matches al sexo opuesto en busca de una relación desde el más allá? ¿Saludando a sus amigos con el mejor de los gestos con un fin únicamente narcisista? Solo una cosa parece completamente cierta respecto al naciente proyecto de la inmortalidad en línea: no será gratuita (ni tampoco honesta).

Se me vienen a la mente en cambio los nobles pero también terribles pensamientos sobre la muerte que poseían los poetas de antaño. Mary Shelley con su Mortal inmortal, en la cual la milenaria ambición por la vida eterna puede llegar a convertirse, lejos de lo que creen los científicos optimistas de nuestro tiempo, más en una maldición que en una bendición. Un mal sueño del cual el alma romántica solo desearía despertar: hacia la muerte. Borges resume, en uno de sus poemas, este sentimiento vital de la muerte, cargado de sentido mortal: 

"La muerte (o su alusión) hace preciosos y patéticos a los hombres.
Éstos se conmueven por su condición de fantasmas;
cada acto que ejecutan puede ser el último;
no hay rostro que no esté por desdibujarse como el rostro de un sueño.
Todo, entre los mortales, tiene el valor de lo irrecuperable y de lo azaroso”.

Imagino los eternos rostros virtuales revividos en la red por el proyecto Eterni.me, planos, carentes de nervio, de autenticidad, de vida real, de MUERTE. Y no puedo evitar tener pesadillas tipo Black Mirror.