Quiero creer que la mayoría de mis contactos se expresa de manera genuina. Quiero creer que queda todavía humanidad detrás de esos perfiles flotantes, pese a su escasa interacción. Quiero creer que, más allá del algoritmo perverso, es todavía posible la camaradería, la amistad y el romance, pero no basta con cerrar sesión para abrirse a la realidad. Hace falta desenredarse, articular las palabras correctas, encontrar en el otro un túnel y no un abismo, todas cuestiones que, dadas las circunstancias, exceden el límite de lo posible y lo tolerable.