jueves, 24 de mayo de 2018

La señora del negocio tenía en la mañana el kilo de paltas a dos lucas. ¿Qué diablos? me dije entre mí. Le pregunté que cómo era posible. Contestó que no era ese, por supuesto, el precio mercado, sino que era un kilo de paltas que estaba rematando, para vender lo antes posible. Aclaró que eran Hass, para que no pensara que se trataba de paltas de segunda o tercera mano. Por un instante pasó por mi mente la idea de comprar esa inaudita bolsa de paltas a precio huevo, pero reculé a última hora. Habría sido la compra del día, aunque una compra del todo sospechosa. ¿Será ese acaso el excedente del oro verde? ¿Su capacidad intrigante y aceitosa maleable a la estricta ley de la oferta demanda? ¿Qué habría pasado si en la mañana hubiese desayunado pan con palta? ¿Este estado hubiese existido? ¿Ese kilo habría perdido necesariamente su valor, junto con su precio? El sentido, su cohesión, al final del día, se va escapando cual palta molida entre medio del sanguche.