martes, 23 de febrero de 2016

Segunda entrevista de trabajo

Segunda entrevista de trabajo, Villa Alemana. Llegada en metro. Ese aire intermedio de retiro, diferente al sector Valpo-Viña. El trayecto a pie desde el metro no era corto. Había que cruzar la plaza, luego Maturana hasta calle Victoria. A medida que uno se adentra pareciera que el tráfico disminuye. El colegio se veía modesto en apariencia y detrás de la recepción tenía la forma de un pequeño fundo. Un maestro que arreglaba el logo del colegio, le informa sobre mi llegada a la secretaria. Abren entonces la puerta. La diligencia de su actitud me sorprende. La formalidad indirecta de la situación, a pesar de su cotidianidad. O precisamente por ella. La primera pregunta: ¿De dónde viene? aunque suene protocolar, tiene un dejo interesante. Como si hubiesen olfateado que venía de otra parte, por la forma de acceder y proceder, un instinto de extranjería que quizá no advierten, o simplemente la cortesía con el desconocido. La espera se dilata demasiado. La secretaria matriculando a un nuevo alumno. Tomando una taza de café a tientas. El director se presenta y luego se pasea repetidamente. Un montón de documentos en sus manos. Los pasea como si fuesen obra confidencial. En eso llega una nueva candidata. Colega de lenguaje. Su primera pregunta, después de un tierno saludo, fue si había pasado mucho tiempo de espera antes de ella. Le contesté que solo yo, por el momento. Conversación sobre de donde venimos, en qué colegios hemos trabajado, experiencias, anécdotas, problemas, risas. Al rato después, la hora de la verdad. La entrevista fue casi un trámite. Se hicieron preguntas acotadas al curriculum. La seriedad del asunto indicaba profesionalismo. Me preguntó sobre las novedades de la reforma. Le hablé sobre la vuelta de la Secundaria y sobre los ejes fundamentales de lectura y escritura. Después de un par de preguntas trampa, y de especificar la cantidad de alumnos y niveles, todo acabó de forma demasiado eficiente, para mi gusto. El saludo de despedida era prácticamente anuncio de lo que venía. La expectativa del llamado. La esperanza sobre el éxito de la sesión, queda otra vez supeditada a la imagen y a la palabra. Había prometido contarle a la chica si la entrevista era o no de temer y qué le preguntarían, una forma propicia de simpatizar, usando la ocasión de la entrevista como gancho. Ella entusiasta dijo que aquella clase de preguntas apuntan a nada más que tu experiencia curricular. Se trataba de un filtro distinto al de la primera entrevista. Ya no el circunloquio en torno al sentido de la misma, ni al rollo personal en torno a la experiencia como cuestión problemática, sino que sencillamente si sabes o no sabes de lo que estás hablando y si tienes alguna mínima idea de por qué estás ahí y de lo que se tiene que hacer. Considerando el tiempo que al Head Master (el director de acuerdo al idioma del colegio) le tomaba su burocrática labor de líder, la actividad debía reducirse a lo esencial. Digamos, a lo pragmático. Entra la chica de lenguaje. Se despide, entreviendo que no nos volveremos a ver, quizá. “Deséame suerte”. El gesto de aprobación típico, a lo lejos, con el dedo gordo hacia arriba, el sí de emperador, ahora gesto de empatía pedagógica, o derechamente una apuesta desesperada, camuflada de buenos deseos, para obtener su confianza, más allá de la entrevista y más allá de la profesión. La entrevista misma de la chica (independiente de su suerte) se transforma en mi mito personal. El supuesto pragmatismo, verdadero solo de palabra, finalmente resulta hipotético. La pega, la plata, la aprobación de tus conocidos, la palmadita en el hombro, el orgullo de tu familia, todas son quimeras. Realidad en potencia. La espera fue lo único real. La espera por el trabajo, la pregunta sobre el lugar de origen, la pregunta sobre el tiempo faltante y sobrante. La espera misma por un nuevo remoto encuentro. La pedagogía me traía de vuelta al tiempo real. Uno en que los planes no siempre se cumplen. En cambio, la espera me transportaba a un espacio imaginario. Uno en que todo sale de acuerdo a lo que se quiere.