domingo, 17 de marzo de 2019

Un conscripto protagonizó una balacera en la Escuela de Caballería Blindada del Ejército en Iquique, matando a un sargento segundo y a un cabo, para luego quitarse la vida. Todo se habría gatillado al ser castigado sin salir a la calle por presentarse tarde y al ser mandado a hacer una guardia que no le correspondía. El hermano del conscripto señaló que "lo pillaron 'pasando bala' pues estaba con psicólogo y psiquiatra", y tenía antecedentes por depresión. El castigo suministrado al conscripto habría sido, según esto, el detonante de una reacción que ya se estaba gestando en forma de angustia e impotencia. Cachando este caso pensé de inmediato en la clásica película Full metal jacket. El protagonista del tiroteo consiguió identificarse con aquel malogrado recluta Gomer Pyle, quien en la película se vuelve el centro del matonaje por parte del instructor Hartman. Después de ser el chivo expiatorio del recinto y de ser atacado por sus propios compañeros a modo de represalia, Pyle decidía tomar su rifle para encañonar al instructor y suicidarse después. Las palabras de Pyle antes de morir podría haberlas dicho el propio conscripto: "Ya estoy en un mundo de mierda". Será que Kubrick fue profético en su lectura cinematográfica del entrenamiento militar, o la realidad de nuestro Ejército está adquiriendo los elementos más crudos de "Nacido para matar".