jueves, 20 de noviembre de 2014



La legitimación a través del discurso, puede ser algo riesgoso, las palabras tienen su doble filo, por más rigor que se aplique está siempre el sedimento del carácter, de la personalidad, de una posible herida... el lenguaje como lo conocemos algo muy tardío, no se sabe cómo ni de dónde pero habla por nosotros una memoria inefable, alguna clase de instinto ¿a eso tan informe se pretende llamarle yo? en cada palabra que arrojamos contra el otro y el universo (bombardeado de conceptos) vamos enterrando ese secreto personal ¿para qué entonces la verdad? recuerdo a una chica que dijo algo así como que la verdad es pura tregua: un momento de distensión para continuar con el movimiento incesante.