jueves, 14 de diciembre de 2017

En toda la esquina de Condell con Edwards, un puesto de libros, entre ellos best sellers y clásicos. Desde John Green a Arthur Miller. Frente suyo, un loco sentado bajo la sombra de un árbol, vendiendo discos. Desde Deep Purple a Deftones. Más allá, casi al llegar al próximo árbol, una joven haitiana se ponía a un costado de la acera a ofrecer los ya populares Super 8. Al pasar justo uno de los clientes masticando un bocado, aparecía un sujeto con megáfono, vociferando algo sobre el gobierno a viva voz. No era ni evangélico ni vocero eleccionario. Simplemente, cuando el resto vendía, se dedicaba a gritar una cuestión referente a la política. Si no fuera por la connotación negativa, capitalista, del término, diría que cada una de las escenas descritas, al alero de la plaza de la victoria, podrían conformar, con toda justicia, un micro cosmos del libre mercado.

Wu

Durante la presentación del libro La mató por amor de Viví Ávila di con una palabra desconocida en el ejemplar, una palabra dentro del cuadro sobre estereotipos léxicos de hombres hacia mujeres, en la práctica social de mantenerse virgen hasta el matrimonio. Entre tantas otras acepciones, cada una más soez que la otra, se hallaba Wu, solo mencionada una vez dentro de la muestra. Ni siquiera la autora sabía a ciencia cierta el significado de la extraña acepción. Y dijo que era bueno, pese al desconocimiento, puesto que eso ampliaría a futuro el corpus de posibilidades semánticas a analizar. El Wu sin duda sonaba a concepto oriental. Acaso algún concepto del anime, que se da mucho en la terminología juvenil. Pese a esa intuición inicial, el único antecedente sobre la palabra seguía siendo su fonética y su clasificación dentro del estereotipo léxico de la virgen. Buscando luego la acepción, el término Wu tenía una relación directa con el budismo desde la cultura china. Podría ser traducida de manera muy tosca al lenguaje occidental como "nada", "ninguna cosa", o "sin". Cualquier cosa que aludiera semánticamente a ausencia, vacío. Sería, en ese sentido, de acuerdo a la tradición, la respuesta que el maestro zen Zhaozhou le daría a su discípulo cuando este le pregunta sobre si un perro tiene o no la naturaleza de Buda. El Wu pasaría a significar que la respuesta a la pregunta sería tanto sí como no, correcta a la vez que incorrecta. Esta pregunta y su respuesta vendría a ser una de las formas en las que los neófitos se inician en el conocimiento del budismo zen. Para aquel chico que mencionó la palabra Wu, como forma de referirse a las mujeres que desean mantenerse vírgenes hasta el matrimonio, tal vez la palabra no tenía otro trasfondo que la arbitrariedad, pero lo cierto es que Wu encierra una ambivalencia, y al mismo tiempo, una carencia. Se menciona la palabra, luego la aludida resulta virgen. Encarna la pureza, asociada al vacío. La nada acompaña su lenguaje. Se menciona la palabra, luego puede y no puede llegar a ser. Encarna la indefinición. La nada acompaña su existencia.