jueves, 24 de septiembre de 2015

Carpe Diem


Reviso trabajos sobre los tópicos literarios. Uno de ellos sobre el tópico del Carpe Diem llama mi atención. No tanto por un asunto gramatical o académico, sino que por una mera cuestión de impulso estético, de aquella "volada" como llaman los estudiantes y nosotros mismos a nuestra manera. La obra que eligieron para la investigación era la de una escena de La sociedad de los poetas muertos. Predecible pero adecuada. La de la foto de los antepasados que le susurran a los chicos vivir el instante. Revisé si el cuento que hicieron fue copiado. No podía contener la vergüenza. Las musas no siempre nos desconocen. A veces es preciso dejar de lado el libro de clases. Traduzco aquí en el muro el cuento o reflexión sin otro ánimo que ese. Que las líneas nos salven del sentido pedagógico, al menos en lo que dure la lectura:

"Hay veces que me he puesto a pensar ¿Qué sucedería si el tiempo se detuviera? Junto a ello, todos los objetos y personas. Es en ese momento en el cual manteniendo los ojos cerrados, me doy cuenta que en esta circunstancia podría ser yo, no ese “yo” que no es más que un espejismo que todos conocen, si no que mi YO real, aquel que no vive en el mundo “real”, si no que vive en mi universo real. ¿Un lugar perfecto? Me pregunté, una isla, donde pueda estar solo, ¿Qué anti social de mi parte? Bueno, no tanto si lo que busco es ser libre. La soledad es tu mejor compañía, nunca te va a criticar tu forma de pensar, de actuar, de vestir, de oler o tal vez tu peinado. ¿Te imaginas un lugar así? Donde no le rindas cuentas a nadie, donde no tengas que impresionar a nadie, donde puedas actuar con naturalidad, sin temor a lo que puedan pensar los demás, sin una sociedad que te reprima a ser blanco o negro, siendo que entremedio existe una infinidad de tonalidades de gris.
El tiempo toma su curso otra vez, despierto y me asomo por la ventana, a pesar de que esté de día, la noche era lo único que se asomaba, fue entonces cuando me decidí a ir en busca de mi día. Cuando pasó el tiempo, me sentía derrumbado, resignado a que el día que tanto añoré, nunca llegara. Me di la vuelta para observar aquel camino que transcurrí, y en el acto, me llegó un rayo de luz, lo suficientemente fuerte para darme cuenta cuantas personas, lugares, oportunidades, dejé pasar por obsesionarme con ese sol que tanto quería encontrar. Lo más triste de todo, es que me di cuenta que aún no terminaba de abrir los ojos, y ese día que tanto busqué siempre estuvo junto a mí.
Buscando nuevos horizontes que en el ayer dejé pasar, me subí nuevamente al andén, pero cuando llegó el tren, no sabía cómo reconocer si era el mío, y observé cómo las puertas se cerraban lentamente dejando una herida abierta, el tren nunca más pasó de vuelta. En ese momento recordé una frase que solía decir mi abuelo: “A veces, cuando quiero llorar no lloro, y a veces lloro sin querer”. Miré al cielo y marché a mi casa, como ya era parte de la rutina.
Al llegar, entré al lugar más social que conocía, mi espejo, cada vez que me paro frente a él conozco a alguien nuevo. Fue ahí cuando me di cuenta que todo lo que me sucedía era por un temor inexplicable. Solo tenía que cambiar mi mentalidad, vivir el hoy como si no hubiese un mañana, porque podría no haberlo, arriesgarme a tomar el primer tren que pase, si me equivoco no importa, ya tomaré otro. Disfrutar del presente es lo que todos quieren, y no gastaré tiempo a explicar lo que siento a los demás, porque no lo harán, ya que entender un sentimiento es como entender la poesía, tú tienes tu metáfora y yo tengo la mía".