domingo, 8 de mayo de 2022

Casey Anthony, "La madre más odiada de Estados Unidos".

Casey Anthony fue acusada de un horrible crimen: matar a su hija pequeña. Cuatro días después de la desaparición de su hija de dos años, Casey fue a un club nocturno para participar de un certamen de belleza. Según dicen, no se mostraba preocupada ni había hecho ninguna denuncia por presunta desgracia. Tras la búsqueda policial, que duró prácticamente un mes, la niña apareció muerta en un bosque dentro de un coche. Casey había ofrecido explicaciones poco convincentes respecto al paradero de su hija, llegando a inventar que ella estuvo todo ese tiempo con una niñera, a la cual incluso inculpó sin mayor fundamento. Todo esto le valió a Casey ser detenida por su presunta implicación en el crimen. Luego, fue inmediatamente procesada. Al final, el veredicto del jurado consideró que las pruebas no eran suficientes para condenarla. Esta decisión provocó la indignación de la opinión pública, convencida que se trataba de otra Medea desalmada saliendo impune. Ella, literalmente, se había salvado de la pena de muerte.

Durante el juicio, se fueron revelando otras teorías. La fiscalía sostuvo que Casey mató a su hija administrándole cloroformo y tapándole la boca con cinta adhesiva. El equipo de la defensa, en cambio, sostuvo que la niña se había ahogado accidentalmente en la piscina de la familia, y que su abuelo, el policía George Anthony, había ayudado a Casey a deshacerse del cuerpo. Tras un engorroso proceso judicial, se determinó que todas las pruebas presentadas en contra de Casey eran insuficientes para sostener su culpabilidad, por lo cual se le declaró no culpable, ante la sorpresa de todos. La teoría de la fiscalía fue desechada, aunque uno de los jueces afirmó que el cloroformo usado era para “calmar” a la niña, motivo por el que se usó sin querer una dosis de más, causándole la muerte. Pese al fallo, la opinión pública, en conjunto con la prensa, barrió con la imagen de Casey, bautizándola como “la madre más odiada de Estados Unidos”, estableciendo su propio juicio social que la determinaba culpable de haber matado a su hija inocente. Ante el mundo, Casey se había vuelto una Medea. Ante la justicia formal, su inocencia quedaba intacta.

La directora de práctica judicial de la Universidad Levin College of Law, de Florida, Jennifer Zedalis, sostuvo que: “No culpable, significa que no se pudo probar, no significa que creamos que es inocente”. La supuesta niñera a la cual Casey culpó del crimen, presentó cargos en su contra por difamación. Nunca llegaron a prosperar. Por otra parte, el propio juez del caso, al preguntársele sobre la situación, señaló que había pruebas suficientes para condenar a Casey, pero, según él, algo ocurrió con el jurado. Era como si la acusada tuviera dos caras: la que mostraba al jurado para que vieran lo que ella quería que vieran, y la que mostraba a la sociedad.

Después de la absolución de Casey, quedaba la sensación de impunidad y de que nada quedaba resuelto. La relación con su padre fue en picada, sobre todo luego de achacarle unos supuestos abusos sexuales que él le habría provocado durante su infancia. Esto se sumó a la defensa de Casey para tratar de establecer un contexto familiar adverso, pero nunca hubo pruebas que corroboraran este testimonio. Al salir en libertad, Casey concedió entrevistas a los medios para tratar de insistir en su inocencia. Decía que estaba tranquila y que había vendido los derechos de autor sobre su historia. Este mismo hecho le valió el repudio, por la sencilla razón de que una madre desesperada habría salido a buscar al verdadero autor del crimen de su hija. Es más, Casey se hizo un tatuaje en la espalda días después de la desaparición de su hija, con la leyenda de “Bella Vita”, sugiriendo que para ella suponía una suerte de liberación o de reinvención.

Actualmente, Casey vive como pareja de su investigador privado, principal defensor en su causa. Él en todo momento creyó en su inocencia, argumentando que algo raro había en la familia de Casey, algo que los llevó a culparla de todo sin ellos hacerse responsables de nada. A estas alturas, ya no se sabe a ciencia cierta qué es verdad o qué es mentira en ese desfile de elucubraciones. Lo único concreto es la resolución judicial, la muerte de la pequeña y la no culpabilidad de Casey, o al menos así quedó establecido legalmente. Para el ojo público, sin embargo, ella sigue siendo la madre más odiada, pero eso, a la larga, a Casey le importa bien poco. Es más, puede funcionar a su favor, como estrategia de marketing para la película basada en su historia.

Entonces ¿Quién paga por la muerte de la pequeña? Esa es la pregunta que queda resonando en el imaginario colectivo. ¿Culpable? ¿Inocente? Solo le resta a cada quien formarse una opinión y juzgar de acuerdo a su propia conciencia.

Raíz bastarda

Fragmento de un poema que figurará en un futuro poemario llamado “Lobotomía”. A propósito del día:

Madre, en el abandono de la época

o en la intemperie de la vida

lee estas palabras.

Solo por ahora, dales la ternura y el peso que merecen

o la materia oscura que deshacen,

arrojadas contra nuestras deudas de nacimiento,

escritas a la manera de los profetas de temporada,

renacidas por la noche como en un prólogo de sueños bastardos.
Voladísima frase imaginada en un sueño: “La única compuerta cerrada era una amiga. El único agujero insondable era un amor”.