martes, 17 de agosto de 2021

El oficio del escribir es el oficio del tejer es el oficio de vivir. Reseña de poesía: Cardador (2019) de Natalia Rojas


“Abro la mano y sale una pregunta”. Desde el comienzo, un gesto y una imagen. El pensamiento consiste en preguntarse. La existencia misma es pura interrogación. A partir de ese gesto, filosofía y poesía se funden. Estas son las palabras que al articularse enhebran el oficio en el Cardador de nuestra hablante lírica. Su escritura poética no se agota en la fórmula. Hay en este sendero de hilos, de sonidos y de imágenes una riqueza simbólica que se palpa con tacto, con mirada y con sentido, sobre todo con sentido, porque en esta escritura, en este ejercicio, todo es un hacer y un volver sobre sí para volver a hacer y tejer. Entre medio de esa maraña, se aprecia una historia, cierta memoria, a la vez que un sentir y un palpar, sobre la lengua y también sobre lo vivo. He aquí que las sensaciones, las intuiciones y las reflexiones se van entrelazando de una manera musical y orgánica, al punto de socavar cualquier concepto preconcebido. Ante todo, la imagen, el hilo, la hebra, unida al oficio de escribir, que a su vez se relaciona al de vivir, y este, además, entronca con la pregunta del principio, el ser.

“la imagen parece lejana, se alcanza solo si se religa a la

hebra. en la forma inasible, la hebra, es una vena buscando

su propio órgano. la hebra no rastrea con los ojos, sino con el

ritmo propio de lo invisible. el tejido de los seres, se concibe

al revés: antes de la mano, el oficio; antes del ojo, el dibujo y

la vena, buscando lo propio”.

Es ese ritmo de lo invisible lo que acá se deshilacha, para perder su hermetismo y en cambio abrazar el desconcierto y el espasmo de lo sensible. La metafísica en Cardador palpa su idea, el texto en cuanto tejido desenhebra su abstracción para volver a la materia con la cual leemos el decir y tanteamos los signos.

En Cardador, como en la mitología de las Moiras, el tejido es un destino, y el tejer es ser. Inclusive, como la propia hablante afirma, hay una intención fundante en esa ontología del tejido, una ontología que se materializa en el mito del origen.

“en el cordón umbilical, se imprime un

deseo inasible”

De esta forma, el cordón pasa a formar parte de la hebra de la vida, que ata al mundo a su deseo, su deseo de ser. En este punto, el tejer se vuelve indistinto del ser, y su reflexión se vuelve indistinta de la reflexión sobre el escribir.

"llegan entes. muevo los hilos y entran al aire saliéndose en

trenza".

La hablante desenhebra voz carmínica. Se asume, en cierta parte, como “la que mueve los hilos”, en todo caso, emulando la tarea de las “hilanderas del destino” que tejían con sus ruecas y husos. Láquesis giraba el huso con el hilo. El alcance de esta imagen con las diosas del destino permite otra interpretación mitológica que en este caso podría reforzar la idea del poema como acto fundante, aunque, en particular, desde la mirada de la hablante, aquí la palabra funda su propio vacío y su propio sonido a través de un hilo que conforme se hilvana va cobrando forma, ritmo e inmanencia.

"el sonido enmaraña el

silencio y en los espacios vaciados de la maraña, se precipita

la luz, lo que quiere decir".

Nuevamente, se vuelve a la idea de este tejer como hacer propio en el oficio del vivir, un oficio muy íntimo y a la vez abierto a la experiencia. Para alcanzar a decir, se tiene que precipitar la luz. El hilo de la poesía permite soslayar el vacío de las palabras y al mismo tiempo acoger el secreto ritmo del silencio.

Tenemos también en Cardador una trama, una determinada historia que la hablante va hilvanando o desenredando de su memoria en el rollo. En esta historia se puede apreciar a la niña y al camélido. La hablante permite que estos aparezcan articulándose con la madeja de las imágenes, los ritmos y los sonidos ya recorridos.

“ese momento del animal brincando, resume varias relaciones

lengua/pensamiento”.

A ratos, ciertos pasajes de Cardador se pueden leer como poéticas con sentido propio, independientes del conjunto, pero a su vez unidas umbilicalmente al resto de la madeja. Es así que en Cardador se encuentra realizado de una forma muy íntima y creativa aquel placer del texto del que hablaba Roland Barthes en el libro El placer del texto: “el texto se hace, se trabaja a través de un entre lazado perpetuo; perdido en ese tejido; —esa textura— el sujeto se deshace en él como una araña que se disuelve en las segregaciones constructivas de su tela”.

En el libro, la historia no se cuenta. El propio texto hilvana, en sí, una historia y desmadeja, a su vez, un mito colectivo y una iniciación personal, repleta de búsqueda, de anhelo.

"tuve un sueño, salía de una casa de madera llamando a un

animal como si de él yo necesitara oír un mensaje".

El encuentro con este animal aludido permite que nos sumerjamos en la subjetividad de la hablante por un momento. Ese sueño puede ser el sueño del texto o un tejido secreto aún no del todo raído. De todas maneras, posibilita una brecha a través de una apertura. La hablante necesita oír un mensaje, un mensaje animal, no ligado ya al logos, sino que al mito. A la pura imagen viva primordial, al sonido desarticulado, sin división, al sonido uno.

"cuando escribo aquí, pienso en el escenario, en el hemisferio donde

ocurrió esto".

Aquí la hablante vuelve a desplegar su voz carmínica para situar el acto de escribir, que ya se interpretó como indisoluble e indivisible al acto mismo de tejer y de vivir. Esto deviene, a su vez, en el pensar. Entonces, se puede llegar a decir que en Cardador, tanto escribir, como tejer, como pensar, como vivir, forman parte de un mismo hilo continuo, que no deja de hacerse en su oficio, que no deja de hilvanarse y volver sobre la madeja, para decir lo que se tiene que decir y callar, tal vez, lo que solo enmudece ante lo innombrable.

"así que la hablante, montarás, retraída observa todo".

Aquí, el mirar. Otro gesto que se suma al hilo, y abre otro flanco a la veta creativa. En el oficio también hay un mirar. En el vivir, en el tejer y en el escribir, lo hay.

"hay un espacio en blanco/Está vivo".

Son algunos de los versos que, en cierta parte de Cardador, se repiten como en un mantra, deletreando de manera fonética la textura de lo orgánico, de lo que está vivo, y que solo se palpa si se dice, al igual que solo se puede palpar lo que se escribe en el espacio en blanco.

Stéphane Mallarmé, está, sin duda, presente, en ese ejercicio respecto al espacio en blanco, desde el cual escribir, y desde el cual el texto va superando su nada solo para hacerse y prolongarse a lo largo del abismo de la significación.

“Cuando el verso deja de ser un medio indispensable de la memoria, la cosa escrita se muestra esencialmente próxima a la palabra sagrada”, decía Maurice Blanchot, y he aquí que en Cardador se trata de aproximarse, con cada palabra, con cada silencio, a ese espacio sagrado tan caro a la hablante y tan vibrante para el lector.

Surge, aparte de estas interpretaciones, la conjugación entre la lana con el órgano y con la herramienta, nuevamente, indistintas en el universo del poemario y en la madeja poética. El cardador puede ser, al mismo tiempo, sujeto y herramienta. Figura personalizado, pero puede ser el material de trabajo con el cual se desarrolla el oficio.

"el cardador transcribe en la fibra un mensaje con el gesto de

quitar".

El cardador transcribe un mensaje. Realiza un gesto. Hace el trabajo. Hilvana, desmadeja. Todas y cada una de estas acciones y estos decires solo pueden ser reconfigurados en la obra total, que es el poema, que es el tejido que es la vida en el poema.

"el abismo circunscribe el organismo de la mujer que

cardea".

La mujer aquí figura en cuanto cardadora. Es aquella circunscrita por el abismo, es decir, aquella indivisible de la fibra, la fibra que es el nervio en el que completa su entidad, sencillamente “cardo, mujer y mano”.

Sobre las Parcas, decía Catulo: sus manos cumplían su tarea eterna como un rito. Tal cual en el poema, las mujeres son simbolizadas como aquellas que cardan la vida, que tejen un texto, cual rito y finalmente cual ofrenda, aunque acá en Cardador el oficio es el que prima, el siempre hacerse, no tanto como un destino, sino que antes que nada como una red de imágenes vibrantes con un trasfondo de vacío, con una pregunta que persiste desde el principio:

"las mujeres en el cardado se sientan o están de pie

es una herencia, un animal cundido en el vacío".

La escritura, en definitiva, es el gran Hilo con el cual se va enhebrando el tejido de la poesía. Entre textos, se avizora algo que no tiene nombre, forma ni sonido, algo que rebasa el sentido y que tiene rostro de vida.

"quien escribe golpea la materialidad de la escritura.

quien cardea golpea la fibra que luego se dispondrá al hilado".

En ese golpe radica la escritura. Cardador acaba anudando la hebra, atando lo que estaba deshilachado, para volver a la reflexión sobre el ejercicio poético en su material más elemental.

"una hebra es sustantivo de la siguiente, sintaxis enmarcada

por otra hebra libre de metafísica".

Todo en Cardador es esa sintaxis que busca la erótica del ritmo, el tanteo en un abismo sin otro destino que la búsqueda, para trascender las categorías, los conceptos, las monedas gastadas que empobrecen la vida.

Todo en Cardador es pulso, imagen y sintaxis, porque esa es la fibra de la cual está hecha la vida misma. Su devenir inocente, el ser. Su oficio diligente, el vivir, el escribir. Sin pulso, imagen ni sintaxis, somos puro hilo desmadejado.
En la sesión del lunes del taller de escritura creativa, el ejercicio consistió en escribir un breve relato sobre cómo se sienten, pasando por una descripción de las sensaciones y las emociones hasta llegar a los sentimientos. Tenían que inspirarse en un hecho de su vida o en un hecho imaginario. Una de las cabras escribió lo siguiente:

Mientras subí a aquella plataforma, respiré el frío aire de la noche y escuché los gritos y conversaciones distantes de la gente. Tomé la botella y aproveché de tocar su textura como despedida; prendí fuego al calcetín dentro, sintiendo el olor a gasolina aumentando. Me llené de adrenalina y lancé con todas mis fuerzas la molotov hacia el edificio. Apenas se empezó a quemar, extendí mis brazos con poder y triunfo. La exaltación hizo mi cuerpo y mi mente vibrar.

Insisto ¿esta cabra será anarquista, antifa o simplemente sublima sus ensoñaciones subversivas con una pluma muy decente?