lunes, 20 de diciembre de 2021

Terminada la fiesta electoral y la embriaguez política, solo espero que la caña no sea demasiado dura. No creo necesario recordar sus desagradables efectos.
Primer balotaje que me toca y fui elegido presidente de mesa. Tuve que proclamar a viva voz cada uno de los votos, mientras atendía la mirada expectante y vigilante de los apoderados de mesa de cada candidato. Cualquier voto tenía que contar, un solo voto echado al agua debía lucharse con tesón. Muy en el fondo, comprendía la pantomima del sistema electoral, pero había algo en esa emoción del conteo de votos, que invocaba un verdadero pathos de sentido democrático. Únicamente durante ese proceso, previo al coladero del Servel, uno se podía sustraer a la rivalidad odiosa entre los adherentes para converger en un mismo punto, aunque esto redundara inevitablemente en la maquinaria, en el circo posterior, de cara a la platea, en un país dividido hasta el paroxismo.