domingo, 31 de enero de 2016

En la película Terminator Salvation, la cuarta de la saga, Marcus Wright, el personaje que optó por entregar su cuerpo a Cyberdine una vez que fue condenado por asesinato, se encuentra convertido en un híbrido máquina-hombre y en un futuro apocalíptico con Kyle Reese, el padre de John Connor. Al escapar de las máquinas va escuchando en el jeep un tema de Alice in Chains, "Rooster". Kyle le pregunta qué es eso. Marcus le dice: "Algo que solía escuchar mi hermano". Si se pone atención a la letra del tema, habla precisamente de la guerra, del trauma de la guerra: "Parece que cada camino me lleva a ninguna parte. Las balas me apuntan desde cualquier parte. El alto hombre metralleta andante me apunta en mi propia tierra". Es cómo se siente Marcus. Ofreció su cuerpo a las máquinas para, de alguna forma, aplastar su pasado. Y acaba en un futuro distante, hostil, en un tiempo que no le pertenece. Su cuerpo le ordena seguir a Cyberdine, pero su mente y corazón, al parecer, están con la Resistencia. Está, mejor dicho, con lo poco que le queda de humano. Ese vacío, esa confusión palpitante. El único vestigio, el único lenguaje que le queda es la música, la música rock. Marcus Wright, el existencialista cyborg, el melómano del futuro.