lunes, 9 de mayo de 2022

El duelo (cuento de sueño)

Otro mini cuento de sueño, para el futuro libro "Onirómano". Cada sueño más retorcido que el otro. Buen insomnio:

El duelo

De repente, era solo él y ella. En el cerro no quedaba nadie excepto las mismas casas eternas de aquellos entonces, transformadas en trinchera de ajusticiamiento. Ella comenzó a apuntarle sin decir otra cosa. Lo hizo él también con una especie de revólver que había recogido de entre las tantas bajas humanas. La tensión crecía conforme ninguno de los dos se disponía a disparar. A medida que la expectación por el disparo aumentaba, el escenario se iba haciendo más difuso, hasta destruirse de tal forma que solo se apreciaba lo que rodeaba el prolongado barranco por donde caían cuerpos. Cuando ya era el instante decisivo, el instante de la ejecución, apareció, en medio de la tensión del silencio, la posibilidad de resolver el conflicto tranzando alguna palabra, algún mínimo diálogo diplomático que evitase el baño de sangre. Durante el fatídico instante que surgía esa posibilidad, la mirada de su contrincante acusó la suya, apretaron el gatillo al mismo tiempo, y el sueño acabó, en el momento que los disparos atravesaron la carne.
Acabo de pegarme el pique de Viña al colegio para una dinámica socioemocional. El coordinador de la actividad nos dijo que volviéramos a la casa dispuestos a abrazar a la primera persona que viéramos y nos sintiéramos felices y agradecidos. ¿A quién se supone que abrace? ¿A mí mismo? ¿No será que el propio hecho de regresar a tu pieza de soltero, a tu morada solitaria, es el motivo por el cual uno deba estar feliz y agradecido después de un largo día de pega?
“La violencia es el último recurso del incompetente”, decía Isaac Asimov, y hoy los incompetentes se han tomado la palabra. Se palpa una brecha gigante entre lo que se exigía en la calle aquel fatídico 18 10 y lo que se ha hecho a nivel político para cumplirlo. Únicamente se abrió una puerta que nunca debió abrirse, una caja de Pandora, solo que en Chile, al parecer, la esperanza no quedó dentro de la caja. Tal vez siempre estuvo en otra parte o, como diría Kafka, la hubo, infinita, pero no para nosotros.
"En Valparaíso, la modernidad parece haber ido a contrarreloj o definitivamente se estancó en su fase inicial y ahora, que el reloj marca la hora de lo híper moderno, cuando las nuevas autoridades parecen más preocupadas de construir un tren rápido que de restaurar las calles consagradas como Patrimonio de la Humanidad (...) vendría bien recordar que esas calles que hoy son sinónimo de ruinas, miseria, locura, sitios baldíos, delincuencia y líquidos percolados alguna vez se codearon, de igual a igual, con ciudades como Londres". Cristian Zuñiga