martes, 23 de mayo de 2017

Un diálogo sobre el atentado

El director comentó en la mañana acerca de la explosión ocurrida después del concierto de Ariana Grande en Manchester. Unos alumnos a su lado le escuchaban, con cierto ánimo de discusión. Les señalaba que más allá del lamentable atentado en si mismo, no debían olvidar que no se trataba de hechos aislados, sino que de una cadena de sucesos que se podían interpretar desde una mirada política e histórica, algo así como un efecto dominó, consecuencias más o menos explícitas de una serie de rencillas transversales, incluso también no oficialmente declaradas. Esos mismos alumnos luego, en la clase de narrativa, sacaron de nuevo a relucir el tema. Discutían el por qué sucedía ese atentado en Manchester, y por qué tenía que ser en ese concierto de pop. Además otro cabro sacó a colación el hecho de que el Estado Islámico se haya adjudicado el ataque. Estaba seguro que tenía relación con las elecciones generales del Reino Unido. Su compañero a su lado le decía, en cambio, que tenía mayor relación con la masacre en Medio Oriente, con Estados Unidos y la batalla ideológica contra Occidente. Una chica, que era de las que simpatizaba con Ariana Grande, decía, por su parte, que todo lo que habían dicho podía relacionarse y coexistir perfectamente, incluso habiendo gato encerrado. Al único acuerdo que llegaron fue que el atentado era el síntoma de un conflicto de mayores proporciones. Una suerte de "guerra secreta". -El punto es que está quedando la cagá en el mundo-, concluía el alumno de la segunda tesis, decidido, impulsivo. Las causas y los agentes permanecían ocultos a la luz pública, y a su capacidad de análisis. Lo verdaderamente inexorable para el curso era la discordia, la incertidumbre negativa que producía la violencia y la muerte. La capacidad de encumbrar la palabra quedaba suspendida. Frente a ese escenario, al curso no le quedaba otra cosa que pensar, y repensar, muy a pesar suyo y de su sentido de la iconoclasia, el mundo en el que viven.

-Pero qué tiene que ver todo esto que estamos hablando con la materia de narrativa-, preguntaba otro alumno al fondo de la sala, callado, observando la discusión abierta. -Tiene todo que ver- le replicaba un compañero próximo, mientras el curso continuaba hablando acaloradamente. A raíz de su afirmación, saqué como ejemplo el hecho de que el atentado podía relacionarse directamente con la escritura de Sumisión de Houellebecq, y con los Versos satánicos de Salman Rushdie, en el sentido de que ambos escritores fueron condenados por hablar, de una u otra forma, sobre la contingencia mundial. Le repetía al curso, de ese modo, que "leyeran entre líneas", tratando de anclar aquel improvisado dialogo de contingencia con el contenido del ramo. La chica fanática de Ariana Grande sugería que, aprovechando las circunstancias, se abriese mejor un ramo exclusivo para hablar de estos temas. Algo así como un ramo dedicado a la actualidad. Sus compañeros apoyaban la idea, algunos mofándose, otros apañándola. Claro está que también acabé defendiéndola, solo acotando que estas discusiones no necesariamente debían encuadrarse en un ramo, sino que debían hacerse también afuera del sistema escolar, donde de verdad "las papas queman". No pescando mucho esa última intervención, pero intuyendo que apoyaba sus decisiones, los cabros entonces plantearon, a toda costa, la moción de abrir un ramo de actualidad, incluso si eso significaba replantear el curriculum del instituto. Todavía no sé si lo decían en serio o solo movidos por la euforia rebelde del momento. Un ramo para "arreglar el mundo" al menos de forma discursiva. Una clase dedicada a los que no cuentan con otra arma que el lenguaje. Porque en eso reside la literatura, después de todo: en discursear la realidad, aunque fuese solo al final de una conversación de pasillo; en resistir el terrible sinsentido de todo con un amasijo de palabras y de ficciones, aunque estas no alcancen ni a cruzar el otro lado de la calle.