lunes, 20 de abril de 2020

La “nueva normalidad” le llama el gobierno al plan de reincorporación del trabajo presencial en sectores públicos, a la reapertura de centros comerciales y a la eventual vuelta a clases durante el mes de Mayo. La medida ha sido altamente criticada por el Colegio Médico, incluso hasta por la propia derecha, en vista de que ni siquiera se ha llegado al punto límite de la curva de contagio. Hablar de “nueva normalidad” bajo este contexto supone que a partir del 18/10 y durante la pandemia algo se perdió, un viejo equilibrio, una habitual manera de hacer las cosas. En este sentido, el 18/10 representó una explosión, una explosión de fuerzas que agudizaron los conflictos acumulados dentro del propio sistema. En cambio, la pandemia fue un verdadero golpe fuera de la máquina, por lo menos hasta donde se tiene conocimiento. Nadie la pudo prever, a ciencia cierta, más allá de la agenda política de turno. Por lo tanto, pretender invocar lo nuevo a raíz de lo normal que se creía perdido resulta en un oxímoron de proporciones. Ya nada puede ser normal, sencillamente porque estamos frente a un nuevo escenario, aunque bajo parámetros bien definidos. Muy en el fondo, la nueva normalidad es un error conceptual que adorna el esfuerzo por hacer que todo siga funcionando como debiese, el afán del oficialismo por desarrollar contra viento y marea el plan de acción trazado de antemano, interrumpido en parte por el 18/10 –como consecuencia inevitable de un malestar previo- y ahora totalmente desestabilizado por un bicho sin precedentes en la historia, irrumpiendo de golpe en un escenario particularmente delicado casi como por capricho de la fenomenología.
Se creó hace poco una política de parte del gobierno español, impulsada por el ministro Marlaska, que consiste en luchar contra los bulos y los fakenews sobre la pandemia. Por su parte, la periodista de La Sexta, Ana Pastor, a través de su empresa Newtral, se ha dedicado a señalar a aquellos colegas que, según ella, han incurrido en falsedades. Surge, de esa forma, un clima propicio para la neocensura, que te dice qué se debe decir y qué se debe callar, con la excusa del control informativo frente al desastre. España se encamina decididamente hacia un Ministerio de la Verdad revisitado 2.0. Un nuevo espacio tiempo para la imaginería orwelliana.