martes, 22 de septiembre de 2015

A pesar de encontrarse en el espejo, permanecer en el reflejo quebrado.....
Nadie puede negar que entre nuestra generación y la de nuestros padres hay una brecha importante. Para ellos sin tanto recurso tecnológico ni aspaviento vanguardista las relaciones parecían mucho más estrechas, los compromisos más duraderos, las familias más abundantes y, por supuesto, el proyecto del amor y la procreación todavía concebido como algo prioritario. Para nosotros, en cambio, los hijos de la era virtual y la tecnología, existe un abanico infinito de modos de relación, pero, sin embargo, nuestras relaciones se sienten más efímeras, menos consistentes en el tiempo, más abocadas al instante. Se siente irónicamente un mayor miedo al compromiso, y, por ende, al futuro, pese a encontrarse todo en una avanzada cultural. El impulso de la especie pareciera que anda travestido. Anda pululando cierta desconfianza colectiva, no se sabe si por un cambio de mentalidad o solamente por osmosis. ¿Simple generalización? ¿Problema endémico? No lo creo. Si se habla solo de impotencia personal muy en el fondo se choca con la impotencia a nivel universal. ¿Degeneración o simplemente diferencia? Puede que sea lo que ciertos teóricos, a falta de otro término mejor, llaman modernidad líquida. O simplemente el sarcasmo de nuestra sociedad secular y, de paso, la de nuestros salvajes corazones.