martes, 29 de diciembre de 2020

¿Es preferible la inmunidad o la inmortalidad? Pregunta que nos hicimos con una ex, y que surgió a raíz de una conversación respecto a la esperanza de vida en pandemia. Si optáramos por una inmunidad frente a cualquier patógeno, viviríamos una vida libre de padecimientos, aunque nuestro ciclo estaría sometido exclusivamente a una caducidad natural. En cambio, si optáramos por la inmortalidad, no habría diferencia con respecto a nuestro estado, en el sentido que, de igual manera, experimentaríamos todas las enfermedades y agotamientos propios de la condición biológica, con la salvedad de que ese proceso de decadencia no tendría un fin y estaría sometido a una agonía incalculable (eso, considerando que ser inmortal solo te ahorraría la muerte física, pero no te privaría del dolor ni del ocaso del cuerpo). Entonces, definitivamente, lo más verosímil era plantear una inmunidad total, siendo más viable y óptima una vida con fecha de vencimiento, vivida al máximo sin la necesidad de preocuparse por algún agente invasor del organismo, que una vida sin límite alguno, con la cual se sufriría la temprana partida de los otros y, al mismo tiempo, se palparía, en carne propia, el declive de una existencia prolongada innecesariamente. Volvimos a la pieza, convencidos de esta elección, creyéndonos más inmunes que nunca, sin miedo al contagio, jamás inmortales, con la certeza de que desapareceríamos en algún momento, pero que, por ningún motivo, nos volveríamos a dañar el uno al otro.