jueves, 4 de abril de 2024

Penumbra de provincia (fragmento)

"Alguna vez fue que planeamos
Hacernos todo el daño de una vez
Dictando una sentencia desafiante". Soda Stereo, No existes.


El set televisivo se sumió en un silencio incómodo, mientras las cámaras continuaban grabando, capturando la desconcertante revelación que estaba ocurriendo en tiempo real.
-Entrevistador: (mirando a la cámara) A veces, las sombras son más reales que la propia gente. Pero hablemos de ti (dirigiéndose a Miranda) ¿Cómo es sentirse manipulada, Miranda? ¿Cómo es ser parte de una historia que no controlas?
-Siempre será difícil lidiar con la verdad. Supongo que para eso existe la poesía: para expresar lo que tememos conocer-, dijo Miranda, en vivo, sin tapujos.
Ella ya estaba enterada sobre el mantra de las conspiraciones en el terreno político, pero nunca se imaginó que estas pudieran desatarse en un medio en apariencia tan virtuoso, tan puro: el literario. Quizá sea porque nunca fue realmente tan virtuoso, tan puro. De todos modos, Miranda se sonrío. Sabía que estaba a salvo y que sería respaldada, pasara lo que pasara.
Las sombras, hasta entonces ocultas entre las páginas de su libro y los murmullos de la ciudad, se proyectaban en las pantallas de los espectadores.
Por su parte, Ángel, en medio del torbellino de emociones que lo envolvían, se vio obligado a confrontar las sombras más oscuras de la vida de Miranda. En ese momento, la visión de un terrible crimen que involucraba a una antigua pareja de poetas del puerto se le reveló en pesadillas. Dicha visión, que ya había adivinado luego de ver la película “Hay algo allá afuera” de Pepe Maldonado, se convirtió en un reflejo distorsionado de su romance, en un auténtico pandemonio amoroso.
No podía creer lo que había escuchado, ni tampoco podía imaginar su papel en la revelación.
La noche caía, pero no traía consigo la calma. En el rincón oscuro de un café, Ángel y Miranda se encontraron, pero no como los amantes que danzaban entre las sombras, sino como dos adversarios enemistados a muerte.
—No puedes seguir evitando la verdad, Ángel. Di la verdad. —dijo Miranda, con mucha frustración.
Ángel frunció el ceño. La atmósfera vibraba con la electricidad de la discusión, como si las sombras que los rodeaban hubieran cobrado vida.
—¿De qué verdad me estás hablando? -
Miranda soltó un suspiro.
—Esta farsa, Ángel. No se puede continuar así. No es vida. Tenemos que enfrentar la verdad-.
Ángel se levantó de su silla con un gesto brusco. Su expresión de frustración reflejaba la tormenta interna que lo consumía.
—¿Y qué esperas que haga, Miranda? ¿Que lo revele todo? Estás loca.
La poeta levantó la mirada. Sus ojos chispearon con una mezcla de dolor y desafío.
—No te estoy pidiendo que confieses todo, pero esta fachada nos está destruyendo. Mi vida se está yendo a la mierda, entiende. Y tú no puedes seguir haciendo como si nada, hueón.
Las palabras resonaron en el café como un eco discordante. Los clientes cercanos se sumergieron en sus propios murmullos, inconscientes de la tormenta que se libraba.
—Esto es lo que soy, Miranda. No puedes pedirme que renuncie a lo que soy —replicó Ángel, obstinado.
Miranda se puso de pie. Su figura tembló bajo la presión.
—No te estoy pidiendo que renuncies, Ángel. Te estoy pidiendo que enfrentemos la verdad juntos, incluso si eso significa perderlo todo.-
La discusión continuó, sin aparente fin. En aquel rincón, entre sombras y gritos, Ángel y Miranda se enfrentaron a la encrucijada de sus emociones. El café, testigo mudo de su conflicto, envolvió las palabras no dichas, las lágrimas no vertidas y los demonios que, por un momento, parecían querer liberarse.
Ángel, confundido y herido, buscó respuestas en los ojos de Miranda, pero encontró solo un abismo lleno de desconfianza.
—Si hay algo que debas decirme, hazlo ahora. No podemos vivir en las sombras para siempre —exigió Ángel, agitado.
Miranda se volvió hacia la ventana y miró por un momento al exterior, bajo un atardecer implacable
—Ángel, hay verdades que nunca podremos entender. Valparaíso nos ha marcado desde siempre. Quedamos a la sombra, quiltros, sin metafísica. Lo que queda de nosotros es solo la intuición de un oscuro desenlace.
—¿Pero cómo pudiste formar parte de esta mierda? ¿Que sacabas con ser parte de la conspiración? — se cuestionó Ángel.
Miranda, seria, dio vuelta la mirada, otra vez.
—¿Y acaso tú no eres parte de la conspiración acaso? No tienes idea, Ángel. La literatura no es un juego, es un campo de batalla.-, le dijo a Ángel.
Ángel la miraba extenuado.
-A veces, para ganar la partida hay que sacrificar algunas piezas en el tablero. Con nuestro sacrificio ganaba todo Valparaíso-.
—¿A qué te refieres, Miranda, con que todo Valpo ganaba? Los únicos que ganaron fueron nuestros verdugos en las sombras-.
Miranda le observó con una mirada repleta de incertidumbre.
—Valparaíso es un poema inacabado, Ángel. Nuestras vidas fueron la materia prima . Pero ten cuidado, porque la verdad que ansías te puede dejar sin palabras-.
El sueño se desvaneció lentamente. La plaza, que había sido testigo de muchos dramas, ahora se sumía en el silencio nocturno.
Miranda, con la mirada fija en Ángel, se le acercó.
—Ángel, tus palabras pueden ser convincentes, pero las sombras que te rodean no son simplemente material para tus textos. Hay verdades que no puedes eludir —replicó Miranda, sosteniendo un ejemplar de su primer libro en la mano.
-Léelo de nuevo y date por enterado-, repitió ella. Le entregó el libro, aquel viejo libro a Ángel, una vez más. Al hojearlo, le indicó una página específica. Había unos versos ilegibles. Decían: "De la vida te vas, y de la muerte no vuelves".
Al leer esos versos, Ángel vio en su mente cómo una pareja en la Plaza Victoria estaba matándose a golpes. Fue corriendo a detenerlos, gritando con todas sus fuerzas, sin ser escuchado. Tan pronto como la pareja desapareció en la bruma de la noche, Ángel sintió algo caliente en la cabeza. Un golpe que jamás logró advertir, un golpe que vino como el karma desde un pasado remoto.
Ángel, atrapado, cayó al suelo y recordó a Miranda, quien observaba impotente cómo la historia de Valparaíso se desvanecía frente a él.