lunes, 26 de mayo de 2025

El último capítulo

Ejercicio narrativo de Escritura creativa:


El último capítulo

La puerta de salida retumbó en todo el departamento, seguida de un sonido de pestillo. Alguien había salido sin avisarle y lo había dejado cerrado con llave. Afuera de la pieza sintió el maullido de un gato, un maullido agudo y molesto. Estaba solo. No podía dejar de escribir ese capítulo de su novela, un pasaje desgarrador y sentimental. No ahora. Había mucho en juego: su propia reputación. Sin embargo, una sensación de encierro lo abrumó. Sintió una terrible migraña. Abrió levemente la ventana de la pieza, sucia por la humedad. El cielo estaba despejado. Una brisa le refrescó la cara por un instante.

Se levantó de su asiento y prendió el ventilador. Luego, buscó en el cajón del velador algo para aliviar su dolor y un par de toallitas húmedas. Recordó, en esos segundos, a su ex. La vio acostada en esa cama próxima al escritorio. La vio tocándose la frente, hablando en voz baja, casi un murmullo. Se acercó a ella. Algo le quería decir, pero no consiguió descifrarlo. Supo que debía mojarle su rostro cansado para aliviarla. A lo mejor así ella le confesaría su secreto.

La pieza, de pronto, se oscureció. Se levantó para apagar el ventilador y dejar que la brisa fresca volviera a despertar sus sentidos. Su ex ya no estaba ahí, solo la cama deshecha, cubierta por unos cuantos libros carcomidos, después de una tortuosa semana de edición. El gato volvía a maullar en el living del departamento, con más y más fuerza. Lo llamaba para salir, pero fue más fuerte su oficio, así que permaneció encerrado, absorto frente a la pantalla y el teclado de su ordenador.

Tenía en mente un giro drástico. Debía concluir esa misma noche, de lo contrario, lo olvidaría y lo perdería todo, y no estaba dispuesto a eso, de nuevo. La pieza se encendió, la invadió un calor repentino. Solo estaba él y la página, jadeante, empujándolo a continuar. Al rato, volvió a sentir el pestillo y la puerta de salida que retumbó. Fue tan fuerte que esta vez lo detuvo y lo impulsó a salir de la pieza, para ver qué pasaba.

Caminó hacia la puerta, lento y nervioso. Al abrirla, encontró todo el lugar desmantelado. Estaba prácticamente vacío. Se topó con unas maletas llenas de ropa y alcanzó a ver a su novia, junto a su gato, fumando en el balcón. Apenas se acercó, la novia se dio la vuelta, lo observó con mirada afilada y lo obligó a irse para siempre del departamento. Le repitió que ya estaba harta, que viviendo con él no llegaría a ninguna parte y que vendería todo para viajar y comenzar una nueva vida fuera del país. Impactado, no lo podía creer. Antes de pensar en alguna locura, se tomó la cabeza, luego respiró hondo y cerró los ojos. Al abrirlos, supo que ese era el cierre que necesitaba, el que siempre había estado buscando. Se encontraba de regreso en su habitación, aún más iluminada que antes. La novela, su verdadera y única confidente, lo esperaba, por fin, con las páginas abiertas.