viernes, 30 de agosto de 2019

Prólogo a "Rinconada. Crónicas del adentro y del afuera", 2019



El doctor Víctor Frankestein ha vuelto de ultratumba y se propuso la tarea de crear un nuevo ser que fuera capaz de apartarse del resto y expresarse por sí mismo. Para ello, el doctor recorrió cementerios y bibliotecas en busca de personajes que calzaran a la perfección con su idea y, de paso, rescatarlos del pozo del olvido. Juntó el romanticismo meloso de Werther, el ímpetu y la capacidad de observación de Arturo Belano, el desdén con que a veces solía expresarse Horacio Olivera y el ostracismo filosófico del que hacía gala el lobo estepario Harry Haller, para dar vida a un profesor de lenguaje que recorre, a veces sin necesidad de salir de su morada, un Valparaíso, a ratos mágico, a ratos triste, incluso desconcertante, errante alrededor de algún evento literario o dispersándose en alguno de los tantos antros donde cada sujeto busca evadir la flagelante rutina.

Cosa notable de esta creación es su capacidad de observación de escenarios que para otros resultarían fútiles, rescatando siempre alguna lección, alguna reflexión o simplemente algún comentario distendido sobre la situación imperfecta que en ese instante se está viviendo. Otra cosa notable es la sinceridad con que aborda cada una de las narraciones que componen esta confesión. Porque, más que un conjunto de crónicas, este libro es precisamente eso: una confesión, quizá debido a la realidad experiencial de los hechos que aquí son tratados, pues no son una serie de hechos uno tras otro sin sentido aparente. El sentido aquí es, sin lugar a dudas, la realidad de las vivencias, eventos que a cualquiera de nosotros como lectores nos pueden suceder y que no tenemos la capacidad de procesarlos, digerirlos y entregarlos con la visceralidad con que este narrador lo hace. Una habilidad reservada para aquellos que son capaces de conmover con sus letras, porque, tal como el mismo narrador declara: “en la imperfección está la hermosura del momento”.

Se puede decir entonces que quien quiera dar una vista honesta y sin prejuicios a la realidad de este puerto lleno de aventuras y desventuras, abra las páginas de este libro con toda confianza. Cada sección está organizada por tópicos que van más allá de lo que el índice mismo señala. Son crónicas que también hablan por todos aquellos que no tienen la voz para reflexionar sobre las cosas que se vivencian y experimentan en una jornada consuetudinaria. Las vivencias cotidianas, vivencias del corazón, son el tema de fondo. Ese nombre podríamos darle a este montón de escritos, si así fuese necesario. El talento del narrador, con la voz excepcional que le da Gabriel Palomo, el autor, nos arrastra por un torrente de realidades que, por su magia, parece que fueran fantasías, un arroyo de esperanzas, de decepciones, anhelos y reflexiones que producen identificación plena a quien las lee. Es como juntar las piezas de un rompecabezas, y que cada pieza fuera una imagen, y cada imagen fuera diferente de la otra. Aunque todas ellas pertenecen al mismo lugar, no hay relación evidente entre cada una de ellas, y es el autor quien se encarga hábilmente de sugerirnos ese hilo conductor. El lector podrá comprobarlo desde la lectura de la primera página, con suma expectación.

Hernán Jorquera
-Hay una pregunta que me persigue cada vez que recuerdo sus clases: ¿qué es literatura?-, le dije al profe Norden luego de la presentación de su poesía reunida "Seguires". Rió. -Solo la pregunté para hacer la diferencia con la otra mitad del ramo, que era de Linguística-, dijo, sin mayor preámbulo, como dejando entrever que aquella discusión era un asunto puramente metodológico. Hojeo las primeras hojas del libro del profe intentando dar con alguna respuesta convincente. Me encuentro con lo siguiente: "este silencio que duele en la cabeza". Eso tenía que ser la literatura. Eso tenía que ser poesía. Pero no. 

sábado, 24 de agosto de 2019

A la clase del miércoles llegó un alumno diagnosticado con epilepsia. La secre me había informado días antes, diciéndome que no me asustara, que si en plena clase le daba alguna convulsión, sencillamente despejara la sala para que la crisis no empeorara. El día que entró el chico epiléptico se sentó solo en una esquina. Iba con una copucha la cual cubría enteramente su rostro. Se iba pareciendo más a aquellos alumnos fantasma por presencia ausente que a uno con tratamiento. Entre el tercer y cuarto día que entró vino con un compañero. Hablaron normalmente durante toda la clase, únicamente pelando a otro cabro tratándolo de "maricón". Durante el resto de los días, ninguna señal que indicara que el chico en cuestión fuera a sufrir un ataque en plena clase. De hecho suele irse antes, todas las veces que se aproxima la hora de salida. Sin embargo, su sola presencia ha generado un estado de alerta entre el alumnado que de a poco fue corriendo la voz y advirtiendo la condición epiléptica del chico nuevo. Como se pescan tan poco entre sí, eso los lleva de manera involuntaria a aislarse, temiendo alguna escena inesperada. Pero a él parece no importarle en lo absoluto. Es más, de repente ha intentado pedir que lo anotara en la lista o intentado conversar con alguna chiquilla del curso para romper el hielo. Incluso se pasea con cada vez más confianza por la sala, a sus anchas, como enrostrándole al resto su injustificada paranoia. No sé por qué pensé de pronto: tengo a un Ian Curtis chico en la sala de clases. Una tranquila y deslumbrante bomba de tiempo.

jueves, 22 de agosto de 2019

Se les preguntó sobre el lenguaje dramático, en particular sobre el monólogo. -¿Qué es?-, -Lo que usted está haciendo ahora-, respondió a viva voz una alumna, una de las conversadoras. Una parte del curso siguió en silencio; a otra le causó gracia la inaudita réplica. -Con respeto eso sí-, agregó la alumna, y la parte del curso que no pescaba mucho se agitó de manera repentina. Qué mejor forma de responder que poniendo de ejemplo al profesor, monologuista por excelencia.

lunes, 5 de agosto de 2019

-"¿Profe, usted me recomendaría estudiar pedagogía?-. Fue la pregunta de una alumna en la oficina de la secre luego de rendir el último simulacro psu. -"¿Quiere que le diga la verdad?"- le pregunté. Antes siquiera de confirmarle, ella ya sabía la respuesta. El contexto le respondió, tácito.

viernes, 2 de agosto de 2019

"Huele a puntaje nacional en la sala", digo a los cabros que realizan el simulacro Psu. Primero, un silencio sepulcral. Luego, una risa nerviosa, irónica, viral.