lunes, 21 de noviembre de 2016

David Foster Wallace decía que el 50 por ciento de lo que hacía era malo, y así es como iba a ser, y si no podía aceptarlo, entonces es que no estaba hecho para eso (la escritura). El truco estaba en saber qué era malo y no permitir que los demás lo vean. La obra, sea de la naturaleza que sea, un caballo de troya que arrastra una multitud de yerros y desaciertos. Hay algunos que prefieren ocultar esa multitud; otros que buscan exhibirla, haciendo gala del sacrificio que tomó el proceso. Siempre algo queda atrás en el momento de su ejecución. Siempre algo se descarta. Siempre algo corre el riesgo de ser destruido. La obra no como algo puro. La obra como el resultado de un asalto. Una tentativa de asaltar la perfección.