lunes, 11 de febrero de 2019

Un caballero escucha a toda pala Soul sacrifice mientras se prueba unos zapatos Beba y espera su turno para la caja del banco. Tremenda imagen.
En Bar de chicas, de Tv+, las panelistas analizan personajes históricos que murieron solteros. Da Vinci, Newton, Voltaire, Beethoven, Nietzsche, Van Gogh, Tesla. Según ellas, o eran muy raritos o demasiado inteligentes. De Newton dijo una: no me gusta su mirada. De Voltaire dijo otra: igual me lo como.
Anoche por Cumming, a la altura del Trova, un montón de gente rodeando a um hombre echado en la calle junto a un vehículo, notoriamente ensangrentado. Una mujer alcanzaba a sostenerle la cabeza y otra le cubría y le apretaba la herida procurando evitar la hemorragia. El hombre palidecía conforme transcurría el curso de la noche y crecía la desesperación de los presentes. No sin morbo pero también con ánimo de ayudar, preguntamos si ya habían llamado al Sapu o algo. Efectivamente venían en camino, pero lo raro era que en esos instantes no había mayor asistencia que la que se gestó espontáneamente a modo de auxilio ciudadano. Todo parecía indicar que si no hubiese estado aquella gente, el hombre habría quedado mortalmente herido, a la deriva, por largos minutos, a la espera de la siempre tardía intervención institucional. Le decía al compadre que hablaba con cada transeúnte impávido que por allí bajaba, si acaso alguno de ellos tenía vehículo o podía hacer algo, lo posible, para llevar al hombre a la posta de urgencia, ya que era cuestión de tiempo para que la hemorragia hiciera lo suyo. Su respuesta fue negativa, insistiendo en la llegada del Sapu como última opción ante el escaso apañe del ambiente. "Están más preocupados de chupar", exclamó, en el momento que veía cómo el mambo a su alrededor seguía impunemente, sin contar además con la presencia de los pacos que estaban de punto fijo en la plaza y parecían no advertir la escena de sangre. "¿Ajuste de cuentas o asalto?" era el cuestionamiento inmediato luego de abandonar la escena y dejar al malogrado sujeto ahí a un costado de la acera. No importaba para nada, no cambiaba en nada lo sórdido de la situación, pero era la disyuntiva moral inevitable, la disquisición remota respecto a la responsabilidad, palabra tan aséptica, palabra tan cómplice. Sin mayor información ante la efervescencia, había que seguir caminando con la imagen del ensangrentado en la retina y en la mente. Su destino era incierto ¿volverse otra animita decorando la plaza? ¿protagonizar la próxima portada de La Estrella? ¿salvarse y vivir para contarla? Cualquiera que fuera su suerte, la violencia ya dibujaba el escenario natural de la jornada porteña. Apróntese, visitante, que por estos lados agonizar en la calle está a la orden del día.